Documentales

James Ivory: "Para ser artista hace falta sentirse un poco mejor que los demás”

El director estadounidense acaba de estrenar en Fillmin el documental ‘A Cooler Climate'

El director de cine James Ivory con su Oscar por el guion de ’Call me by your name’.

El director de cine James Ivory con su Oscar por el guion de ’Call me by your name’. / EPC

Nando Salvà

James Ivory está a tan solo unos días de cumplir 95 años, y lleva casi 70 dirigiendo películas. Algunas de las que completó entre mediados de la década de los 80 y mediados de la de los 90 -títulos como ‘Una habitación con vistas’ (1985), ‘Maurice’ (1987), ‘Regreso a Howards End’ (1993) y ‘Lo que queda del día’ (1994)- convirtieron su nombre en presencia habitual en las nominaciones a premios, pero el único Oscar que tiene en su haber lo consiguió gracias al guion de la única de las películas que escribió pero no dirigió, ‘Call Me By Your Name’ (2017).

Ahora acaba de estrenar en Fillmin el documental ‘A Cooler Climate’, en el que se utiliza una colección de imágenes que rodó en Afganistán en 1960, y que hasta ahora habían permanecido inéditas, como vehículo a borod del que hacer inventario de su vida y su carrera. 

¿Qué relación mantiene usted con su propio pasado? ¿Se considera un nostálgico? 

El pasado es un lugar que revisito constantemente. En parte, porque me resulta gratificante. He tenido una buena vida, he hecho siempre lo que he querido y he alcanzado un éxito razonable. Y, en parte, porque se me da bien recordar. Tengo muy buena memoria, me acuerdo a la perfección de cosas que hice hace muchos años, de ropa que vestí, incluso de platos que comí. 

El cineasta en su juventud.

El cineasta en su juventud. / EPC

¿Por qué son importantes para usted los recuerdos que ‘A Cooler Climate’ captura?

‘A Cooler Climate’ me parece un ejercicio de memoria importante por dos motivos. En primer lugar, retrata Afganistán con anterioridad a los talibanes, a los muyahidines, a las invasiones de la Unión Soviética y Estados Unidos; es testimonio, pues, de un mundo perdido. En segundo lugar, a nivel personal, me retrotrae a un tiempo que resultó ser crucial para mi vida y mi carrera. De no ser por mis viajes por Asia Central, jamás habría conocido a Ismail Merchant, que fue mi compañero sentimental y profesional durante las cuatro décadas siguientes.  

"Me gustaría que en el futuro se piense en mí como nosotros pensamos en Rembrandt o Caravaggio"

Echando la vista atrás, ¿qué recuerdo tiene del trabajo que ambos hicieron juntos, y de lo que el sello Merchant Ivory llegó a representar?

Creo que, en buena medida, nuestro éxito se debió a que ninguno de los dos interfería en el terreno del otro: yo era el director y él era el productor. Él no me presionaba, y yo no me metía en sus asuntos. Todo lo contrario: me alejaba de ellos como de la peste. No tengo ni idea de publicidad y finanzas, así que no veo cómo podría haberle servido de ayuda. 

A causa del éxito masivo del que gozaron gracias a películas como ‘Una habitación con vistas’ y ‘Regreso a Howards End’, el término ‘Merchant Ivory’ llegó a ser usado para definir cualquier drama de época de raíces literarias. ¿Le molestó? 

Un poco, sí. Sobre todo, porque la mayoría de esas películas a las que la gente colgaba esa etiqueta, a pesar de que no las habíamos hecho nosotros, eran francamente malas. Por tanto, creo que ese mal uso de nuestro sello fue perjudicial para nuestra reputación. Sé que decir esto me hace sonar vanidoso, pero es lo que siento. 

"Nunca sentí mi condición sexual como una carga. Jamás me sentí culpable por nada. Desde el principio de mi carrera viví con Ismail, y todo el mundo lo aceptaba"

Muchas de sus películas son retratos de comunidades que se asfixian bajo el peso de las convenciones. ¿Es una casualidad?

¿Me está preguntando si hay algo de autobiográfico en esa premisa? No lo hay. Nunca sentí mi condición sexual como una carga. Mis padres murieron cuando yo aún era muy joven, siempre tuve amigos comprensivos, y jamás me sentí culpable por nada. Desde el principio de mi carrera viví con Ismail, y todo el mundo lo sabía y lo aceptaba. En ese sentido, lo tuve muy fácil. Quizá es por eso que no llegué a implicarme en ninguna forma de activismo.  

Otro de los ingredientes habituales en su cine es la figura de un extraño que se abre camino en una cultura que le es ajena... 

A decir verdad, nunca usé mis películas de forma consciente para explorar temas de fondo, ni traté de establecer conexiones entre ellas. A veces veo una por televisión y me sorprendo al descubrirle significados que en su día no pretendí. 

En cualquier caso, en ‘A Cooler Climate’ le oímos confesar que, ya de niño, usted se veía distinto a los demás, y que eso le hacía sentirse especial.

Mis intereses siempre fueron distintos a los de los otros niños. Yo era muy imaginativo, siempre estaba fanrtaseando, y el béisbol no me importaba en absoluto. En una ocasión, expliqué delante de mis compañeros de clase que que quería que me regalaran una casa de muñecas por Navidad, y todos se rieron de mí. No sentí ninguna vergüenza.

En los años posteriores, ¿ha seguido sintiéndose diferente y especial?

Sentirse especial, y hasta un poco mejor que los demás, es prácticamente un requisito para dedicarse al arte. Porque un artista es alguien que necesita expresar lo que tiene dentro, y está convencido de que el resto del mundo lo encontrará interesante e importante. Eso nos convierte en unos narcisistas, pero un poco de narcisismo no es malo. Mucho, en cambio, es terrible.

¿Cree que volverá a dirigir un largometraje de ficción? 

Estoy trabajando en algunos guiones. Quizá sea una insensatez pensar en volver a dirigir a mi edad, pero estoy en buena forma, y más sano que muchos directores en activo. Pero quienes ponen el dinero, y los responsables de las aseguradoras que ofrecen cobertura a las películas, son muy difíciles de convencer

¿Le importa su legado? ¿Ha pensado en cómo le gustaría ser recordado?

Puestos a pedir, me gustaría que en el futuro se piense en mí como nosotros pensamos en Rembrandt o Caravaggio u otros pintores de esa talla. Por supuesto, sé que eso está por encima de mis posibilidades. Me conformo con que se me valore como un director íntegro y coherente, y que siempre fue completamente independiente aunque eso le obligara a tener que echar mano de su propia tarjeta de crédito para acabar alguna película. Sé que todas mis películas tienen defectos pero, en el caso de un puñado de ellas, no son ni muchos ni muy graves.

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