Isabel Servera: "El producto español en América es de lujo y nosotros aquí lo infravaloramos"
La ganadora del Premio Barbara H. Weil para mujeres artistas ha llevado a Nueva York su obra sobre las tradiciones mallorquinas en la que reflexiona sobre la pérdida, el olvido y la muerte

Isabel Servera frente a su obra. / Carlota Pizá
«Tendemos a infravalorar lo nuestro y pensamos en lo que el turista quiere. Deberíamos defender más lo propio, porque tiene un valor añadido y también gusta mucho», sentencia Isabel Servera, ganadora del Premio Barbara H. Weil para mujeres. La artanenca se formó en Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y ha expuesto en múltiples ciudades, a la altura de Barcelona, Madrid, Palma, Turín o Narbonne. Gracias al reconocimiento por su trabajo, la artista ha podido disfrutar de una residencia artística de diez días en Nueva York, donde se ha reunido con varios comisarios y les ha trasladado su pasión por la artesanía mallorquina.
Servera: una máquina humana
La autora confiesa que la obra que más ha marcado su trayectoria es Punt i seguit: Servera estuvo dos años pintando un folio punto por punto con rotuladores puntafina. Un trabajo de puntillismo con el que, confiesa, tiene una relación «de amor y odio». «Al final me enganchan estos procesos. Todos mis proyectos tienen algo en común: normalmente son procesos muy mecanizados, como si fuera una máquina. Me interesa la rutina diaria pero no dejan de ser cosas hechas a mano y tienen ese margen de error. Nunca sabes cómo acabará la pieza», confiesa la artista.

La obra 'Punt i seguit' de Isabel Servera. / Isabel Servera
Sin embargo, destaca que el proyecto en el que más se ha involucrado emocionalmente es Lletrar, un trabajo sobre la tradición mallorquina de tejer palma dedicado a sus abuelos, expertos artesanos: «Me he criado en un ambiente muy cercano a la artesanía. Mis abuelos trataban mucho el garballó (palma): mi abuela vendía gorros y cestas y mi abuelo fue el último de mi familia que supo tejerlo».
Expuso su obra en su casa familiar de Artà, donde reabrió el taller de su abuela, se puso en la piel de una dona de sa llata durante ocho horas tejiendo este y otros materiales e invitó a todos los vecinos a pasear por esa inmersión en la tradición mallorquina. Materiales como el papel, que iba tejiendo y rompiendo queriendo reflejar la fragilidad y la pérdida de la tradición mallorquina. «Vi a gente llorar», recuerda Servera.

‘Lletrar’, uno de sus trabajos más reconocidos. / Carlota Pizá
De Llevant a Nueva York
Tras la vivencia, decidió que a su residencia en Nueva York iba a «llevar un trozo de la isla, de Llevant». «Ha sido un aprendizaje intenso, todavía tengo que procesarlo. Fue un sueño hecho realidad. Al final Nueva York está presente en todas las películas que vemos de niños y tiene ese punto de familiaridad», explica la artista.
Sobre la acogida de su obra en la Gran Manzana apunta que «ha gustado»: «He aprendido que tenemos muy idealizada América pero que nosotros aquí tenemos muy buen producto. Me sorprendió que el producto español allí es carísimo, como de lujo, y nosotros aquí lo tenemos infravalorado. Sobre todo lo que yo llevé, sobre lo artesanal, allí en las grandes ciudades se ha perdido. Podemos estar orgullosos de lo que hacemos aquí en todos los sectores. Allí lo valoran».
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