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El cofundador de Filmin Jaume Ripoll: «Las estrellas de cine causan tensión dos días, los políticos, casi todo el año»

«¿Vale la pena lo que estoy viendo o no me aporta nada? Es lo que debemos plantearnos ante la crisis de elección frente a la abundancia de las plataformas», dice el impulsor del Atlàntida Mallorca Film Festival

Jaume Ripoll, cofundador de Filmin e impulsor del festival de cine Atlàntida

Jaume Ripoll, cofundador de Filmin e impulsor del festival de cine Atlàntida / Guillem Bosch

Raquel Galán

Raquel Galán

Entre los muchos palmesanos que frecuentaban el Hollywood, cerca del antiguo estadio Lluís Sitjar, estaban los jugadores del Real Mallorca durante la época de Serra Ferrer. Tras el mostrador del negocio, el pequeño Jaume Ripoll ayudaba a su padre los fines de semana y recomendaba películas a los clientes habituales. Tuvieron también el Metrópolis y el último fue el Casablanca, situado en la calle Industria, que Ripoll heredó cuando murió quien le transmitió su gran amor por el séptimo arte. El cofundador de la plataforma Filmin e impulsor del Atlàntida Mallorca Film Festival acaba de publicar Videoclub, «un viaje de espectador a distribuidor» con numerosas y divertidas anécdotas. Este sábado a las 12 lo presenta en Rata Corner y tiene un epílogo soñado por cualquier cinéfilo: 300 recomendaciones de películas divididas en 25 listas.

La idea de escribir un libro fue de un editor. ¿Cómo la acogió?

Primero con estupefacción y después con gratitud. Cuando se me pasó el estado de sorpresa e indecisión, porque dudaba de si lo que quería contar interesaría a algún lector, comencé a buscar un tono, una voz. Los primeros meses fueron eso. Escribí cinco capítulos y se los envié al editor con un correo electrónico donde le decía que si no le gustaban, le devolvía el dinero y tan amigos. Afortunadamente le encantaron y continué con el libro.

¿Él también le planteó contar su historia personal?

No. Yo tenía muy claro que no quería escribir un libro sobre la historia de Filmin porque es una creación con Juan Carlos [Tous] y José Antonio [de Luna] y, por lo tanto, yo no soy la única voz. Me parecía que tenía más sentido contar el cambio en la industria de la distribución los últimos 40 años a partir de mis experiencias personales, el camino desde lo que hacía mi padre hasta hoy. Creo que eso sí puede tener un cierto interés.

Comienza desencantado con su pasión y acaba entusiasmado. ¿Escribir ha sido sanador?

Sí debido a que me ha dado la oportunidad tomar perspectiva, ya que a menudo vivimos en la distancia del desenfoque y esta escritura me ha permitido parar. La perspectiva puede provocar cierta nostalgia, aunque por otra parte valoro todo lo que se está haciendo ahora y de algún modo ha hecho que me reenganche al entusiasmo que pudiera haber perdido por el camino.

Apenas se respira nostalgia, excepto al hablar de su padre. ¿Cómo cree que vería el radical cambio en la industria?

Él la anticipó. Esta anécdota no la he incluido en el libro, aunque nunca olvidaré que un verano, el del 96 o 97, dijo que la revolución digital cambiaría la distribución del cine. Estábamos en Calvià con un amigo mío que estudiaba cine en Barcelona y recuerdo que me sorprendió mucho. Ni siquiera existían aún los DVD, por lo que se anticipó hace casi 30 años.

¿Las películas cambian o la esencia es la misma?

Las películas no cambian ni envejecen, sino que es nuestra mirada la que se transforma. La que tengo ahora con 45 años es muy diferente a la que tenía con 20. En cuanto a las películas que se hacen actualmente, sí se ve un proceso de cambio de mirada, con todas las lecturas a partir del género, la responsabilidad social, etc., que están ganando terreno en el cine de hoy en día.

Lamenta, como muchos, el exceso de promoción. ¿Acaba perjudicando al producto?

Depende de cada espectador. Algunos queremos arroparnos en el misterio de lo desconocido y otros prefieren ver los tráilers y conocer los comentarios de más espectadores. Todos hemos ido a ver películas basándonos en eso, pero sí que es verdad que hoy es difícil permanecer ajeno a toda la promoción que se realiza antes de algunos estrenos.

Afirma que los algoritmos «minimizan las decepciones a costa de empequeñecer el mundo del espectador». ¿Cómo se pueden evitar?

De forma directa o indirecta, activa o pasiva, los algoritmos nos condicionan, tanto los de Google como los de nuestras redes y, por supuesto, los de las plataformas que hacen bandera del algoritmo. Cada uno debe ser consciente de por qué ve lo que ve y decidir si quiere modificar esa dinámica. La crisis de elección frente a la abundancia se debe resolver de forma individual, aunque lo que nos tendríamos que plantear es: ¿Vale la pena lo que estoy viendo o no me aporta nada?

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«Nada mejor que la mirada de gratitud de un cliente satisfecho devolviendo una película que le ha entusiasmado».

En esta frase sí hay nostalgia. En el videoclub les veías los ojos, mientras que en internet solo puedes leer los comentarios de quienes escriben. En el Atlàntida vuelvo a ver la mirada de gratitud de muchos espectadores, que de alguna manera toma el testigo de aquella que viví tras el mostrador del Hollywood.

Atlàntida Mallorca Film Festival

El Atlàntida Mallorca Film Festival en el patio de la Misericòrdia / Guillem Bosch

Sus anécdotas dan para más de una escena de película, como la del asesinato en la finca de la calle dels Fideus. ¿Inspiró a Álex de la Iglesia en La comunidad?

No lo sé. Nunca he hablado con él de este suceso, pero es tan parecida la escena de la película que me llevó a establecer una analogía. Se lo preguntaré.

Esboza un retrato de la Palma de los años 80, 90 y principios de siglo. ¿Ha cambiado mucho?

A nivel cultural puede haber una cierta idealización de esa época pero entre la ciudad de los 80 y la actual, posiblemente la de ahora es más bella porque está restaurada. La otra cara es que eso ha conllevado problemáticas como el turismo masivo, la falta de vivienda y la gentrificación, a lo que hay que añadir una gestión cultural que es mejorable.

¿Ha llegado a conocer a Sir Andrew Lloyd Webber, el «señor Caramelo»?

Jaja. No, solo lo que cuento en el libro del festival de Sitges.

¿Sigue siendo un «cinéfilo de plastilina» en cuanto a gustos?

Diría que sí, aunque ahora me siento menos cinéfilo y tengo una visión más de distribuidor. Al ver una película, siempre pienso en si la podremos ofrecer en Filmin, a qué público interesará, cómo llegar a él. Me es más complicado separar mi mirada como simple espectador de la profesional. Ahora disfruto menos, un peaje que tengo que pagar. Pero no es una queja, sino una reflexión.

¿De qué película no se cansa?

Cuando no puedo dormir y me apetece que me acompañe una película, siempre vuelvo a las de Las aventuras de Sherlock Holmes con Vasily Livanov. Me pongo el ordenador al lado de la cama y es mi particular Trankimazin.

Todos hemos visto Amadeus en clase de Música y Senderos de gloria en la de Historia. ¿Ahora se utiliza The Filmin Times?

Mucho menos de lo que me gustaría. Pese a las facilidades tecnológicas, no ha calado en el aula. No es responsabilidad de los profesores, sino de los políticos. Los docentes lo hacen lo mejor que pueden y hay cinéfilos que intentan transmitir su pasión a los alumnos. El problema es que el programa formativo no tiene ninguna consideración hacia el lenguaje audiovisual.

¿Qué habría que hacer para que los adolescentes sean más esponjas y menos erizos ante los clásicos del cine?

En mi caso tuve la suerte de que mi padre y mi hermana me educaron en el cine, pero de lo contrario a lo mejor no hubiera accedido a esas películas. Ahora los jóvenes tienen plataformas como Filmin u otras que facilitan el acceso al canon del cine, que sirve para iniciarse en la afición. Sin embargo, la idea del canon no está suficientemente integrada en la sociedad y el reto es que los nuevos espectadores no acaben perdiéndose ante la inmensidad de clásicos que tienen delante. Sin guías, no acaban de empezar nunca debido a que no saben por dónde hacerlo.

¿Docentes como el que tuvo en el instituto Joan Alcover?

Siguen existiendo, como por ejemplo mi hermana y los demás profesores de Audiovisual, que realizan un trabajo fantástico con sus alumnos. Pero los recursos y el tiempo es tan limitado que no pueden hacer lo que querrían y estos conocimientos tampoco llegan al resto de estudiantes.

El Atlàntida entre bambalinas da mucho juego. ¿Sus úlceras las han provocado las estrellas de cine o también los políticos?

Los políticos mucho más que las estrellas. Estas a lo mejor te causan tensión uno o dos días, pero los gobernantes lo hacen casi todo el año. Por desgracia, para que las instituciones lleguen a cumplir sus promesas hacen falta muchas, muchas, horas de trabajo, y aún así a veces no se cumplen. Eso tensiona el festival, sin duda. Ciertas instituciones todavía no han entendido todo el esfuerzo y la generosidad que hay detrás para que el Atlàntida sea gratuito para el público.

«Si me invitas, volveré». ¿Ya ha enviado la invitación para el Atlàntida a la reina Letizia?

Se la hemos enviado, aunque no ha confirmado que vuelva.

¿Queda el gusanillo de aquel joven que quería ser cineasta o solo era autoengaño?

No quedan ni las cenizas del gusanillo de director de cine. En cambio, del que algún día pensó que podría ser guionista sí queda. No tengo nada en mente, pero si en un futuro soy algo en la parte de creación, sería guionista.

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