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Juan Luis Arsuaga, paleontólogo: "Cuando se cambia el nombre a partes del cuerpo que nos parecen poco nobles, como sobaco por axila, tenemos un problema"

El prestigioso científico dedica su último ensayo a reivindicar la belleza del cuerpo humano y a analizar su complejidad desde el punto de vista evolutivo, vinculándolo además con el arte

El paleontólogo Juan Luis Arsuaga publica ’Nuestro cuerpo’. En la foto, delante de la estatua de ’Diadúmeno’ en el Museo del Prado.

El paleontólogo Juan Luis Arsuaga publica ’Nuestro cuerpo’. En la foto, delante de la estatua de ’Diadúmeno’ en el Museo del Prado. / CARLOS RUIZ B.K.

Eduardo Bravo

El escultor griego Praxíteles fue el primero que representó el cuerpo femenino desnudo. En torno al año 360 antes de Cristo, (o antes de la edad común, ambas fórmulas son válidas), esculpió una estatua de Afrodita que mostraba a la diosa tapándose pudorosamente el pubis. A pesar de lo inusual de la pieza, o tal vez por ello, la escultura fue rechazada por varias ciudades, que se negaron a exponerla y pidieron a su autor versiones en las que la divinidad apareciera algo más tapada.

Así fue hasta que la ciudad de Cnino la adquirió para colocarla en un templo dedicado a Afrodita, cuya planta circular permitía observar la figura desde cualquier punto del recinto. La propuesta artística de Praxíteles y su ejecución fueron tan excelentes que Cnido se convirtió en uno de los destinos turísticos más populares de la época. Tanto es así que, cuentan los griegos, picada por la curiosidad, la propia diosa fue a ver su estatua. Una vez delante de la obra y como prueba de su perfección, Afrodita preguntó: "¿Cuándo me ha visto desnuda Praxíteles?".

La anécdota está recogida en Nuestro cuerpo (Destino, 20223) el nuevo libro de Juan Luis Arsuaga, en el que el prestigioso paleoantropólogo rinde homenaje al cuerpo humano, entendido como una máquina perfecta de gran belleza, fruto de millones de años de evolución.

No quise hacer otro atlas de anatomía, sino una guía de exploración de nuestro propio cuerpo que invita a conocerlo mejor"

"Es una historia que no se había contado antes. Si bien existen muchos libros de anatomía, casi todos son de medicina", explicaba ayer al mediodía el autor ante la estatua del Diadúmeno, réplica romana de un original en bronce de Policleto fechado hacia el 420 de la era común y expuesto en una de las salas del Museo del Prado. "Me di cuenta de que conocía el cuerpo humano como cadáver, en la mesa de disección, del mismo modo que mis alumnos conocen el cuerpo a través de las diapositivas. Por eso, no quise hacer otro atlas de anatomía, sino una guía de exploración de nuestro propio cuerpo que invita a conocerlo mejor", comenta Arsuaga, que confiesa que al escribirlo "me he despelotado e invito a que el lector haga lo mismo. De hecho, a veces cuento en el texto que, si tal vez estás leyendo en el autobús, la gente te pueda mirar un poco raro".

Una máquina perfecta

"El cuerpo humano es la pregunta; la evolución es la respuesta", afirma Arsuaga en Nuestro Cuerpo, un ensayo que él califica de novela por la que transitan personajes como Descartes, la Reina Cristina de Suecia o Miguel Servet. Con un lenguaje accesible y un tono cercano al lector, el científico aborda aspectos sobre el cuerpo humano y su transformación a lo largo del tiempo. Por ejemplo, lo fascinante que supone el pie desde el punto de vista evolutivo en comparación con las extremidades inferiores de otros animales, la asombrosa optimización de la energía que hace el cuerpo humano, que le permite moverse consumiendo muy pocas kilocalorías, o si realmente el cuerpo humano apenas ha cambiado del cuello para abajo desde hace dos millones de años o es una adquisición exclusiva del homo sapiens y, por tanto, apenas tiene un cuarto millón de años.

Junto con ese tipo de cuestiones, el libro también intenta dar respuesta a otras preguntas aparentemente anecdóticas, que explicarían muchos aspectos sobre nuestra especie. Entre ellas, ¿por qué los humanos tenemos tan grande el glúteo mayor? ¿Es una cuestión biomécánica o responde a razones de atracción sexual? O, si los humanos somos realmente chimpancés gigantes, ¿cuándo pegamos ese estirón y por qué no todas nuestras extremidades y órganos han crecido de manera proporcional? En otras palabras, y como explicaba Arsuaga, "si un ser humano es tres veces un chimpancé, los testículos del Diadúmeno deberían ser el triple de grandes". Una situación cuya respuesta no solo está en la evolución, sino también en la cultura: los griegos, en su afán por potenciar la belleza del cuerpo humano, se inventaron un ideal anatómico al que incorporaron cosas que no existen o ignoraron detalles que no les parecían estéticos.

Arsuaga, estudiando las proporciones helénicas.

Arsuaga, estudiando las proporciones helénicas. / Carlos Ruiz B.k.

"Ahora está muy de moda el six-pack, esas seis onzas en el abdomen. Pero a los griegos eso no les gustaba. Ellos preferían el arco griego o el cinturón de Adonis, que gusta tanto a los deportistas pero que no es más que es una idealización griega. Si me lee Sergio Ramos, que sepa que algunos detalles anatómicos del Diadúmeno no se pueden conseguir en la realidad", bromeaba Arsuaga, que acababa el repaso a la idealización helénica del cuerpo recordando un fragmento de Las Nubes: "En la comedia de Aristófanes, que en el fondo es una crítica a Sócrates, hay un personaje que le explica a otro cuál es el ideal de belleza del hombre de la época y que sería: un culo grande, unas espaldas anchas y, aquí utilizaré el término griego verdadero, no el que se ha utilizado habitualmente en las traducciones, una polla pequeña".

Conocerse, cuidarse, quererse

Nuestro cuerpo es, como sostenía el mandato délfico, un tratado para que el lector se conozca a sí mismo y aprenda a cuidarse y quererse, empezando para ello por la aceptación del propio cuerpo. "En el libro hago un elogio de diferentes partes con gran interés anatómico, como la axila o, mejor dicho, el sobaco porque, cuando se cambia el nombre a aquellas partes que nos parecen poco nobles, lo que estamos transmitiendo es que tenemos un problema con ellas", comenta Arsuaga que, de nuevo, recurre a la cultura clásica para defender su planteamiento.

Preguntaré a los presentes cuántos consideran que el cuerpo humano es bello, en comparación con el de otros animales como un caballo o un leopardo. Creo que, si son sinceros, no muchos levantarán la mano"

"Para los griegos el hombre era la medida de todas las cosas. Ellos eran una sociedad austera, que no hacía pirámides sino obras a escala humana y valoraba la belleza del cuerpo tanto en lo que se refiere a lo físico como a lo intelectual. Para los griegos, la belleza era calidad de vida, como es calidad de vida venir al Prado que, además, es gratis", defiende Arsuaga, que ha elegido justamente el auditorio de la pinacoteca para la presentación del libro el próximo 13 de junio a las 20:30 horas. "Comenzaré el acto preguntando a los presentes cuántos consideran que el cuerpo humano es bello, en comparación con el de otros animales como un caballo o un leopardo. Creo que, si son sinceros, no muchos levantarán la mano", adelanta Arsuaga, que no oculta su deseo de que la lectura de su ensayo cambie esa pudorosa percepción.