Entrevista

Víctor García de la Concha: “El dolor purifica y te lleva a adentrarte en ti mismo, como escritor o como lector”

El exdirector de la RAE publica 'Grandes páginas de la literatura española', donde repasa la obra de algunos de los grandes nombres de nuestras letras, muchos de ellos amigos

Víctor García de la Concha, el día de la entrevista.

Víctor García de la Concha, el día de la entrevista. / José Luis Roca

Juan Cruz

Los ojos de Víctor García de la Concha (Villaviciosa, Asturias, 1934) se parecen hace rato al paisaje que mira. Es una llanura que vence las fronteras de Madrid por Rosales. Él se sienta a escribir o a leer como si el tiempo le fuera dando las palabras que precisa para ser feliz, o para atormentarse, pues su lectura va desde los poetas vencidos o tristes a algunas facetas imborrables, por ruines, o por extraordinarias, de la historia que esos escritores, de todos los siglos, han sufrido.

Ahora este académico, uno de los más importantes soportes de la Real Academia Española que dirigió, de las cátedras que ha presidido y del Instituto Cervantes, al que le dio talento y visión americana, acaba de publicar un libro (Grandes páginas de la literatura española, Espasa) que también lo ha llevado (ante nosotros, seguramente también en privado, en esta casa que parece un barco en Madrid) a llorar. Congoja y pasión, efecto mayor de la literatura del dolor y de los afectos.

Su manera de referirse a poetas o narradores del remoto pasado, como si los tuviera al lado, se intensifica cuando esos nombres propios (Jaime, Ángel, Claudio, Paco, Pepe) se identifican solo con un golpe de vida, pues todos los poetas, los viejos e incluso los más jóvenes que él ha cuidado o transitado, están en su alma y, cuando se tercia, también en su lagrimal poblado de memoria.

Ante ese paisaje de mar extraño hablamos uno de estos jueves. Por la tarde iría a la Academia. Siempre está disponible para decir cómo está, también cuando le piden que sea, como un soldado laico, intérprete de la mejor literatura española, como es el caso. 

P. ¿Cuál ha sido su relación con la literatura a lo largo de la vida?

R. Yo tuve la suerte de tener un padre, que era juez, muy lector. Siguiendo su ejemplo, yo empecé a leer mucho a los 11 años y él me preguntaba sobre lo que leía o qué me llamaba la atención, para luego recomendarme libros… de manera que me convertí en un lector temprano.

P. ¿Y cuál fue el primer libro que le produjo un chispazo emocional?

R. El señor de Bembibre. Es una novela del siglo XIX, de Enrique Gil y Carrasco, que me era cercana porque hablaba de un paisaje que yo conocía: la zona del Bierzo. La comentaba con mi padre, le preguntaba cosas concretas…

Empiezo por echarle un primer vistazo al libro y, si veo que me interesa, voy a la lectura detenida. Voy haciendo anotaciones, marcas… para luego reconstruir la lectura"

P. ¿Cuál es su modo de leer?

R. Empiezo por echarle un primer vistazo al libro y, si veo que me interesa, voy a la lectura detenida. Voy haciendo anotaciones, marcas… para luego reconstruir la lectura. Ese es mi modo, como tú dices.

P. ¿Cuál es el libro que más ha releído?

R. No me atrevería a decirlo. A ver: ahora, o desde hace unos años, vuelvo mucho a Teresa de Jesús.

P. ¿Por qué cree que los libros de ella son exactamente para usted?

R. Pues… Teresa es una mujer que leyó montones de libros de caballerías y luego eso se nota en sus libros, ¿no? Y eso me gusta mucho.

Víctor García de la Concha.

Víctor García de la Concha. / José Luis Roca

P. ¿Qué es lo que le ha importado más en su vida de estudioso: enseñar o aprender?

R. Es que las dos cosas van unidas. Aprendo para enseñar, releo para enseñar, voy a dar una conferencia y releo. En definitiva, uno siempre lleva debajo del brazo sus lecturas fundantes, por decirlo así.

P. ¿De qué le ha servido lo que ha leído para interpretar la vida de este país?

R. Bueno, yo tuve una formación eclesiástica, en España y en Italia. En la Universidad Gregoriana, donde estudié en Roma, te enseñaban a estudiar para vivir. Fue una experiencia de formación sobre una pauta que enseñaba a leer para entender todo lo que te rodeaba. Y así lo he hecho siempre. Yo leo para todo, para todo.

P. Como servidor público, ¿cómo ha visto este país?

R. Los últimos años me pareció un país que tiene un camino señalado, pero que está balanceándose entre determinadas ideas o principios, con titubeos, dudas…

P. ¿Qué es la literatura para usted?

R. Los grandes autores que van cuajando, y que llamamos clásicos, marcan un canon que uno va siguiendo. Pero después va cambiando la vida, la política, el modo de estudio… y entonces dices: ¿cuál sería el modelo que debemos promocionar? Yo pasé varios veranos en Alemania y ver cómo se rehízo ese país después del nazismo me hizo pensar: ¿cuándo asentaremos algo así en España?

P. ¿Y qué se responde?

R. Me respondo que la Universidad debería estar más ocupada de algo así.

P. ¿Qué significa para usted la generación que viene del 27 y que sufrió la guerra?

R. Bueno, yo tuve la gran suerte de conocer a alguien como Dámaso Alonso. Yo era catedrático de instituto en Santander y siempre iba a la biblioteca Menéndez Pelayo y un día el director de la biblioteca me invitó a Oviedo a recoger a Dámaso Alonso, porque iba a darnos unas conferencias en Santander. Bueno, pues todo el camino tanto el director de la biblioteca como don Dámaso fueron haciendo un balance negativo de la vida literaria española. Yo iba conduciendo y los escuchaba y llegó un momento en que les dije: "pero, hombre, ¿no hay nada de lo que hoy se escribe que les interese?" Don Dámaso me dijo: "pues si usted cree que vivimos en el mejor de los mundos…" Le contesté que no, que nosotros estábamos leyendo a su generación, pero que también creía que había una nueva línea de escritura, como la de Pepe Hierro, que estaba muy bien.

P. La época de la guerra fue muy dura y, sin embargo, dio buena literatura.

R. Claro. Porque el dolor purifica, te lleva a adentrarte en ti mismo, como escritor o como lector, eh. Esa época fue dura, pero esa generación supo afrontar lo que habían vivido.

En los últimos años España ha tenido grandes avances, pero la guerra y sus consecuencias todavía están presentes entre nosotros. Y sin las obras de aquellos autores no entenderíamos ese periodo"

P. ¿Porque afrontaban con gran fortaleza lo que habían vivido?

R. Porque están escribiendo de vivencias, están trasladando al papel lo que son vivencias personales y por eso tienen mucha fuerza. En los últimos años España ha tenido grandes avances, pero la guerra y sus consecuencias todavía están presentes entre nosotros. Y sin las obras de ellos no entenderíamos ese periodo. Ellos lo vivieron de cerca y pudieron encarnar en sí mismos lo que era eso. Eran gente muy marcada.

P. ¿Cómo ve ahora la consecuencia, y el dolor, que supuso el asesinato de Lorca?

R. Como un crimen descarnado que se produce en medio de la amistad. Es terrible. Yo he leído muchísimo sobre Lorca, y sus compañeros quedaron marcados por su asesinato. Dámaso Alonso me contó que sintió la necesidad de averiguar qué había ocurrido exactamente y que también se preguntó: ¿por qué él sí y yo no?

Dámaso Alonso me contó que sintió la necesidad de averiguar qué había ocurrido exactamente con Lorca y que también se preguntó: ¿por qué él sí y yo no?"

P. Esa época también fue despiadada con Miguel Hernández.

R. Sí. Cuando estuve en Zaragoza tuve la fortuna de vivir con Agustín Sánchez Vidal, un gran especialista en Miguel Hernández. Él había hablado con todos los cercanos a Miguel y me contó lo que le dijeron y, gracias a eso, yo lo leí a Miguel Hernández de otra manera.

P. Pepe Hierro, a quien también nombra aquí, vivió como un perseguido, desde la cárcel y en la libertad…

R. Mira: cuando yo fui director de la Academia Pepe Hierro tenía una gran amistad con Domingo Induráin, por Santander, y Domingo me hablaba mucho de Pepe. Bueno, pues yo llamé a Pepe y le dije que él tenía que ser académico. Que su gran amigo Induráin estaba obsesionado con su presencia en la Academia y que estaba en él decidir si la amistad le animaba a acceder a ser académico. Dijo que sí y lo elegimos, pero nunca logré que leyera el discurso.

P. ¿Por qué?

R. Él decía que su discurso tenía que ser un estudio muy documentado, muy serio. Yo le dije que no era algo estrictamente necesario, que podía hacerlo más sencillo. Pero… no quiso y luego se murió. No entró en la Academia y era de la Academia.

El escritor y académico, rodeado de libros en su casa.

El escritor y académico, rodeado de libros en su casa. / José Luis Roca

P. ¿Qué significa para usted la poesía?

R. La poesía nos da el hecho de que la palabra tenga toda la fuerza. El Evangelio de Juan dice que en el comienzo fue la palabra, pero no nos dice cuál será el final. Todo queda abierto. Entonces, la literatura es la tentativa de eso. Una buena novela se convierte en vida por la palabra.

P. Aquí hay varios nombres propios que le digo y sabemos bien a quién nos referimos. Por ejemplo: Jaime, Paco, Ángel, Claudio.

R. Sí, sí. Una gran emoción estos nombres propios. Con Carmen Martín Gaite y con Josefina Molina hicimos una película y… Carmen era tan vital que decía: “¡niñas, canten todas!” Y eso significaba que teníamos que empezar a hablar. Pero mejor te cuento una cosa maravillosa de Carmen. Yo dije que llevar a Sánchez Ferlosio a la Academia sería maravilloso, y un día llamé a Carmen y la invité a cenar. Nada más entrar al restaurante me dijo: "supongo que no serás tan maleducado de decirme que quieres que Ferlosio entre en la Academia, ¿verdad?" Yo le dije: "pues, mira, la verdad es que sí, te invité para hablar de eso". Y dijo: "pues nada, nos levantamos y nos vamos". Bueno, se calmó y cenamos y al final me dijo que ya sabía yo lo que ella pensaba de Ferlosio y ya está. Y lo que ella pensaba es que, efectivamente, Ferlosio debía estar en la Academia.

P. Su libro termina con una oda personal a Javier Marías.

R. Yo no conocía a Javier Marías. Lo conocí en la Academia y ahí nos hicimos amigos de verdad. Su gran enseñanza fue que hay que ser fiel a lo que uno piensa. Pues yo he tratado de aplicarlo. Javier fue un verdadero regalo para la Academia, la verdad.