Cómic

¿Realidades alternativas o alteradas?

Decidan ustedes lo que prefieren, tienen tebeos para que les acompañen en todas las opciones

¿Realidades alternativas o alteradas?

¿Realidades alternativas o alteradas?

Álvaro Pons

Nos dice la ciencia que lo que vemos es una elaborada recreación que hace nuestro cerebro de la información que dan nuestros sentidos. Una especie de 'Matrix' biológica desarrollada para la supervivencia, pero que nuestro cerebro aprovecha para edulcorar adecuadamente según nuestras necesidades. Igual que nuestra memoria se construye según nuestro presente, nuestro presente se adapta a la experiencia de nuestro pasado, en un peligroso ciclo en el que se puede perder en algún momento el contacto de la realidad. Algunos autores han aprovechado para desconectar completamente y explorar dimensiones alternativas, como hace Lewis Trondheim en la divertidísima ¡Por Tutatis! (Astiberri, traducción de Rubén Lardín) que se apropia del universo de Astérix y Obélix para unirlo al de Lapinot, su famosa creación. Lo que podría ser un simple pastiche o una sátira acerada sobre dimensiones alternativas es, en manos del francés, una oportunidad para reflexionar, desde el humor y la ironía, sobre los tópicos de la famosísima serie de Goscinny y Uderzo, pero también para indagar sobre la conexión entre realidad y ficción representados aquí como dos universos paralelos permeables, como representaciones espejadas de una misma realidad en la que las pequeñas diferencias aportan una valiosa información sobre cada uno de los mundos, el del autor y el del lector, pero siempre manteniendo un respeto reverencial que convierte a esta historia alternativa en, paradójicamente, una de las mejores historias del galo y su obeso amigo.

¿Realidades alternativas o alteradas?

¿Realidades alternativas o alteradas?

No siempre es tan fácil: para muchos, encontrar la puerta para entrar en esa realidad alternativa precisa de "ayudas" químicas que llevan a mundos de apariencia novedosa que, por desgracia, resultan ser percepciones alteradas de un mundo del que se quiere escapar. Lorenzo Montatore ya había explorado la acción de las drogas en ¡Cuidado que te asesinas!, pero su nueva obra Aquí hay avería (ECC Cómics) es un aterrador descenso a la autodestrucción de la adicción. Con su peculiar estilo deudor tanto de la vanguardia gráfica de los autores del 27 como de Bruguera, con una potente e impactante paleta y con atrevidas incursiones en lo onírico, Montatore construye la tragicomedia de Viti y su dependencia de la demoledora abismina, una droga que directamente instilada en el ojo adultera su percepción hasta secuestrarle de su propia existencia. El existencialismo del dibujante contrasta con la sencillez de su trazo, pero logra actuar directamente sobre el lecto, rompiendo las barreras de su percepción para entender el devastador efecto de la adicción sin caer en la fácil moralina.

¿Realidades alternativas o alteradas?

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Pero si hay un autor capaz de analizar esa realidad por la que transitamos con la precisión de un bisturí es Max. La nueva obra del premio nacional de cómic toma como título una palabra que podría esconder el sentido de la vida: Qué (Salamandra Graphic, versión en catalán por Finestres). Palabra que es capaz de esconderse detrás de pronombre, adjetivo, adverbio, sustantivo, conjunción y hasta interjección, como quizás la vida se esconde detrás de tantas apariencias a las que nunca damos importancia. Pero, sobre todo, la dichosa palabra de tres letras representa interrogación, su respuesta y la exclamación con la que respondemos a la misma, que es, más o menos, lo que hacemos con nuestra vida. Para Max, el viaje iniciático se inicia con estas tres letras, en una exploración donde la ironía del artista se apropia del collage de Max Ernest o de la mordacidad de Vázquez para no dejar títere con cabeza de la realidad que nos rodea. Su visión alternativa es una deconstrucción en toda regla del mito, que evita el canon derridiano para abrazar el de Cifré y Conti mientras lanza dardos con curare desde la figura de ese amargado que destruye el mundo a paso firme con mandobles de soberbia y supuesto conocimiento. Y el problema es que cuando reímos a carcajada reconociendo a este nuevo Don Berrinche, Max deja caer el velo que cubre esa viñeta que resulta ser un espejo.

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