Entrevista

Elvira Lindo: “El rencor es un mal alimento”

La autora regresa con 'En la boca del lobo', su última novela, a la ficción y a la infancia, uno de los grandes territorios de su literatura

Elvira Lindo.

Elvira Lindo.

Juan Cruz

Frío, maldad, miedo. “La maldad”, dice Elvira Lindo desde que hace su primera cita, “forma parte de nuestro bello mundo”. Y a partir de ahí todo se cubre de ese manto tierno y terrible en el que los niños van descubriendo la naturaleza de los temores, causados por los mayores, animados como alimañas inquietas por las fantasías. Leer el libro es tocar a una persona, que primero es una niña cuyos adultos, alrededor, tratan de situarla en el justo punto en que no se puede mover. Niña para toda la vida. Pero ella se zafa. De esa manera de zafarse se compone la sintaxis de la novela.

La novela se titula En la boca del lobo (Seix Barral). Hablamos con ella en su casa, a media luz. Ella mira, siempre mira Elvira Lindo, como si ella también tuviera en el rostro las preguntas que le vamos a hacer. Las adivina o las requiere, siempre está al acecho, con aire de pájaro que no pierde ni una letra de lo que escucha.

Hay sosiego en la casa, mucho sosiego, pero conviene advertir que este es un sosiego lleno de alarma, como si Elvira Lindo no estuviera de veras nunca quieta. Aunque no se mueva. Esta es la entrevista.

P. Al principio hay una frase que marca todo el libro: “La maldad forma parte de nuestro bello mundo.”

R. No es una frase mía. Es de Mary Oliver. La elegí porque ella es una poeta que tiene algo espiritual e iba con la historia que yo iba a contar. Es que, además, en este libro hay un diálogo entre las almas. Los personajes están en un momento de sus vidas en el que sólo pueden contar verdades. Por eso elegí la frase, porque va con el tono. Vivimos en una época en la que muchas palabras se han banalizado y procuro que en mis historias las palabras tengan el peso adecuado. Entonces, cuando se habla de maldad, no quiere decir que todo el mundo sea malo. Quiero decir que eso es algo que forma parte de la naturaleza humana.

P. ¿Dónde encuentra hoy la maldad?

R. Creo que hoy en la sociedad hay una maldad que tal vez no se note tanto, que es la indiferencia. Vivimos un momento en el que pocos tienen mucho y muchos tienen muy poco. Y hay mucha indiferencia en ese aspecto, ¿no? Pues ahí está la maldad.

P. ¿Cómo concibió a la niña que puebla el principio del libro?

R. En un primer momento iba a ser algo más simple. Pensé que hay veces que dejamos atrás quien hemos sido, en este caso la niñez, y que hay sitios que visitas en esa etapa de la vida que se quedan fijados en ti. Pero… me supo a poco una simple nostalgia de la infancia, ¿sabes? Entonces empecé a pensar en el desamparo de los niños que no están bien cuidados por sus padres. Eso es algo basado en conversaciones que yo he tenido con dos personas que sufrieron ese tipo de desamparo. Eso también me lo podía haber contado un psicólogo. Pero, mira, no. Porque cuando tú tienes un testimonio de alguien que ha vivido esa situación, todo es mucho más revelador. Estos días he estado leyendo sobre el caso del niño de La Rioja [asesinado por un pederasta] y… me pongo en la piel de los padres en el juicio, ahí, escuchando todo lo que sufrió su hijo, y creo que en ese caso no hubo más remedio porque es lo que tiene un proceso de justica. Pero tratar el caso en los medios sí requiere más cuidado, porque se trata de personas heridas. Por eso yo decidí acercarme a este tema usando los recursos de la fábula, del cuento… Y quise resaltar que esas personas tienen una herida pero que no están condenadas a la desgracia.

P. ¿Su infancia forma parte de la infancia que cuenta en este libro?

R. Forma parte el entorno, la atmósfera, la humanidad de las personas con las que me crie… Es decir: no soy ajena al ambiente en el que transcurre el libro, pero sí a la historia de la niña. Tal vez lo que sí viví yo es el miedo. Mira: mi infancia se alimentó de cuentos de miedo porque los mayores no pensaban que eso pudiera entrar en tus sueños. A mí me contaban cuentos que generaban mucho miedo en un niño. Eran cuentos de niños perdidos o raptados o que se engordaban para luego comérselos, cosas así. Tal vez nos los contaban con la idea de prevenirnos, de decirnos que en cualquier momento podía saltar el peligro, no lo sé.

P. Esas amenazas hacia los niños se han ido renovando, ¿no?

R. Pues… ha ido habiendo una merma de la libertad de los niños. Recuerdo que cuando nosotros llegamos a Madrid, nos movíamos con mucha libertad por descampados o en muchos sitios. Y creo que esa libertad ya no existe. Como que los adultos los hemos sobreprotegido demasiado, tal vez de manera justificada, no lo sé. Yo pertenezco a una familia muy extensa, y ahora muchos niños crecen en familias de dos o tres personas, y eso cambia completamente la infancia porque todo es una convivencia entre pocos. Ahora los padres son muy conscientes de lo que ven los niños, de la información que reciben… La verdad es que yo me siento aliviada de haber tenido hijos en una época anterior porque la época de hoy me parece muy complicada. Porque los niños están sometidos a unos estímulos que los puede llevar a tener estrés y ese tipo de cosas.

Como tengo una vida pública, siempre me encuentro con alguien que quiere hacerme daño. Alguien que quiere llamar la atención haciéndote o diciéndote algo malo"

P. ¿Hay miedos que heredó de la niña que fue?

R. Sí. Bueno, yo en la infancia le tenía miedo a cosas irreales, ¿no? A los fantasmas y todo eso. Y creo que durante varios años de adulta los seguí tendiendo. Hoy creo que sigo tenido miedo a las personas que quieren hacer daño. Como tengo una vida pública, siempre me encuentro con alguien que quiere hacerme daño. Alguien que quiere llamar la atención haciéndote o diciéndote algo malo.

P. Cuando aborda un tema delicado, ¿para le qué sirve la literatura?

R. En esta novela me ha servido para tener otra vida dentro de la mía. Y cuando conté la vida de mis padres, me sirvió para ordenar mi pasado.

P. ¿Aligeró el miedo con ficción?

R. Es que este libro ha sido muy emocionante escribirlo. Porque me he estado moviendo en un terreno muy conocido y para mí ha sido como volver al paraíso infantil, a la gente con la que crecí, a la naturaleza entre la que viví y que vuelto a oler, a admirar… Es algo que nunca había escrito, ¿sabes? Me refiero al vuelo de un pájaro o a la caída de las hojas o a relacionar la vida de los animales con la vida de las personas. Eso ha sido pura fiesta.

P. ¿Y cómo nació la necesidad de contar esta historia?

R. Yo conozco bien la comarca, pero un día subí a la aldea más alta, porque me estaban haciendo un reportaje en la televisión valenciana, y me pareció un lugar muy extraordinario, muy bonito y pensé: yo tengo que volver aquí. Y volví. Y en esa segunda visita fue cuando empecé a pensar en personajes y, a partir de ahí, todo fue una alegría constante. Porque es un sitio tan rico, tan diverso, hay tanta agua…. Todo eso me hizo pensar en las tardes infantiles en que los niños nos movíamos de un lado a otro. Pero luego ya se complicó la cosa y empecé a pensar en las almas que andan por ahí.

Yo he tenido una vida muy movida, complicada, desde la niñez. El otro día pensaba que, por haber tenido muchas experiencias, me olvidé de madurar. Y seguí siendo muy inocente para muchas cosas"

P. ¿Eso es lo que se quedó en usted desde que era niña?

R. Yo he tenido una vida muy movida, quizá convulsa, complicada, desde la niñez. El otro día pensaba que precisamente por haber tenido muchas experiencias, me olvidé de madurar. Y seguí siendo muy inocente para muchas cosas. Pero ya me di cuenta de que eso se debe a la prisa que siempre tengo por hacer todo. Hacer de todo y pronto.

P. ¿Todavía?

R. No. Ahora tengo una vida mucho más tranquila, más sosegada, con un tiempo definido para cada cosa. De trabajo, de familia, de amigos y personal.

P. Es curioso que aquí se pronuncia poco la palabra alegría.

R. Sin embargo está, eh. Está. Parece que los finales terribles tienen más prestigio en la literatura que los finales llenos de esperanza y yo creo es algo injusto. Porque no me parece bien condenar a las personas por las desgracias del pasado.

Escuchar la radio por la mañana y leer el periódico…. me produce la sensación de vivir en un mundo incontrolable"

P. Aquí también hay mucha perplejidad. ¿A usted qué le deja ahora perpleja?

R. Muchas cosas. Ya tan sólo escuchar la radio por la mañana y leer el periódico…. me produce la sensación de vivir en un mundo incontrolable. Leo sobre esa empresa americana que va a comenzar a hacer emisoras de radio con voces creadas por Inteligencia Artificial y… no acabo de entenderlo. Pienso que eso, la Inteligencia Artificial, nos va a cambiar como seres humanos, ¿no?

P. Como el rencor, ¿no?

R. El rencor es un sentimiento que hay que mantener a raya. Porque es doblemente negativo: para la persona hacia la que sientes rencor y para ti mismo. El rencor es algo que te ensucia. Hay veces que hay rencores justificados, no digo que no. Hay muchas situaciones de la vida que son perdonables y otras que no. Pero… el rencor es un mal alimento, ¿no? Tienes derecho a sentir rencor, pero es algo que no te hace bien.

P. Aquí hay silencio, pero también música. De Patti Smith, por ejemplo.

R. Bueno, Patti Smith y varias canciones italianas, que son muy importantes aquí.

P. Ya. Pero es que esas no me las sé.

R. Pues eran canciones que se bailaban en las fiestas de los pueblos. Lo interesante es el silencio. Uno llega al campo y nos parece que hay silencio, pero no. Si uno pone atención, en el campo nunca hay silencio.

P. Hay algo que dice la protagonista que también se le puede preguntar a la autora: “¿Cómo soy yo y cómo es mi vida?”

R. Jajajajaja. Cómo soy yo es muy difícil decirlo. Yo siempre que veo a las personas definirse, noto un ego desmedido y no me gusta. Yo prefiero que me vean los demás. ¿Y cómo es mi vida? Eso es algo que me he preguntado varias veces. A veces ha sido desgraciada, pero ahora… ¡ahora me quedaría en este presente! Porque creo que es en la madurez cuando se puede tener la mayor serenidad y felicidad en la vida.

Quien ha vivido un desamparo de niño, lo lleva toda la vida. Es una herida que se abre de vez en cuando y crea miedos y ansiedad"

P. ¿Qué consecuencias tiene la intimidación que se les hace a los niños?

R. ¿En el futuro? Pues… haber sido intimidado en la infancia tiene consecuencias muy significativas y que te marcan de por vida. Ahora, como todos hablamos tanto de nosotros mismos, la gente le pone la palabra trauma a cualquier circunstancia, a cualquier dificultad que haya tenido en la vida. Eso también es verdad. Pero creo que aquí yo no banalizo la palabra trauma. La niña ha tenido un verdadero trauma. Quien ha vivido un desamparo de niño, lo lleva toda la vida. Es una herida que se abre de vez en cuando y crea miedos y ansiedad, por ejemplo.

P. En fin, que este es un libro lleno de miedo.

R. Sí, pero también es un libro que me está dando muchas satisfacciones porque yo quería que el lector sintiera desde la primera página que algo no está funcionando bien, que hay algo oculto y que luego fuera descubriendo, poco a poco, a qué responden los comportamientos de los personajes. Que se dé cuenta del porqué de la existencia del dolor en la vida de dos personas y del porqué una herida siempre está tierna. Pero que también sepan que la vida merece la pena.

P. Al final del libro hay una pregunta que subrayé para hacérsela a usted: “¿Cuándo nos vamos definitivamente de los sitios?”

R. Uy, pues eso es algo muy difícil. Yo de algún sitio me he ido definitivamente. Pero también hay dos o tres de los que sé que no me he ido y por eso es difícil volver. Yo no me he ido definitivamente de Nueva York, porque fue determinante en mi vida. Yo no me he ido del todo del pueblo de mi madre. Yo no me he ido del todo del barrio de mi adolescencia en Madrid.