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Javier Gutiérrez llega a Mallorca con 'Los santos inocentes': «Los señoritos de hoy son los del Ibex 35, quienes manejan los hilos»

«Nos hemos transformado en una sociedad anestesiada y hace falta que nos revolvamos un poco para despertar», afirma el reconocido actor, ganador de dos Goya y una Concha de Plata

El actor Javier Gutiérrez actúa en el Auditorium este viernes y sábado

El actor Javier Gutiérrez actúa en el Auditorium este viernes y sábado / redacción. palma

Redacción

El reconocido actor Javier Gutiérrez, ganador de dos Goya y una Concha de Plata, llega a Mallorca para interpretar al protagonista de Los santos inocentes, la versión teatral de la novela de Miguel Delibes. Se representará este viernes y sábado en el Auditorium de Palma.

¿Había señoritos Iván en la moción de censura?

Sí. Están todos los días en el Congreso. El señorito Iván sigue muy presente en esos políticos que continúan mofándose del Ingreso Mínimo Vital llamando paguita a una ayuda que muchas familias necesitan para subsistir, que han protagonizado las colas del hambre y las pasan canutas para llegar a fin de mes. Hemos visto un espectáculo patético de políticos que están ahí gracias a los votos de los ciudadanos, no nos olvidemos, para servir al país, no a ellos mismos, que es lo que parece muchas veces. Se siguen mofando y tratándonos como a animales, como a Paco el Bajo.

¿Quién es Paco hoy en día?

Los muchísimos ciudadanos que cogen el metro a las seis de la mañana para ir a trabajar 12 o 14 horas, seguramente sin contrato y cobrando muy por debajo del salario mínimo, con miedo a ser despedidos y que no ven más allá de lo que dicta su patrón. Parece mentira que Los santos inocentes, esa gran novela de Delibes, esté ambientada en los años 60 y que en 2023 sigamos prácticamente con los mismos problemas.

¿Qué preocupa más, que la brecha social continúe o ciertas formas de actuar?

Creo que está ligado porque la falta de sensibilidad y respeto a los ciudadanos provoca esa distancia social todavía casi insalvable a día de hoy. Aunque se desarrolla en un cortijo de la España profunda, puede extrapolarse a cualquier ciudad o pueblo de nuestro país en la actualidad, ya que continúa habiendo mucha gente que está trabajando en condiciones muy penosas e inhumanas.

Y no lo queremos ver.

Me da la impresión de que nos hemos acostumbrado a ello en cierto modo porque nos hemos transformado en una sociedad anestesiada. Hace falta que nos revolvamos un poco, deberíamos sacudirnos entre nosotros para despertar. Me quedé estupefacto cuando cierta clase empresarial –no se puede generalizar– puso el grito en el cielo por una reducida subida del salario mínimo, pese a haber directivos de empresas del Ibex que se embolsan cantidades pornográficas. Y los ciudadanos no hacemos nada. La pandemia nos ha acabado convirtiendo en una sociedad más egoísta, más individualista y menos empática con el otro. Creíamos que íbamos a salir mejores, pero ha ocurrido todo lo contrario. Aplaudíamos a los sanitarios y ahora mira cómo les tratan, al menos en Madrid.

Afirma que la versión teatral de Los santos inocentes «aporta algo de luz». ¿En esta historia cabe el optimismo?

Sí. Es una de las grandes bazas de esta adaptación teatral que han creado Fernando Marías y Javier Hernández-Simón. Desde la primera frase apuntan a ello, cuando Paco el Bajo dice que lo principal es la escuela, instruirse. La obra es muy respetuosa y muy delicada con el texto de Delibes, pero al mismo tiempo otorga una gran importancia a la educación. La generación de Paco y Rémula fue ofendida y humillada porque no tuvo la oportunidad de ir a la escuela, aunque intuyen que la generación de sus hijos podrá ser más libre gracias a la educación. En este sentido creo que aporta algo más de luz que la novela y hay que destacarlo.

Javier Gutiérrez en una escena de 'Los santos inocentes'

Javier Gutiérrez en una escena de 'Los santos inocentes'

En La isla mínima, por la que fue tan galardonado, la sombra del franquismo también está muy presente. ¿Elige las obras por conciencia social?

No. En algunos casos son los directores los que me eligen a mí y, cuando yo puedo escoger, me centro en los buenos guiones. Es cierto que me gusta implicarme con papeles como los de La isla mínima, Modelo 77, Los santos inocentes y otros de tipo social y político. Sin embargo, también debo llenar la nevera haciendo trabajos quizá más ligeros y no ocurre absolutamente nada. En este sentido, mi carrera no está milimétricamente ideada, sino que voy a salto de mata. No creas que soy un actor que escoge los proyectos concienzudamente.

Ha logrado no encasillarse, pero ¿qué tienen los personajes que más le atraen?

Me atrae el riesgo, salir de mi zona de confort y hacer trabajos para sorprenderme a mí mismo. También me gusta ir cambiando de medio, como cuando estoy en una serie televisiva y de pronto surge la oportunidad de saltar al teatro, que a los actores nos pone los pies muy en la tierra.

Afirma que es como gasolina para su profesión.

Necesito el teatro en mi vida porque el escenario te otorga ese punto de realidad que a veces se pierde ante las cámaras. Tienes que enfrentarte directamente al público y, pase lo que pase, eres prácticamente el dueño de todo el proceso creativo. En cambio, en el cine y la televisión no sabes que sucederá con tu trabajo. Todo se cocina en la sala de montaje y puedes quedar en buen lugar, mal o incluso desaparecer.

¿Y qué supone el teatro para el espectador?

Es un espejo donde mirarse y en este mundo pospandémico las experiencias en directo vuelven a tener muchísima importancia porque el público necesita salir de casa y vivir trozos de realidad. La parte negativa es que las salas de cine están atravesando unos momentos muy delicados, pese a la calidad de las películas que se han hecho en nuestro país.

En EEUU tienen en cartel el remake de Campeones. ¿La ha podido ver?

No, pero tengo muchas ganas, sobre todo porque soy un gran admirador de Woody Harrelson, me parece un actorazo.

Aquí usted acaba de estrenar Honeymoon, donde necesita «el amor como tabla de salvación». ¿Es lo más importante?

Por supuesto, es el motor que mueve el mundo, sin el amor no podemos sobrevivir, ya sea a la pareja, a los hijos o a lo que haces, por pequeño que sea. Y se habla de las segundas oportunidades, pero en la actualidad no somos capaces de pararnos a pensar en ellas y dar el paso. Así nos va.

Lo podemos extrapolar a otras situaciones.

Sí, aunque a los que mandan les viene estupendamente que no nos paremos a pensar. Esos son los señoritos de hoy, no solo los políticos de los que hablaba, sino también los del Ibex 35, quienes manejan los hilos.

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