El doctor mallorquín Enric Benito presenta en el Festival de Málaga un documental sobre su amistad con Fernando Sureda, defensor de la eutanasia

El filme 'Hay una puerta ahí' condensa horas de conversaciones entre el experto en cuidados paliativos y el exgerente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, afectado de ELA y fallecido en 2020

Enric Benito y Juan Ponce de León.

Enric Benito y Juan Ponce de León. / Daniel Pérez

Montse Terrasa

Montse Terrasa

El oncólogo y experto en cuidados paliativos Enric Benito se ha sentido «como un pez en un tranvía» en el Festival de Cine de Málaga, en el que ha participado, y disfrutado, como parte del documental Hay una puerta ahí, una película en la que se han condensado horas de sus conversaciones vía Zoom con Fernando Sureda, el ex gerente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, afectado por esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y quien reclamó el derecho a la eutanasia en su país. El filme, dirigido por Facundo y Juan Ponce de León, trata de «la ternura y la vida», de la amistad y el vínculo que dos hombres entablaron pese a estar separados por miles de kilómetros, porque «la distancia no existe cuando la gente se quiere», alega el mallorquín. 

«El documental está triunfando desde que se estaba comenzando a construir, es una historia potente, una historia de amistad, de conexión, de acompañamiento, de ternura, no tiene nada que ver con la muerte, ni con la eutanasia, ni con los paliativos», comenta Enric Benito minutos antes de embarcar en el avión que le trae de vuelta de Málaga. Rechaza totalmente que Hay una puerta ahí sea triste. «No es un documental, no es una película, no se sabe qué es, pero a la gente que lo ha visto le cambia la vida, la mirada, sale llorando, pero no por tristeza, sino por ternura», comenta quien se define como un «actor secundario» en esta historia, en la que también hay risas. «Es increíble lo que se ríe la gente», remarca.

«No se sabe qué es, pero a la gente que lo ha visto le cambia la vida, la mirada, sale llorando, pero no por tristeza, sino por ternura»

El experto en paliativos entró en contacto con Fernando Sureda en octubre de 2019, cuando una alumna suya de Uruguay le pidió ayuda «con un paciente muy difícil» y que estaba viendo vídeos sobre cómo suicidarse. Al oncólogo le picó la curiosidad por conocer a este hombre de carácter, del que supuso, por el apellido, que era descendiente de mallorquines. Además, los dos tenían la misma edad.

Por parte de Sureda, tras visionar vídeos de Benito, también hubo ese interés. «Quiero conocer al puto gallego», le dijo a su doctora, según relata el mallorquín. El uruguayo le envió una grabación en la que se le veía en la cama, con un whisky en la mano y fumando un cigarro. «Soy el enfermo mejor preparado para morirme, pero ustedes, los de paliativos, tienen un problema, que no saben qué hacer conmigo. Ahí se lo dejo», fue parte de ese primer mensaje. Y así comenzó la relación entre los dos, que empezaron a contactar semanalmente por Zoom. «Es la historia de un viaje en el que yo le ayudo a transformar su relato, el relato de que la enfermedad era una mierda», resume el médico, quien también ironiza diciendo que el documental podría presentarse como la historia de «dos viejos hablando por Zoom».

Interés por grabar las conversaciones

Benito pidió permiso a Sureda para grabar algunas de sus conversaciones, porque consideraba que podían tener valor pedagógico. Fue el propio Sureda quien después le dijo que enviara las grabaciones a la productora Mueca Films, cuenta el oncólogo.  

«Tengo un mensaje del más allá para ti» fue lo que el mallorquín dijo a la persona de la productora con la que contactó. Y Mueca Films se «enganchó fuerte» a la historia que se reflejaba en esas conversaciones, que se han condensado en 80 minutos de documental, donde los dos hombres salen hablando un poco de todo «y a calzón quitado», advierte Benito. «Hablábamos de todo, de los hijos, de los nietos, de la vida, de la pandemia, de Trump, de la muerte, de la enfermedad, del sufrimiento...», recuerda. 

«Benito, le ganaste, ya no habla de la muerte ni de la eutanasia», llegó a decirle la mujer de Sureda

Durante meses contactaron cada semana, a veces se grababan y otras no. Sureda murió en septiembre de 2020. «Él se fue muy tranquilo, en el momento en que vio que la cosa estaba muy mal, no quiso que le pusieran aparatos ni traqueotomías... El tenía claro que esto no lo quería hacer. Simplemente pidió que lo sedasen», recuerda Benito. 

Imágenes de la película.

Imágenes de la película. / DM

Un final bonito

Una semana antes de morir, el médico le había preguntado a su ya amigo uruguayo cómo había ido ese proceso compartido, porque otros profesionales de paliativos le preguntaban. «Estoy en paz, me habéis ayudado mucho, habéis conseguido que un ateo militante se convierta en un agnóstico esperanzado, no pidáis más, pero yo estoy feliz», le dijo. En esos meses, Sureda fue cambiando su manera de ver la enfermedad. «Benito, le ganaste, ya no habla de la muerte ni de la eutanasia», llegó a decirle su mujer. 

Después de la muerte de Sureda, el mallorquín siguió en contacto con la familia y al cabo de dos años viajó a Uruguay. «Estuve con su viuda e hijos, hicimos un asado que es lo que habíamos prometido hacer. Acabamos bailando, cantando con sus amigos y con médicos que lo llevaban... Es una historia que tiene un final muy bonito», cuenta.

El documental ha sido comprado por una distribuida nacional y por otra internacional, avanza Enric Benito, quien, antes de finalizar la conversación, quiere explicar el título de la película: según le contó la familia, cuando Sureda agonizaba, alzó la mirada y empezó a decir «hay una puerta ahí».

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