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José Vidal Valicourt, escritor: «No soy de esos que se levantan a las ocho para escribir y luego se dan un paseo»

‘La hora del lobo’ (Sloper) es el nuevo libro del autor palmesano, una obra insomne, trabajada en las horas centrales, eufóricas y atroces de la madrugada, entre el relato breve, el artículo y la confesión

José Vidal Valicourt, escritor

José Vidal Valicourt, escritor

¿Cuál es la hora del lobo? 

Son las horas centrales de la madrugada, aquellas en las que se producen más pesadillas, más muertes y también más nacimientos de niños. La hora del lobo es una película de Ingmar Bergman y también es un relato del libro, libro que un principio quise titular La mosca de Marguerite Duras, pero un nombre como título no me convencía.

El suyo es un libro fruto del insomnio, y también del confinamiento.

El libro lo rematé durante los días de confinamiento, después de una situación personal bastante convulsa, una ruptura, cambio de casa… Lo escribí desde una extraña serenidad, me despertaba como un clavo, cada madrugada a las 04.15, como un reloj natural que tenía, supongo que por todo lo que había pasado, al estar inquieto, angustiado. Me ponía películas, como la de Bergman, y anotaba cuatro ideas que se me ocurrían a esas horas, muy lejos del amanecer y también de la noche.

¿Vivió el confinamiento como un castigo o un suplicio, como los hikikomori?

Lo viví de una forma muy convulsa, por lo que me sucedió, la ruptura y el inicio de otra relación, con un sentido de culpabilidad muy extremo. Fue extraño, porque estaba en una casa distinta, cerca de la plaza de las Columnas, que había pertenecido a mi abuela, muerta allí con 102 años. Ahí me discipliné mucho. Fue un periodo con muchos altibajos, de la euforia al bajón, y viceversa. 

¿Usted siempre ha necesitado la disciplina al enfrentarse a la hoja en blanco? 

No soy de esos que se levantan a las ocho de la mañana para escribir, luego se dan un paseíto, luego duermen… Para nada, ni de coña. Yo escribo a cualquier hora. Todo se va trabajando en la mente, en la cabeza, y cuando me arrojo, entonces sí, todo va saliendo. 

La hora del lobo se sitúa entre el relato breve, el artículo, la confesión y el fragmento biográfico, sin olvidarnos de la poesía.

La poesía siempre está presente en todos mis textos, de una manera inevitable. También es cierto que desde hace bastante tiempo soy incapaz de escribir un libro de poemas. He intentado escribir un poema tirando de oficio, pero me sale falso, no me lo creo, no me llega. Ahora sí, la poesía sí que se cuela de algún modo en la prosa. Escribir un libro de poesía sin creérmelo me parecería una impostura.

Nietzsche, Walter Benjamin, Thelonius Monk, Ingmar Bergman, Antonioni, Sócrates, Pessoa y muchos más conviven en sus páginas. ¿Los viejos maestros siempre son excelentes compañeros de viaje?

Sí. Durante la escritura del libro hice acopio de lecturas, así que de algún modo La hora del lobo es un guiño a muchos artistas, con los que mantengo un continuo diálogo. 

José Vidal Valicourt, en su amada y detestada Palma

José Vidal Valicourt, en su amada y detestada Palma / Emili Sánchez Rubio

«Me siento protegido cuando leo y en peligro cuando escribo». ¿Le sucede como a Peter Handke

Totalmente. Me parece una frase magistral. Los compañeros de viaje te protegen, acudes a su literatura, a sus enseñanzas, a su filosofía, y cuando te pones ya en acción, a escribir, siempre aparece ese punto de vértigo: qué va a pasar aquí, me la estoy jugando. 

En ese diálogo del que hablaba antes entra su bisabuelo, «un ser peculiar, muy sensible, que siempre me ha llamado la atención», dice, y que, entre otras cosas, tocaba el piano. ¿La música es una de sus pasiones? 

Sí, siempre lo ha sido. Mi ‘frustración’ es no ser músico. He tocado y maltratado muchos instrumentos: empecé con la guitarra, con la que me defendía más o menos, y luego llegó la percusión, batería, trompeta… Choqué con el solfeo… La música siempre está ahí, de forma velada o manifiesta, y siempre saco algún músico a colación en mi escritura. 

¿Cómo se puede amar y detestar a la vez, como le ocurre con Mallorca?

A veces gana lo detestable, pero bueno. Depende del estado de ánimo. La isla atrapa, atrae, imanta de algún modo pero en según qué aspectos me produce rechazo, como la hiperturisficación o la gentrificación. Necesito de vez en cuando irme de la isla. A veces me siento un poco extraño en mi propia isla.

Concluyó el libro con el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania. Una guerra que está haciendo tambalear a Europa, y que está provocando que la palabra sea «sustituida por los disparos y el avance de las tropas». ¿Era imposible continuar escribiendo?

Hay que seguir escribiendo siempre pero siendo solidarios con ese dolor, no esquivándolo o haciendo un lirismo irresponsable. 

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