Entrevista

Ana Bernal-Triviño: "Hay gente hoy en día que repetiría el final que se le dio a Federico García Lorca"

La periodista anima a reflexionar sobre el papel de la mujer en el pasado y la actualidad en su novela ‘Los hombres de Federico’, la segunda de una trilogía sobre el escritor

Ana Bernal-Triviño, con un ejemplar de ‘Los hombres de Federico’.

Ana Bernal-Triviño, con un ejemplar de ‘Los hombres de Federico’.

Marta Torres Molina

‘Las mujeres de Federico’ estaba llena de luz y esperanza. Ana Bernal-Triviño hacía que las protagonistas de la obra de García Lorca se reencontraran y, en una reunión que casi era una fiesta, buscaran un futuro mejor para ellas. En la segunda parte, ‘Los hombres de Federico’ (Lunwerg Editores), ilustrado por Lady Desidia, no hay apenas luz. Hay fuego y amenaza. Miedo e incertidumbre. Sus mujeres, que son las de Federico, no lo pasan bien. La periodista, que juega con el pasado en el que vivían aquellas mujeres y el presente en el que vivimos ahora, prepara ya la tercera entrega de su trilogía sobre Federico García Lorca.

¿Por qué había que hacer ‘Los hombres de Federico’?

Poco antes de que ‘Las mujeres de Federico’ fueran a imprenta me llamó mi editor y me dijo que aquello había que continuarlo. Me di cuenta, al acabar, que sus conversaciones y sus historias daban para más y que los hombres no habían hablado. Me interesa vincularlo todo a la actualidad e, igual que nosotras nos juntamos, lo ponemos todo el común y nos fortalecemos unas a otras, ellas también lo hacen. A estas mujeres les pasa como cuando descubrimos el feminismo, que nos da el subidón y decimos "qué maravilloso es esto", pero volvemos a la vida real y vemos que una cosa es la teoría y otra es la práctica. Y en la práctica tenemos los obstáculos. Pensamos que el feminismo nos va a hacer invencibles pero hay que ser realistas y tomar conciencia de que las amenazas y los obstáculos siguen ahí. Es lo que les pasa a las mujeres de Federico, que piensan que tras un año han superado todo, pero como les ocurre a muchas víctimas, en el momento que pueden encontrarse de nuevo con su agresor su mundo se tambalea. Por mucha terapia que hagas. Saber que puedes volver a encontrarte con quien te hizo daño te debilita. Era necesario mostrar esos momentos de debilidad y que esos hombres hablaran.

Desde la primera página ya se ve que todo es oscuro. ¿Se ha sentido cómoda en este registro?

En realidad, el mayor cambio de tono para mí fue el primer libro. En mi ejercicio diario estoy habituada a tratar con lo oscuro, el fango, la violencia, con lo que nadie quiere tratar. Lo otro, lo del otro libro, es para mí una quimera. En este libro emocionalmente venía de un momento personal más luminoso y no sé como ocurrió, pero llegaron problemas de salud, de desconfianza, decepciones… Ese estado emocional me absorbió a la hora de escribir y me sentí muy cercana a esas mujeres. Fue una etapa dolorosa para mí, pero creo que en el proceso creativo me ayudó.

Es un libro más complicado que el primero.

Sí, el proceso ha sido más complejo porque se duplicaba el número de personajes que hablan y mi cabeza era un hervidero porque no sabía cómo callarlos ni qué iba a decir cada uno. Quería que desde la primera palabra la gente detectara que la Huerta de San Vicente no era la del año anterior porque el clima de esas mujeres tampoco lo iba a ser. Tenía que reflejar una amenaza, una incertidumbre. Es algo que ocurre mucho durante el proceso de las víctimas. Narrativamente era un desafío porque este relato tiene mucha más acción y va mucho más rápido. Los acontecimientos se precipitan. Y quería hacer un homenaje a ‘Yerma’ y ‘Bodas de sangre’.

Este libro es rojo.

Sí, tengo muy claro el color y los tonos de cada libro. El primero era el descubrimiento, la luz, la esperanza. Era una portada blanca y verde. Éste tenía que ser oscuro. Tenía que haber fuego, un rojo sangre y, desde el principio del libro, ese caballo que suena, ese relincho… La gente a la que le guste García Lorca puede ver que hay dos lecturas. Una, lo que les sucede a las mujeres de Federico. Y otra que es un homenaje constante a la simbología lorquiana. Nada más abrir el libro aparecen cuatro o cinco símbolos lorquianos.

A pesar de eso hay bastante humor.

Sí, eso es algo muy mío y creo que, en el fondo, también de Federico. De su personalidad, no de su obra, que era mucho más trágica. Tenemos la necesidad de demostrar cómo a pesar del dolor puede haber momentos de distensión para volver a conectar con la vida. En los momentos de agobio creativo incluir esos guiños, esas travesuras, era como respirar. Esos pequeños actos, esos decir "estoy aquí" parecen un desafío entre ellas mismas. Se dicen, incluso "cómo te has atrevido". Pequeños detalles se siguen considerando una ruptura de las normas.

Los hombres de la obra de Federico no son los únicos personajes nuevos en el libro. Aparecen mujeres con un peso importante.

Me interesaba reflejar algo que pasa en la vida real: no todas las mujeres nos van a dar la mano. Porque sean mujeres no tienen por qué comprender ni tener predisposición a comprender nuestros daños ni nuestro dolor ni el proceso de violencia… Nada. Se comportan de forma ruda, tosca, muy poco empática. Esto sigue sucediendo. Ahí entran mujeres con otros objetivos. El reto de la superación personal viene representado por la hija de la Conjuradora, está la Mendiga, que es malvada y luego tenemos a la mujer de Leonardo, que plantea la disyuntiva de esa mujer a la que le han sido infiel. Y luego está la madre de Novio, que es con la que más he disfrutado.

Se establece una relación curiosa entre ella y Bernarda Alba.

Sí. Fue creada por Federico antes que Bernarda Alba y ves que tienen la misma simbología, la misma carga psicológica, y que su comportamiento es muy parecido. Reflejar la vida de esas dos mujeres como en un espejo, cara a cara, y que una hablara de lo que significaba educar hembras y la otra de lo que significaba educar varones fue el momento que más disfruté. Son dos mujeres viudas, de la misma etapa, educadas con las mismas perspectivas en un mundo patriarcal. Pero una va a hablar de lo que es tener hijas y la otra, de lo que es tener hijos. Ese discurso de deconstrucción de la maternidad me parecía muy interesante.

También vemos las diferentes evoluciones de las mujeres del primer libro. Unas han cambiado mucho, otras se resisten a cambiar. Todas pasan por el mismo proceso, pero el camino en ese despertar al feminismo es muy diferente.

Es que una cosa es la conquista de derechos y otra es la práctica. Y la práctica está muy definida por tus circunstancias sociales, personales, tu propia personalidad y las vivencias que hayas tenido. Eso no significa, como pasa muchas veces, que se aprueba una ley y ya lo has conseguido. No. Hay muchos peros por el camino. El punto de partida no era igual para todas. No era el mismo para Doña Rosita, que sabía leer, que para Criada, que no. La consecución de derechos no era igual para las dos, pero hay una visión de clase que atraviesa a todas esas mujeres. A pesar de que Criada haya descubierto el feminismo y aprenda a leer la consideran como una loca, una quimera. "Ésta qué está pensando", "qué quiere hacer con su vida", "es una auténtica locura"... Su papel y su posición son esos. Esa visión de clase es algo de lo que debemos ser todas muy conscientes porque a veces somos muy duras entre nosotras. Pensamos "no avanza porque no quiere", "no consigue tal cosa porque no le da la gana."..

Me ha dado mucha pena ese Federico que se lamenta porque si el primer destino que les dio a esas mujeres en sus obra era duro, este segundo destino tras regresar a la vida y encontrarse es aún peor.

Federico quería liberar a esas mujeres. Es una persona que se va de este mundo fusilado, sin poder despedirse de los suyos, con muchas conversaciones pendientes. Él vive a través de sus personajes y es una persona muy humana. En el primer libro no quiere que sus personajes estén mal, carga con la culpa de haberlos condenado a una vida que no desean y todos sus esfuerzos, cuando deja escrito ese manuscrito final, es para que esas mujeres se liberen. Él no pensaba que en ese ejercicio el mundo de la literatura tiene sus normas e, incluso, un cementerio de personajes donde van a parar todas esas obras que nadie recuerda. Por eso tiene ese proceso de decepción, de decir "os había dado una nueva vida a través de mi nueva composición y me encuentro con todo lo contrario, que es para peor". Abrir esa situación enfrenta a sus mujeres a una situación que puede ser dolorosa, pero es que en eso consiste nuestra vida, en enfrentar desafíos constantemente. Algunos nos parten en dos, pero tenemos que atravesarlos para seguir creciendo. Éste es un Federico más doloroso. Ve que no puede hacer ya nada más por ayudar a sus personajes, se le rebelan y no tiene armas. Es un Federico desbordado por su propia obra y, al final del libro, por su situación personal. Reclama ver a los suyo. La última línea del libro es el punto de partida del que será el tercer libro de Federico.

¿Qué va a pasar en ese libro?

Lo que le regalaría si pudiera: despedirse de todos sus seres queridos.

Será una trilogía, ¿no?

Exactamente. Las mujeres, los hombres y el tercero, para el que aún estamos pensando el título. Queríamos Federico, a secas, pero creo que al final irá con algo más: ‘Vuelve Federico’ o ‘La vida de Federico’… Va a ser un recorrido en el que los propios personajes, porque no quiero olvidarme de ellos, van a ayudar a Federico a cerrar aquellas conversaciones pendientes. Se va a encontrar con Dalí, con Buñuel, con Fuente Vaqueros, su nodriza, su prima… El objetivo de Federico será encontrarse con su familia, con su madre y su padre, pero no sabemos si lo conseguirá porque hay una serie de amenazas sobre su memoria. Gente que a día de hoy repetiría el final que le dieron a Federico. Va a ser un ejercicio para reivindicar su memoria, el regalo de lo que hubiera sido justo: que se hubiera ido de este mundo pudiendo despedirse de sus seres queridos. Va a ser algo muy doloroso para mí, pero necesario porque me tengo que despedir de él.

Blanco, rojo… ¿y el tercero?

En una grama cromática de grises y negro. El último libro es, al fin y al cabo, una revisión de un duelo. Un luto. Federico está muerto. Nos lo arrebataron. El libro arrancará con un Federico que está como en un limbo. Un espacio en el que Federico va a cerrar cuentas pendientes.

¿Se siente fuerte para abordar ese doloroso tercer libro?

Sí. Estoy mejor que en el segundo, después de mi operación he relativizado muchas cosas. Emocionalmente estoy más preparada. En este segundo libro no hubiera podido despedirme de Federico. Acabo de hacer otro proceso de revisión de la documentación y de los personajes que quiero que aparezcan. Están creados en mi mente, pero tengo que darles voz, pensar qué diría Dalí, qué diría Buñuel, María Lejárraga, su familia… El listón es menos creativo, estoy más atada y tengo más responsabilidad para que cuando la gente lea a Dalí, lo identifique. Emocionalmente para mí va a ser duro porque va a ser una despedida a un autor que me ha acompañado desde los 14 años.

El libro esta lleno de frases que dan para pensar. Le digo algunas y me las comenta. "El amor, el opio de las mujeres".

Es mi homenaje a Kate Millet. Soy muy fan de Kate Millet. Mucha gente me dice que cuándo voy a volver a escribir ensayo. Siempre digo que, a lo tonto, estoy haciendo un ensayo entre líneas. Podemos amar, pero como decía ahí, sin considerar que el amor nos puede llegar a dominar o someter. Debe ser un proceso de construcción conjunta y de libertad. En el libro, ven que toda su vida ha estado determinada a un papel en el que parece que si no se enamoraban, casaban y comprometían, la mujer no valía nada. Además, tenía que tener una dote, si no era una cualquiera. E incluso soltera tenía que estar tutelada por su padre o sus hermanos porque la mujer por sí sola no valía. Esa frase va un poco en ese sentido, en cómo al final nos vendieron que el amor tenía que ser nuestra salvación sí o sí.

"Una boda es una tumba".

Es algo que vemos cuando hablamos con abuelas, mujeres mayores e incluso nuestras madres. Si han encontrado un compañero perfecto de vida la boda ha sido feliz. Pero debemos tomar conciencia de que no para todas ha sido un proceso de felicidad. Al revés. Ese matrimonio ha sido una atadura, para algunas incluso una cárcel. Han vivido vidas muy tristes por ese matrimonio.

"No queremos más mujeres sin honra en los libro".

Eso es algo que me ha interesado mucho reflejar en este libro que, además de juzgarnos entre nosotras o que los hombres nos juzguen, la sociedad nos juzga. Hay un momento en la obra que se ve muy claro en una ilustración: el pueblo con antorchas pretendiendo enjuiciar a una de las protagonistas. Una persona me dijo que eso ya no ocurriría. Y no, quizás ya no vamos con antorchas, pero entramos en twitter y la que rompe el silencio es atacada y vilipendiada. Yo misma he recibido mensajes en los que me han dicho "te quiero violar, partirte en trocitos y quemarte en la puerta de tu facultad". No vienen con antorchas pero los mensajes siguen teniendo el mismo sentido.

La última: «Si ni siquiera tienen derechos las mujeres humanas qué derecho vamos a tener nosotras que somos personajes».

Es la doble dimensión en la que juega todo el rato la novela. Son mujeres que en el mundo de los libros quieren tener otra vida y ellas mismas toman conciencia que en el mundo real tenemos tan normalizada la violencia que ni siquiera nosotras, y es algo de lo que me doy cuenta a diario, somos conscientes de las situaciones que vivimos y normalizamos . Estas mujeres nos colocan un espejo delante y nos dicen "si estás leyendo esto y estás empatizando con nosotras, hazlo también con tu vecina, con tu hermana, con tu compañera de trabajo, con tu prima...". Seamos siempre conscientes de que en cualquier esquina, en la casa de enfrente puede haber una mujer pasando por esta situación y no le estamos tendiendo la mano.

¿Es inevitable no identificarse con una de esas mujeres de Federico?

Es uno de los objetivos. No tengo nada que ver con Bernarda Alba, pero hay frases de ella que pienso que, en un momento determinado, podría decirlo. Es un viaje sobre nuestra propia vida, sobre cómo hemos evolucionado cada una como mujer. En un momento dado podemos ser Doña Rosita y en otro, más como Bernarda, para luego pensar que me en algún momento me he comportado de la misma forma que la Criada. Son tantos los perfiles psicológicos que ofrecen los personajes de García Lorca que podemos ir identificándonos con varios de ellos. Vemos cómo hemos evolucionado y reflexionamos sobre ese proceso.

Tiene mucho fondo, pero ¿se puede leer como novela sin más? ¿Disfrutarse aunque no estés metida en el feminismo?

Sí. Hay gente que no se comprará un ensayo feminista porque no le interesa, pero si te gusta la obra de Federico García Lorca te tienen que interesar las mujeres, porque al fin y al cabo el protagonismo de su obra es de ellas. Es una obra en la que aunque no tengas una conciencia feminista enorme, sólo con que te guste la obra lorquiana, te parecerá interesante ver que tampoco hemos avanzado tanto. Sigue habiendo una situación educacional y de cultura que nos sigue limitando. Al fin y al cabo es un libro de memoria histórica de Federico y de memoria histórica feminista, porque sus mujeres son las auténticas protagonistas.

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