La fotografía analógica se rebela contra la digital
El formato tradicional está en auge entre cada vez más jóvenes y profesionales de firmas de moda - Atrae la atmósfera y textura de las imágenes y que obliga a pararse a pensar
En la parábola Esto es agua, del escritor David Foster-Wallace, un pez joven que va nadando con otro le pregunta «¿qué es el agua?» después de que uno mayor con el que se cruzaron les saludase y preguntase cómo estaba el agua. A la profesora de Fotografía Silvia Prió, de la Escola d’Art i Superior de Disseny de Balears, le gusta empezar el curso contándola para explicar a sus alumnos que «en la época actual, en la que nadamos entre imágenes, es normal que muchos nos cuestionemos qué son. Y no es un ‘no saber’ ingenuo, sino una pregunta a conciencia», destaca.
Los veinteañeros a los que da clases «nacieron haciendo fotos digitales con los móviles o cámaras y viven en Instagram y la era de la inmediatez. Para ellos la fotografía ha sido siempre rápida, instantánea, y les ha sorprendido el formato analógico, debido al tempo que requiere, pero es muy importante que tengan este tipo de conocimientos sobre el origen de las imágenes que tanto miran en sus redes sociales».
Algunos de sus estudiantes y cada vez más jóvenes «se quedan prendados del descubrimiento porque tiene una atmósfera y una sensibilidad que en la fotografía digital no se logra fácilmente», en palabras de la experta. Su colega Juanjo Alfonso, que da clases de Fotografía e Iluminación en CEF Escuela de Artes Audiovisuales, añade «el atractivo de la textura orgánica de la imagen, que viene dada por el grano, una estructura de plata totalmente física que se integra en la película y le otorga profundidad».
Para sus proyectos personales utiliza la fotografía analógica por dichos motivos y porque «aporta calma, te obliga a pararte a pensar qué hacer, algo esencial al tener solo un número limitado de disparos». Afirma que al depender del carrete, «trabajas mejor por la sencilla razón de que necesitas una buena preparación previa para no desperdiciarlo». Y además, «la concentración ante lo que ocurre frente a ti es máxima. Con una cámara digital, miras constantemente la pantalla para comprobar qué tal te han salido las fotos, por lo que puede que te pierdas algo interesante».
Hasta sus alumnos le dicen: «Me han quedado mejor con la analógica». «Acostumbrados a hacer clic enseguida y sin cesar, han aprendido a parar y pensar, porque no pueden corregir sobre la marcha», como detalla Juanjo Alfonso. El detenerse también es básico para Silvia Prió, y no solo en el instante del disparo, sino en todas las fases: «no es lo mismo un filme de una marca que de otra, elegir un 35 milímetros o medio formato, papel mate o satinado... Saben que no verán la fotografía al momento y, si ellos revelan sus negativos en el laboratorio, tienen que elaborar los químicos y tratar con mucho mimo los positivados porque cada copia requiere una gradación de contrastes distinta», enumera la profesora.
La recompensa a tal inversión en tiempo y dinero es sobre todo «el orgullo de hacer algo distinto, despuntar, tener una afición con un toque de exclusividad, ya que se expresan con el analógico en un mundo de fotografía digital», resume. En clase, Prió insiste en este aspecto: «Vivimos rodeados de imágenes y estamos saturados, por lo que las nuevas fotos deben mostrar algo diferente frente a la vorágine existente, que tengan un mensaje que destaque».
Las grandes firmas de moda lo han entendido a la perfección y se han lanzado a buscar fotógrafos profesionales especializados en formato analógico para lanzar sus campañas de temporada. Bien lo sabe Jacobo Biarnés, del estudio palmesano situado en el pasaje Antoni Torrandell. Especializado en revelado de fotos, trabaja para empresas como Zara y Mango y las revistas Vogue, Marie Claire y Play Boy, entre otras.
En enero recibirá «una campaña exprés de 24 horas» que le obligará a positivar cien carretes en un día y cien más al día siguiente, sin contar con los encargos procedentes de fotógrafos de diferentes partes del mundo. El mallorquín tiene un gran renombre, pero lo que más le motiva es ayudar a los estudiantes y fotógrafos de la isla que se desviven por el analógico. «Intentamos tener los precios más ajustados del mercado y no ganamos con la venta de carretes. Sin embargo, cada vez que hay que renovar el stock, los precios han subido», lamenta.
12 euros un carrete
Biarnés señala que «una película de Kodak color que hace dos años podía costar cuatro euros ahora asciende a doce». Varias causas han conducido a esta situación: «El 95% de lo que produce la compañía es para los filmes de Hollywood y el resto lo dedican a las películas fotográficas, por lo que en la pandemia detuvieron toda la fabricación porque no se podía rodar fuera de los estudios y se ha creado un embudo».
A ello hay que sumar la falta de materias primas por la guerra de Ucrania y la mayor demanda de carretes por parte de los fotógrafos, lo que ha contribuido al incremento de los precios, resume el experto. En cuanto a la otra gran marca, Fuji, «es el principal productor del mundo de placas de rayos X y las películas fotográficas no son tan prioritarias para ellos», detalla. Recientemente Kodak amplió su plantilla y producción, aunque «habrá que esperar un tiempo a que el mercado se estabilice», y no cree que al final los precios disminuyan.
En el laboratorio de Biarnés trabaja el técnico y fotógrafo Luis María Sánchez Pla, entusiasta del mundo analógico y autor del libro de retratos Salvaje. «Cuando las cámaras digitales se implantaron, yo continué con las otras por una cuestión de fetichismo y porque todo el proceso que conlleva este formato me va mejor a mi forma de crear». No quiere decir que unas ofrezcan más calidad que las otras, aunque coincide con su compañero en que la llegada de los píxeles «hizo perder en parte la espontaneidad y la magia de las fotos de la infancia, ya que con las digitales enseguida borras las que no te gustan». Sean compactas o réflex, los jóvenes han rescatado las cámaras analógicas del baúl de los recuerdos y ahora paran y piensan antes de disparar.
Crean un fanzine para «detenerse unos minutos a observar una foto en papel»
«Nos hemos acostumbrado a consumir fotografía en las redes sociales y pasar de una a otra en solo unos segundos, pero lo que queremos con este fanzine es que los interesados se detengan en cada imagen, la observen y le dediquen unos minutos, ya que el papel tiene una fuerza visual de la que carece internet». Esta es la intención del coordinador de Metadatos, Néstor Carda, que editará diez números gratuitos (va por el segundo) de la revista en pequeño formato que sale a la luz gracias a sus colaboradores, incluidos prestigiosos fotógrafos, como Estela de Castro.
«Soy aficionado a la fotografía de naturaleza y a la maquetación y se me ocurrió crear el fanzine para mostrar proyectos de gente de aquí y de fuera, ya que apenas hay revistas especializadas y es una excusa perfecta para hablar de fotografía», según cuenta sobre una edición que se puede encontrar en el estudio de Jacobo Biarnés, la imprenta PaperOms, el CEF, Panorama Bar, Calidoscopi Espai d’Art (Manacor) y Micer Studio (Pollença).
La primera portada la hizo el fotógrafo Miquel Julià, la del número dos es un retrato de una menonita hecho por Dani Cardona y todas ellas hasta completar las diez tienen una conexión que servirá para «contar una historia que se verá cuando se publiquen», avanza el coordinador.
«Harán reflexionar sobre la vida y la fotografía», como también permite la lectura de los textos que acompañan a las imágenes del interior de Metadatos, escritos por los autores para contextualizar sus creaciones.
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