Canta desde muy pequeño. ¿Su madre dijo: "He tenido un barítono"?

No, qué va [Ríe]. Yo comencé a cantar jugando. Fui elegido para la escolanía del colegio, y, sin darme cuenta, me fui preparando para convertirme en un cantante profesional. Porque yo lo que quería ser realmente era médico, y estudiaba en la Universidad.

¿Tras más de veinte años interpretando a Don Giovanni se le ha pegado algo? ¿Le ayuda su toque pintón?

Bueno, soy un hombre resultón, eso sí. Pero intento ser fundamentalmente amable, aunque a veces eso puede llevar a equívoco. La amabilidad, la honestidad muchas veces se comprende como un uso adulterado, fundamentalmente frente a las mujeres.

No sé si está pensando en algún famoso tenor.

Efectivamente. Pero para hacer una extrapolación: Nunca me he peleado, porque sabía de mi capacidad física y podía hacer daño. Y tampoco he utilizado el arma de la seducción para la vida normal. Soy una persona amable, y cuando se establecen las amistades se establecen de verdad. Y si eso llega al amor, perfecto.

No sería modelo Plácido Domingo.

No, no lo soy.

Entre Mozart y Verdi, ¿quiere más a papá o a mamá?

No lo sé. Es una pregunta muy difícil, pero Verdi me ha dado más oportunidades. De Mozart he hecho solo tres de sus óperas, mientras que de Verdi, posiblemente veinte.

El año pasado fue Ágata en Viva la mamma, de Donizetti, y dijo que al hacer de mujer pensó que la identidad es lo que uno siente, no lo que externamente perciben de nosotros. Buena reflexión ante la ley trans.

Sin duda. Lo que pasa es que tenemos un problema y es la clasificación. Somos taxonómicos, hay que ponerle un nombre a todo. A mí me llaman Carlos, soy del género masculino, pero podría ser perfectamente Ágata y del género femenino o trans, da igual, si es como tú quieres ser. El problema es cómo te perciben los demás, y eso se convierte en un juicio de valor.

"El feminismo debe formar parte de nuestra sociedad". ¡Ole!

Sí, sin duda. Si fuéramos feministas sucederían cosas mejores. Pero también es cierto que cuando las mujeres se comportan como los hombres no siempre aportan lo mejor de ellas. Y me remito a situaciones que están en la mente de todos entre los políticos.

¿No le mosquea que todos hablen bien de usted?

No.

Porque se lo merece...

Yo creo que el merecimiento nunca es suficiente. Pero sí hago méritos para que el ambiente en el que la gente se encuentra conmigo, trabajando o conviviendo, sea el mejor posible.

Parafrasea a Antonio Banderas con su "Estoy para entrar a vivir". ¿Se encuentra espectacular? ¿Divino?

Me encuentro en lo mejor de mi decrepitud [Risas]. No, es un estado de ánimo. Y uno tiene que sentirse bien. Si te sientes bien, posiblemente vas a poder hacer una extrapolación fuera.

Mimado en La Maestranza. Adorado en Málaga. Profeta en su tierra. Solo le falta que le saquen en un paso de Semana Santa.

Huy, no. Soy ateo [Ríe] No me estarían haciendo ningún favor, y lo saben. En alguna ocasión me han propuesto hacer un discurso para Semana Santa y solo lo hice porque un amigo me pidió que presentara su pregón. No hablé nada de religión. Aunque mi casa está llena de libros de religión.

O sea, que de cantarle El novio de la muerte al Cristo de la Legión en su tierra, ni hablamos.

Ni hablamos. Pero sí hago canto religioso, porque es de una belleza y de una arquitectura musical muchas veces difícil de superar.

Estudió en un colegio público; se operó en la sanidad pública… ¿No se le ve un poco el plumero?

Pues sí. Absolutamente. Soy un hombre de izquierdas y creo que hay que ser consecuente. No significa que no utilice la medicina privada de vez en cuando; y mis hijos han estudiado en un colegio privado para que su inglés fuera fantástico, pudieran estudiar fuera y tuvieran la oportunidad de trabajar. Pero estoy absolutamente convencido de la necesidad de la igualdad de oportunidades. Y eso solo lo puede hacer lo público.

¿Canta usted en la ducha?

Sí. Es el mejor sitio para cantar. Una vecina de mi madre me decía: "Carlitos, yo no voy a ir nunca a un concierto tuyo porque me sé todo el repertorio".

Si miramos alrededor, ¿no son malos tiempos para la lírica?

Ni Brecht ni Golpes Bajos acertaron en el momento. Brecht podía tener una razón, porque en aquel tiempo sí que eran tiempos malos, para la lírica y para todo. Golpes Bajos es una música popera de los Ochenta que me encanta. Pero el ser humano nunca ha estado mejor que hoy en su globalidad. Es verdad que las diferencias son cada vez mayores, pero eso tiene que ver con una economía que es ultraliberal y que no ve a las personas como el objetivo fundamental de su actividad, sino como víctimas colaterales. Eso somos los ciudadanos, mientras que hay gente que gana mucho dinero. Así se crean grandes diferencias entre los más ricos y los más pobres. Y mientras eso exista sin duda serán malos tiempos para la lírica.