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Lla matanza del Bataclan les cambió la vida, pero no tanto

El viernes 13 de noviembre de 2015, nueve autodenominados «leones del califato», entrenados en Siria y llegados a Europa a través de las rutas de refugiados según predijo el cardenal Cañizares, desembarcaron en París y mataron a tiros a 130 personas, la mayoría en la sala de conciertos Bataclan. Solo el asesinato de la plantilla de Charlie Hebdo, en enero del mismo año, supera en magnetismo del terror a una matanza que el aclamado Isaki Lacuesta explora sin fortuna en Un año, una noche, sin duda una de las peores películas de 2022.

El ocio desatado de Bataclan simboliza con efectividad la sociedad contemporánea, pero medir sus efectos a través de una pareja aborrecible de asistentes al concierto sangriento amortigua su impacto. Un año, una noche no se levanta en ningún momento del suelo, destaca por su absoluta falta de compromiso con los acontecimientos. Debió titularse El aprendiz de Serge Gainsbourg, demuestra que un personaje odioso puede infectar toda la película. La carnicería cambió la vida pero no tanto de dos seres que en ningún momento se entiende que unieran sus destinos. La sublime paradoja es que su incompatibilidad hubiera aflorado idénticamente sin haber asistido al concierto de los Eagles of Death Metal. Ni siquiera invita a consignar que la cita atribuida a Churchill pertenece a Nietzsche, qué más da.

Solo debe demolerse una construcción cultural pretenciosa si se dispone de un reemplazo de envergadura, y aquí es frecuente que Emmanuel Carrère acuda en auxilio desde el exilio. El futuro Premio Nobel asistió a todas las sesiones del macrojuicio del Bataclan y adyacentes, un proceso con 14 acusados, 1.800 personas representadas y 350 abogados. Solo uno de los condenados había participado activamente en los atentados, con la cobardía suficiente para no inmolarse después de la matanza. V13, el nombre en clave de las actas, reagrupa las crónicas del escritor para L’Obs, traducidas semanalmente en El País. Son una obra maestra, no da pereza volverlas a disfrutar en libro.

Carrère efectúa una aproximación casi desvergonzada, sin los corsés de la prosa de tribunales. Aborda con respeto a los participantes en la dramatización judicial, para desnudarlos a continuación y así humanizarlos. Logra desde dentro el distanciamiento donde fracasa Un año, una noche. Demuestra que la palabra es más efectiva que la ley, confiesa que a los testigos «se les ve el alma», frente a la película desanimada que deberá corregir desde una perspectiva policial la acelerada November, protagonizada por el oscarizado Jean Dujardin.

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