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MÚSICA CRÍTICA

Orquestra Simfònica de Balears: El Emperador y el Príncipe

Orquestra Simfònica de Balears ★★★★

Castillo de Bellver, 12 de agosto 2022

Jan Lisiecki, piano

Pablo Mielgo, director

Obras de Beethoven

Para cerrar temporada estival, la Simfònica ha querido hacerlo con un monográfico Beethoven, invitando a un joven pianista, que desde los doce años (ahora tiene veintisiete) está teniendo una carrera internacional que le ha llevado a los grandes escenarios (ahora Bellver) y junto a las grandes formaciones orquestales (ahora también nuestra orquesta).

Mielgo ha querido decir hasta luego (vuelven en septiembre) apostando fuerte por dos valores seguros. Primero por Beethoven, que, interpretado como se merece, nunca defrauda («No hay nada de Beethoven que no me guste», Mendiola dixit); pero también por ese valor en alza como es el solista canadiense, que con esa manera de tocar y de presentarse, un tanto heterodoxas, convierte cada concierto en único.

Como preludio a la llegada del Emperador (así se conoce el Concierto número 5 para piano), la formación y el intérprete ofrecieron el Concierto número 4, otra de las joyas universales para teclado, con un segundo movimiento innovador para la época, corto en duración, pero intenso e inmenso musicalmente hablando. Aquí, nuestros músicos y el pianista tuvieron uno de los momentos más sublimes de la velada, dialogando a la manera que calificó Liszt este pasaje: Orfeo versus las Furias, el piano contra las cuerdas. Sí, fue uno de los momentos mágicos que vivimos en Bellver. Pero no el único, hubo más, como los primeros compases del Concierto número 5, también gloriosos, frenéticos, profetizando lo que vendría después: media hora de buen hacer conjunto, alternando como pocas veces hemos escuchado, los pianos con los fortes. Realmente Lisiecki es un maestro de la pulsación; sabe pasar de la dulzura, de la caricia a la fuerza y al ímpetu sonoro. Y todo como si fuera lo normal, como si fuera fácil, cuando es cosa reservada a los grandes. Desde Barenboim hace unos años en Formentor, que no había visto en directo y en Mallorca una pulsación igual sobre un teclado. Estado de gracia.

Y para terminar un enorme pero innecesario plus chopiniano. Innecesario, pues después de Dios, ¿hace falta orar a San Pedro?

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