El autor de la definición más certera, y más amenazada, del periodismo, Eugenio Scalfari, falleció este jueves en Roma a los 98 años, después de una carrera que asombró por el rigor de las empresas periodísticas que emprendió, entre ellos el diario La Repubblica de Roma, y por la enorme eficacia de sus artículos, de sus titulares y de su doctrina sobre un oficio que, en 2009, cuando lo entrevisté en el pequeño despacho de exdirector y presidente del diario que fundó, decían que su versión en papel estaba en inminente peligro de muerte.

Aquella frase sobre la sustancia del periodismo se la escuché decir a principios de los años ochenta, en la inauguración de la Escuela de Periodismo de El País. De porte patricio, aun joven, dotado de una barba que lo hacía parecer un Marcello Mastrioanni envejecido, explicó ante los aspirantes a periodistas y a los que estábamos allí que “periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”.

Su periódico le decía a la gente lo que le pasaba a la gente, como es natural, pero también le decía lo que opinaba Scalfari acerca de los sucesos que pasaban en Italia y en el mundo, pues sus editoriales personales, publicados casi siempre en la apertura de la primera página, tenían una enorme repercusión en Italia.

Casi treinta años después de aquella comparecencia ante los estudiantes del oficio, Scalfari dio otra conferencia, en la universidad de Turín, cuya reseña yo leí justo cuando lo iba a entrevistar en aquel cubículo en el que se sentía feliz, dispuesto a hablar de periodismo y de lo que hiciera falta. En aquella ocasión, obligado por la actualidad, que ya se manejaba con los hilos de las primitivas redes, había dicho en su alocución de Turín que “il giornalismo e un mestiere crudele”. Y de eso le iba a preguntar al maestro cuando saltó de las redes a mi teléfono celular la siguiente noticia proveniente de Alemania: “Profesores alemanes anuncian que el periodismo de papel dejará de existir en 2018”, así que le conté a Scalfari la predicción. Sentándose en la silla desde la que seguía opinando e interesándose por los nutrientes informativos de los que se servía para calibrar lo que pasaba, él me señaló su propio reloj y me preguntó: "¿Dice esa noticia a qué hora exactamente va a ocurrir ese hecho?"

Eugenio Scalfari.

Ha muerto de viejo, cuatro años después de que, según todas las evidencias, fracasase el pronóstico de los estudiosos alemanes sobre el fin de la era de los periódicos de papel. El suyo sigue existiendo, y hay por todo el mundo estanterías que aun conservan la expresión escrita de lo que no es tan solo digital, sino la consecuencia de lo que miles de seguidores del oficio de Scalfari escriben para que el papel retenga las noticias más allá de las redes de urgencia. Él estaba orgulloso de la web del periódico que creó, pero la historia no lo hizo fanático de lo que parecía el único porvenir.

Era un escritor muy querido en Italia. Como periodista fue temido, por su influencia, pero en aquel momento ya descreía de su frase más famosa, porque el periodista ahora, dijo, “no sólo es quien escribe sobre la gente, sino que en el oficio se manifiesta también crueldad”. Era el periodismo, también, “un oficio cruel”. Según él, ya no había que contar sólo cómo eran los personajes, sino que además había que desnudarlos, “y esto es cruel porque a la gente no le gusta que la desnuden”. De hecho, en un tiempo se dijo que es noticia que el hombre muerda al perro, y no al contrario, pues ahora “a los hombres no les gusta verse descritos mientras muerden a un perro; esa es la crueldad”.

La vida privada de los personajes era para él sagrada, y estimaba que el sacrilegio estaba ahora a la orden del día. En cuanto al asunto que entonces preocupaba más a los adivinos que al propio Scalfari, la pervivencia del periodismo (el de papel, sobre todo), utilizó una frase de José Zorrilla: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud…”. Le pregunté si gozaban aun de buena salud los periódicos cuyo fin se pregonaba. Y él me respondió, mesándose el pelo abundante con sus manos firmes, de dedos cuidados: "Diría que no gozan de buena salud, pero son aún un gran punto de referencia. Es necesario darles mayor credibilidad, hacer que la marca atraiga al público por encima de las nuevas tecnologías. No se puede hacer otra cosa, y naturalmente esto conllevará una gran reorganización de las empresas".

Al final de nuestro encuentro quiso acompañarme a la salida. Para abrirse camino iba diciendo a los que iban o venían, para no tropezar, faccio via (voy delante), que acaso se puede interpretar como lo que él fue realmente en el oficio, alguien que abrió la vía a un oficio en el que fue ariete y, además, muy buen rematador.