Poco a poco se va viendo cómo el edificio de la Caja de Música va cogiendo forma. La futura nueva sede de la Orquesta Sinfónica busca ser un espacio que llegue a la sociedad, es por eso que el concepto principal de la obra es que esta “sea una caja abierta” que “proteja la música pero no para quedársela sino ser un proyector de cara al barrio”, ha explicado hoy el director y arquitecto de la obra, Diego Carreño, durante una visita a las instalaciones. El propósito es abrir este nuevo espacio a otras actividades culturales de distintas naturalezas.

El edificio encontrará su “corazón” en la principal sala de audición. El resto de dependencias, como las oficinas de la fundación, el sistema de almacenaje y archivo, y las salas de ensayo, formarán una “muralla que abraza la sala principal”.

Dentro de la complejidad que tiene esta obra, en un espacio de 4.600 metros cuadrados, se ha tratado de crear distintas zonas que funcionen de manera independiente y autónoma para una mayor versatilidad. A pesar de que no se puede ver la caja metálica principal, esta está siendo construida de manera externa y tendrá capacidad para que 100 músicos o coristas compartan su talento con 540 espectadores.

La utilidad no es el único aspecto que se ha cuidado, la sostenibilidad también juega un papel importante. Los materiales utilizados son locales para evitar traer elementos de fuera, la fachada es de piedra caliza, aunque “nos hubiera gustado que la fachada fuera de marés”. Asimismo, la caja de música será de cubierta metálica y servirá de soporte para placas solares, así como tratar que “todas las instalaciones sean de bajo consumo”.

El problema de suministros que se vive a nivel mundial, agravado en el caso de Mallorca al tratarse de una isla, ha provocado que esta obra se retrase algunos meses, pero “su finalización está prevista para mediados de 2023 y su inauguración para finales” del mismo año, ha avanzado el conseller de Fondos Europeos, Universidad y Cultura, Miquel Company. También ha querido agradecer la colaboración público-privada de la Fundación Kühne y Fundatur junto el Govern, a través del impuesto de turismo sostenible de 2016 y fondos FEDER, que suman 8,5 millones de euros.