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Memorias

Elena Poniatowska quiere saber qué demonios es su familia

'El amante polaco' levantó polvareda en su publicación en México cuando la autora denunció haber sufrido abusos de Juan José Arreola y reveló que éste era el padre de su primer hijo

Elena Poniatowska.

Elena Poniatowska (París, 1932), la francesita que dejó de serlo cuando sus padres llegaron a México huyendo de la guerra mundial, la descendiente de aristócratas polacos enamorada de los campesinos iletrados, la periodista que plasmó mejor que nadie la revuelta del 68 en ‘La noche de Tlatelolco’ al estilo de Svetlana Aléksievich, la premio Cervantes, la escritora tenaz. Apenas se ufana de nada pero admite que su mejor virtud como entrevistadora es escuchar. “Escucho tanto que ya ni puedo oír mi propia voz”, ha escrito.

Nunca es tarde. Recién cumplidos 90 años, la autora mexicana ha decidido prestar atención también a eso y recuperar la memoria de su ancestro, Stanislaw Poniatowski, el último rey de Polonia, que fue uno de los numerosísimos amantes de Catalina la Grande –“Él quedó ‘cuchiplanchado’ de ella”, explica la autora muy gráficamente- aunque después se viera obligado a luchar contra Rusia para evitar que su país fuera borrado del mapa. No lo consiguió.

Esa biografía es contrapunto de la otra trama que explica la educación sentimental de la propia autora y en ella se atrevió a revelar un episodio que levantó una gran polvareda en su país: el abuso que sufrió de parte de Juan José Arreola, gloria de las letras mexicanas, cuando él era un padre de familia y ella apenas una veinteañera inexperta. De aquella historia nació el primer hijo de la escritora ‘Mane’, a quien está dedicada la novela 'El amante polaco' (Seix Barral), de quien su padre biológico se desentendió.

Desde su casa de Ciudad de México, Poniatowska, vuelve a seducir a su audiencia con su estilo sencillo y desenfadado, a través de videoconferencia. “Trabajo como una hormiga –cuenta- todos los días y siempre he sentido que mis objetivos eran muy pequeños. En mi familia solía recordarse que éramos importantes pero yo me he planteado un libro en el que indago qué demonios somos”. 

Decir la verdad

No tiene la autora el menor inconveniente de entrar al trapo en la polémica que a finales del 2019 suscitó en México no pocas entrevistas, cartas abiertas de la familia de Arreola en la que excusaban al padre y diversos artículos de opinión a favor o en contra de la autora. ¿Por qué revelarlo ahora, más de 60 años después? “Quizá porque mi formación fue muy rigurosa, formé parte de los 'scouts' que te hacían jurar frente a la bandera que siempre dirías la verdad. Sí, eso era muy infantil pero me quedó. Sentí que no me podía ir sin dejar este hueco. Así que se lo comenté a mi hijo, él leyó el libro y me dijo que estaba bien. No tenía más obligación que para con él”.

No esconde que le costó abordar el tema: “Tuve a mi hijo en Roma, en un convento de monjas y durante tres meses allí nadie me dirigió la palabra, era como una apestada. Me acompañó mi tía, que en algún momento quiso adoptar a mi hijo, aunque luego eso no se diera. Ella me dijo que me iban a dejar escribir novelas pero no vivirlas”.

En México, el país del narcotráfico, la pobreza y los feminicidios, la voz de la autora, que milita en un grupo feminista encabezado por la antropóloga Marta Lamas, no se calla. “Me interesa especialmente el maltrato a las empleadas del hogar, mujeres que trabajan por un sueldo que muchas veces depende de la generosidad del ama de casa”. Poniatowska lucha porque estas mujeres que acuden del campo a la ciudad puedan estar aseguradas y recibir una educación si lo desean. Como periodista se ha adentrado en ese campo. “Conocí a una muchacha que dormía en el suelo del dormitorio acompañando a la señora que la había contratado y que por las mañanas se convertía en un felpudo, cuando esta se levantaba y la pisaba sin ningún miramiento”. 

Pese a que a la autora se notan apenas los achaques, es consciente de que, pese a vivir en un país del tercer mundo donde no todos ha tenido las oportunidades de las que ella gozó, necesita a alguien que trabaje en casa. Su nombre, Martina García. “No sabe leer ni escribir pero es muy inteligente. Ella es la que decide quien entra en esta casa y quien no. El otro día no le gustó un tipo gordo que llamó a mi puerta y lo largó. Tiene un gran carácter, una fuerza que me deja apabullada, con la que ha logrado sacar a su hijo adelante. Todos los días aprendo algo de ella". 

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