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LA PRÊVIA

Les contes d'Hoffmann, mucho más que una barcarola

‘Les contes d’Hoffmann’ se estrena hoy en el Teatre Principal de Palma.

Jacques Offenbach, el compositor alemán, nacido en Colonia en 1819, aunque nacionalizado francés años más tarde, tomó una obra de teatro ya existente, que habían escrito a cuatro manos Jules Barbier y Michel Carré, como base de la que quería que fuera su gran aportación al mundo de la ópera. El compositor, que poseía un teatro propio, era muy conocido y valorado como autor de operetas, aunque él deseaba dejar huella también en la ópera seria. No le bastaban éxitos como Orphée aux enfers (célebre por su Can Can) o La Belle Hélène.

En esa obra teatral, los autores habían convertido en personaje de ficción un curioso y ecléctico personaje real, el inclasificable Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, abogado, artista plural, compositor valorado por nada menos que Beethoven, aunque más conocido por sus obras literarias, sobre todo las que en forma de cuentos fantasiosos, consiguieron influenciar a otros autores románticos posteriores.

Las obras de pequeño formato, muchas de ellas llenas de fantasía, de E. T. A. Hoffmann, como se le conoce, han sido traducidas a múltiples idiomas, entre ellos al catalán; de hecho, existe una traducción que en su día hizo Francesc de Borja Moll de La senyoreta de Scuderi, editada por Editorial Moll.

Pero volvamos a esa obra teatral, alma de la ópera que comentamos. En ella, el personaje cuenta como si fueran reales y propias, aventuras que él inventó para sus cuentos. Por tanto, nos encontramos ante un libreto en el que a un personaje que existió realmente se le atribuyen aventuras ficticias que él mismo inventó. Eso, aunque es original, no es único, lo encontramos también en Cyrano de Bergerac que escribió, pocos años después, Edmond Rostand a partir de un personaje real o en la película Shakespeare in love.

Además del propio Hoffmann, la ópera tiene otros protagonistas, o mejor, diversos antagonistas, siendo el principal de ellos Lindorf, que no es otro que el espíritu maléfico, que en cada escena toma cuerpo y nombres diferentes, aunque siempre encarnando al diablo. Pero también debemos citar a ese compañero de Hofmann, Nicklausse que, a modo del Virgilio del Dante, le acompaña en la bajada a los infiernos. Infiernos, sí, pues cada una de las aventuras, si bien prometen un final feliz siempre acaban en muerte y destrucción. Ese amigo inseparable no es otro que el espíritu de la imaginación, la musa, que toma cuerpo humano para realizar ese trayecto. Y, naturalmente, están también las tres amantes que llevan a Hoffmann a la miseria. Ellas son Olympia, la muñeca mecánica, Antonia, la cantante enferma que si canta puede morir y Antonia, la cortesana veneciana que seduce a Hoffmann. Todas ellas, en el fondo, son encarnaciones diferentes de una misma persona, Stella, la cantante a la que Hoffmann ama al inicio de la obra y que triunfa como intérprete de Don Giovanni de Mozart, un guiño que Offenbach y libretistas nos ofrecen, dando a entender el aprecio del Hoffmann real hacia Mozart, pues la A de Amadeus que aparece en el nombre (E. T. A.) no le vino a Hoffmann por familia sino que se la añadió él en honor al compositor de Salzburgo.

Offenbach no terminó la obra. Murió antes de darle un cuerpo definitivo, así que todas las versiones que hoy se proponen son especulaciones sobre cómo la hubiera querido terminar el compositor. Versiones múltiples que pueden llegar a alterar el orden de las historias o a incluir o eliminar pasajes musicales (en la primera función, la de 1881, un año después de la muerte de Offenbach, no se interpretó la famosa Barcarola, que con el tiempo se ha convertido en el momento más emblemático de la ópera, siendo utilizado como banda sonora de películas como La vita è bella, entre otras).

Ópera pues, enigmática, compleja, inacabada, pero que sigue seduciendo a todos los públicos. Y no solamente por la citada Barcarola que cantan Giulietta y Nicklausse, sino por muchos otros fragmentos que, todavía hoy, forman parte de los repertorios de muchos cantantes. ¿Quien no ha escuchado en vivo el aria de coloratura de Olympia o la canción Va pour Kleinzach?

Pues bien, esta noche, el Teatre Principal de Palma, ofrece la primera de tres funciones de esa título curioso, que servirá para cerrar la presente temporada de ópera.

Bajo la dirección musical de Yi-Chen Lin y la escénica de Vincent Huguet, esa producción del Teatro de la Ópera de Bordeaux, contará con la Orquestra Simfònica de Balears en la parte instrumental, los coros del Teatre Principal y solistas vocales como Ramon Vargas, Simó Orfila, Pauline Texier, Marta Bauzà, Marga Cloquell, Annalisa Stroppa, Natalia Salom, Joan Gabriel Riera, Carlos Daza, Joan Miquel Muñoz, Josep Fadò, y Sebastià Serra.

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