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Jaume Ferrer, al timón en la novela de Joan Manuel Pons

La gran aventura del navegante mallorquín en busca de oro es el hilo conductor del libro póstumo del historiador y arqueólogo del mar

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Jaume Ferrer, al timón en la novela de Joan Manuel Pons

La plaza Drassana, en Palma, tenía un significado muy especial para el historiador y arqueólogo del mar Joan Manuel Pons. No solo porque allí está la escultura del gran navegante mallorquín Jaume Ferrer, el primer europeo que bordeó la costa de África, sino también porque es el lugar donde empezó a salir con Margalida Gili. Tres décadas después, su viuda ha llevado a buen puerto la novela inédita Viatge al riu de l’Or, que Pons escribió en 2011 basándose en la aventura que su admirado marino vivió en el siglo XIV. La convirtió en ficción añadiéndole intriga, piratería e incluso amor; y ahora la travesía de Jaume Ferrer en busca del oro del imperio de Mali ha sido publicada gracias al empeño de Gili y la ayuda de los amigos. Mare Mar Fundació ha editado el libro tras la corrección lingüística de los filólogos Gabriel Bibiloni y Assumpta Mascaró, y 200 mecenas han posibilitado que sea una realidad.

El autor de la obra, conocido por crear el Grup d’Arqueologia Subaquàtica (GAS) y la Escola de Mestres d’Aixa, falleció en 2018, pero su legado se ha ampliado con las más de 500 páginas en las que vertió toda su «pasión por la literatura náutica y la escritura», tal como describe Margalida Gili. El vicepresidente de Mare Mar, Tomeu Rosselló, explica que es una novela que «engancha desde el principio y atraerá especialmente a los lectores de Patrick O’Brian –el escritor de Master and Commander (llevada al cine con Russell Crowe) y de una veintena de libros de la misma serie–, que para Joan Manuel era un autor de culto». Sin embargo, lo que más valora de Viatge al riu de l’Or es que «se trata de un compendio histórico y documental contado de forma amena con un nivel de conocimiento extraordinario», en palabras de Rosselló. Añade Gili que su marido «era especialista en navegación medieval, de ahí que los métodos de construcción sean tan detallados, y además recorrió todo el Mediterráneo y escribió diarios de viaje, por lo que el libro refleja sus experiencias vividas, no lo que le han contado sobre la navegación, y eso se nota a la hora de plasmarlo en papel».

La historia es narrada en primera persona por el joven Pere Piris, que al inicio de la novela aprende el oficio de la reconocida familia Cresques, los cartógrafos del Call Jueu de Ciutat. El protagonista de ficción convive en la urbe y en la aventura que emprenderá con personajes reales del año 1346, como la mencionada saga y el marino Jaume Ferrer, aunque también reales en la actualidad. Joan Manuel Pons hizo un guiño en su novela a amigos y conocidos dándoles un papel ficticio, y por eso aparecen Jaume Cifre, quien fue el mestre d’aixa de la escuela que Pons impulsó, y muchos de los alumnos del tradicional oficio de carpintero de ribera. Fue su particular homenaje a uno de los gremios esenciales en la historia de Mallorca, que «estuvo a punto de desaparecer si no hubiese sido por él», tal como señala su viuda. En el centro formativo que creó, se restauraron los emblemáticos llaüts declarados Bien de Interés Cultural La Balear y Alzina, así como otros muchos, aunque el protagonista de la novela llega a las costas de África a bordo de un uixer, una nave perteneciente a la familia de las galeras.

La mejor época marítima

La novela del primer técnico de Patrimonio Marítimo del Consell de Mallorca está ambientada en «la mejor época para quienes les gusta el mar, un periodo clave de expansión», recuerda Rosselló. La isla se encontraba en «un punto estratégico en la navegación por el Mediterráneo» y era «el lugar donde se fusionan las tradiciones culturales más vanguardistas de la baja Edad Media», según se lee en la sinopsis. Se refiere a los tiempos del reino de Pere el Cerimoniós, en el que «musulmanes, judíos y cristianos posibilitan la aparición de la famosa escuela cartográfica mallorquina, de la que Ramon Llull es precursor. Hombres de ciencia, valientes marinos y maestros artesanos en la construcción naval entrelazan sus vidas en este viaje al río del oro», como resume la contraportada de la publicación póstuma.

Este es el marco de «una de las mayores expediciones marítimas de la historia de la navegación antigua con el objetivo de hallar otras vías de comercio para llegar a la India». Y al timón estaba el mallorquín Jaume Ferrer, casi un siglo y medio antes de que Cristóbal Colón descubriese América. Llegó hasta la desembocadura del río Senegal y posiblemente hasta la del Níger, en la costa atlántica del antiguo imperio de Mali, pero la única referencia escrita de su aventura aparece en el año 1375 en el Atlas català, obra de los cartógrafos Abraham y Jafudà Cresques.

Joan Manuel Pons no solo quería disfrutar de su afición a la escritura y la historia, sino también transmitir la memoria de Ferrer, un personaje imprescindible en el hallazgo de nuevas tierras y culturas y del que apenas se conoce nada, excepto que fue «navegante mallorquín del siglo XIV», tal como indica la inscripción bajo la escultura de la plaza Drassana. Se sabe mucho más de los aguerridos honderos mallorquines y el estratega Aníbal Barca, los protagonistas de la otra novela que escribió el arqueólogo del mar, que «adoraba» al mítico cartaginés. Cuando el Viatge al riu de l’Or haya navegado aún más, será el turno del guerrero.

El defensor del patrimonio marítimo mallorquín

Joan Manuel Pons (Palma, 1957-2018) estudió Historia Antigua en la Universitat Autónoma de Barcelona y en la isla se formó en submarinismo profesional especializado en arqueología. Impulsó el Grup d’Arqueologia Subaquàtica de Mallorca, con el que dirigió la campaña para cartografiar los fondos marinos. De esta labor pionera surgieron las cartas de los yacimientos de Mallorca y el Parque Nacional de Cabrera.

Ganador del Premi Ciutat de Palma de investigación en 1998, fue el primero que reivindicó el Museu Marítim de Mallorca y, como técnico de Patrimonio Marítimo del Consell, fue el creador y primer director de la Escola Taller de Mestres d’Aixa. Allí propició la restauración del emblemático llaüt La Balear, Bien de Interés Cultural.

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