Tras varios parlamentos y una actuación de danza, los asistentes a la entrega del Premio Nacional de Arquitectura 2021 esperaban escuchar poéticas palabras de su protagonista, Carme Pinós, en la Llotja de Palma, pero lo que ella quería era bajar del escenario lo antes posible. «Tengo tendencia a esconderme», bromeó. Tuvo que subir de nuevo porque no había recogido el galardón, aunque lo más importante de la ceremonia de entrega lo dijo minutos antes: «Me esperan muchas cosas que ofrecer a la sociedad, nuestro cliente real, la ciudadanía». Solo añadió modesta: «Espero poder ofrecer muchas cosas». 

Con «88 proyectos realizados en los últimos 30 años», según destacó su amigo José Lahuerta, ha podido demostrar que ya ha hecho mucho. Por eso, el también arquitecto y docente añadió en su laudatio que «este premio llega tarde», pese a que confía en que finalmente no sea así «porque las mejores obras de Pinós están por llegar». Él fue el encargado de la poética y las metáforas cuando comparó el trabajo de la homenajeada con «la tierra removida para plantar algo», una arquitectura que, «como la savia, asciende de la raíz a las hojas» y «se pierde por las ramas, donde están la luz, las flores, los pájaros...». Incidió en que sus proyectos «se desarrollan como una planta», ya que ella «ve el terreno, lo trata, le da la forma necesaria y de ahí surge y crece su arquitectura».

Para la presidenta del Govern, Francina Armengol, la primera en hablar, la arquitecta catalana «también es nuestra ciudadana», afirmó sobre el amor que Carme Pinós profesa a Mallorca, adonde se escapa en cuanto puede. Lo hace a la Serra de Tramuntana, en la que «puede disfrutar de una de las mejores puestas de sol del mundo y recrearse», como añadió la responsable política, que está «convencida de que el paisaje de la isla le inspira y le seguirá inspirando muchos años».

La maestra de ceremonias del acto, Núria Moliner, introdujo la trayectoria profesional de Pinós y su modo de ver la arquitectura a través de frases suyas y un vídeo con parte de la obra, dividido en las cinco claves de su filosofía: contexto, memoria, responsabilidad, riesgo y poética. Y después vino el espectáculo de volúmenes en danza con Amelia Llop y el contrabajo Toni Cuenca.

La entrega del galardón, obra de Juan Navarro Baldeweg, dio paso al parlamento de la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, antes de comenzar el cóctel en el exterior del edificio gótico civil de Guillem Sagrera. Además de las autoridades políticas, el listado de invitados estaba copado por los arquitectos de la isla, entre los que se encontraban Pere Rabassa, Mateu Carrió, Ángel Morado, Joan Riera, Aina Salvà, Joan Cerdà, Bernat Nadal, Joana Roca, Vicente Tomàs, Jaime Vidal, Amelia Molina, Ángel Sánchez Cantalejo y otros muchos.

Las conversaciones versaron sobre arquitectura y urbanismo, como era lógico, y seguramente algunos de los espacios públicos y privados de los que hablaron se hallaban en Mallorca, en cuyas zonas problemáticas, entre ellas Magaluf, quiere intervenir Pinós, porque le gustan los retos.