María Engracia Vallejo (1940-2022) amaba Mallorca con la discreción que la caracterizaba. Aquí pasaba largas temporadas en casa de su hija, Gabriela Canseco y su yerno, Paco de Lucía.
Marcó una era en el diseño y desarrollo de programas educativos en los museos de México, su tierra natal, que ha sido seguidos en otros lugares del mundo. Fue también maestra de generaciones de educadores que hoy llevan sus ideas a la práctica, contribuyendo a la transformación de estos espacios en lugares creativos y más cercanos a su público.
Estudió para maestra para acceder a una carrera universitaria, con la ventaja de que podría trabajar y contribuir a la economía familiar. En esos años, se articulaba la enseñanza de distintas materias del currículum a partir de un hecho o personaje. De esta manera, decidió abordar a Florence Nightingale, a través de la cual le permitía trabajar prácticamente todas las materias.
Gran interesada por la historia, su interés la llevó a participar en los Paseos Culturales del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Ciudad de México, lo que le abrió todo una panorámica hacia la arqueología; y conoció al que sería su marido y padre de sus hijos, el arqueólogo Jorge Canseco Vincourt, investigador del Museo Nacional de las Culturas.
Trabajando en Chapultepec escribió El bautizo en tiempos de los mexicas, obra de teatro guiñol que se representó entre 1965 a 1967. Tras ese periodo, desarrolló entre otras actividades: un álbum con estampas de las colecciones; un libro de poesía escrita por niños titulado Un techo del tamaño del mundo; un cineclub y talleres de vacaciones, a partir de 1970; y desde 1975, la atención a personas con discapacidad.
Desempeñó además varios cargos en el ICOM (Comité Mexicano del Consejo Internacional de Museos) como secretaria al tiempo que presidía la Mesa del CECA (Comité de Educación y Acción Cultural). Participó en la organización de muchos eventos nacionales e internacionales como la Conferencia Internacional del ICOM, en el Museo Nacional de Antropología, una Conferencia Latinoamericana sobre Educación, en Puebla; y la Conferencia Internacional del CECA, en Oaxaca, en 2003.
Su etapa más brillante y prolífica fue de 2002 a 2006, cuando dirigió el Programa Nacional de Comunicación Educativa de los Museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Esto provocó un giro a la educación que fue trascendental: abandono del conductismo y una ruta hacia un enfoque constructivista, pero arraigado como función sustantiva del museo.
En ese tiempo formó un equipo con el que se dedicó a la divulgación; con el boletín La Vozinah, el periódico Exploradores del tiempo y una antología sobre educación en museos. También varias publicaciones educativas, entre ellas las series Jugando con el pasado, Libros-objeto para niños y jóvenes; los Testimonios de nuestra historia, sobres con un facsímil de algún documento histórico como Sentimientos de la Nación, y una hoja didáctica.
En los años que colaboró en el museo MIDE de Ciudad de México, declaró; “El universo llamado museo, constituye una vivencia invaluable que permite unir a los niños y jóvenes con lo que les es inherente, con lo que les pertenece más allá del consumo, más allá de lo que consideramos útil, el museo nos vincula a todos con nuestro ser profundo, representado en el patrimonio y la herencia cultural”. Sabias palabras para la reflexión.
La última vez que estuvo en Palma, tuvo el detalle de acudir al concierto de Rosario la Tremendita en el Teatre Municipal Xesc Forteza con motivo de la celebración de la primera edición del Festival Paco de Lucía. Elegante y discreta, inundaba el espacio con su solemne presencia. Un honor. Descanse en paz.
