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En contra

Bernardo Atxaga: "He dejado atrás la angustia de la juventud, me siento más ligero"

Bernardo Atxaga (Asteasu, Gipuzkoa, 1951) es el ‘nom de guerre’ de José Irazu Garmendia, el escritor en vasco más traducido y vendido de la historia. Esta semana ha presentado en Llibres Ramon Llull ‘Desde el otro lado’, con dos de los cuatro relatos escritos originalmente en castellano y el regreso a Obaba.

«He dejado atrás la angustia de la juventud, me siento más ligero» Manu Mielniezuk

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Ha vuelto a Obaba en ‘Desde el otro lado’?».

Siempre he tenido una senda, no una autopista, que me devolvía a Obaba, de donde salí como Pulgarcito dejando lecturas que tenían que ver con ese mundo. Mi obligación es con la luminosidad, siguiendo a Goethe.

Ahora escribe la versión original en castellano.

Es circunstancial, como casi todo lo que hago. Escribo habitualmente en euskera, y lo vierto yo mismo al castellano con la ayuda de mi mujer, que ha pasado de traducir a grandes autores como Faulkner o Stevenson a encargarse de mis libros.

Euskera-castellano o viceversa, ¿cuál es el camino correcto?

En la segunda versión queda mejor. En literatura, las segundas partes siempre son buenas, todo escritor debería tenerlo en cuenta y quedarse en este número. No es necesario reescribir siete veces, eso solo sirve para presumir.

¿Podría usted haber nacido en otro sitio?

Buena pregunta. Yo he sentido una cercanía muy fuerte con el paisaje que he vivido. He cultivado el paseo sin llegar al extremo de Rousseau, y las ensoñaciones y contemplaciones se corresponden con mi entorno.

¿Vale la pena espiarle?

No creo. Aplico un patrón muy clásico, basado en lo que los romanos llamaban decorum. Quizás hace cincuenta años habría valido la pena espiarme pero, a partir de una edad, vives hacia dentro por lo que tendrían que leerme el pensamiento. En cambio, yo sí espío a veces.

A un escritor vasco se le pregunta antes que nada por la política.

Se le preguntaba antes, qué maravilla que el tiempo a veces nos favorezca. Ahora nos ceñimos a los aciertos y errores del autor, le tengo un poco de manía a Francia porque era un tortura llegar allí y que la primera pregunta fuera, «¿qué me dice de la lucha armada?».

¿Euskadi está en paz?

Como bien sabes, si la paz existe será celestial. En Euskadi ahora mismo las instituciones que han de reconducir la agresividad y recoger la expresión de la gente trabajan bien. Como decía Adorno, «la desesperación es la única salida».

¿Había otra salida para Euskadi?

No había otra salida, pero debería haberse llegado a ella mucho antes. En el momento en que Iñaki Esnaola fue apartado de ETA, se perdieron veinte años.

Deja usted escrito que le molesta perderse en detalles.

Solo el escritor del siglo XIX puede permitirse ser detallista. Ahí está Balzac con su potencia extraordinaria, pero llega un momento en que le dices «ya está bien de detalles, no me des tantos». Es como si un músico lo llenara todo de notas, cuando los silencios son igual de decisivos. Nada es más importante en literatura que la imaginación, pero el detallismo no deja tiempo para ejercerla.

¿Madrid ganará la batalla literaria a España?

Hay una novedad, Madrid ha mudado en la nación central, ha tomado un giro nacionalista de libro, delirante y peligroso por la concentración del poder mediático. Esta transformación parece teorizada por los falangistas bilbaínos de antes de la Guerra.

¿Un votante de Vox puede leer a Atxaga?

No, qué va, por mucho que Auden señale que el odio puede ser una de las razones para leer un libro. Cuidado con los de Vox.

¿Ha conseguido olvidar a Franco?

No lo sé. Pasan los años y vuelvo a la figura del dictador casi para reírme. Puedes escribir que me ha costado responder. He dejado atrás mi juventud, sus inquietudes y angustias, me siento más ligero ahora.

¿Atxaga coincide con sus lectores en sus obras favoritas de Atxaga?

He encontrado mi centro en el último libro, porque a veces me he sentido empujado como el delantero del balonmano. Bajo otras circunstancias no hubiera escrito mis obras políticas, en las más felices he actuado sin presión.

El Nobel ama los idiomas minoritarios, yiddish o islandés.

Hablando del yiddish, tengo copiado en mi cuaderno el discurso del Nobel de Isaac Bashevis Singer. Algunas veces me han llamado de un periódico para preguntarme si estaba en la lista y me quedo asombrado. No hay que fantasear con los honores, sino con la vida.

¿Su cambio de nombre daría para un psicoanálisis?

Los vascos no se dejan psicoanalizar así como así. Uno puede ser dos personas, seguro, no sé cuántas más. Mis hijas se rebelan cuando hablo y me atacan al grito de «¡Atxaga!». Bueno, ahora dicen que «no te pongas en modo Atxaga».

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