Estuvo solo una semana en la Escuela de Artes Decorativas en Palma, pero ha tardado 40 años en olvidar todo lo que aprendió, ya fueran sus propias «manías» o a aceptar sus «contradicciones». «Es más importante desaprender, que aprender», reconoce Miquel Barceló. Para el artista de Felanitx, la pintura es justo eso, una técnica que se aprende tras años de práctica, donde lo fundamental es desaprender. Por eso, ironiza, la pintura es «una cosa de viejos».

Su nueva exposición, Kiwayu (hasta el 28 de mayo en la Galería Elvira González, Madrid), está formada por una treintena de coloristas acuarelas y una decena de cerámicas que reflejan ese afán por desaprender y que le ha llevado a exponer en museos de todo el mundo. Los personajes y animales de estos nuevos trabajos parecen recién salidos de pinturas rupestres. Todos reflejan la estrecha relación del mallorquín con el mar. Las acuarelas las pintó en una apartada isla del norte de Kenia (Kiwayu), donde se refugió tras una mala racha personal. Todas las mañanas salía a bucear. «Cuando estoy encerrado en mi taller, tengo la sensación de que estoy debajo del agua. Para mí, pintar viene a ser lo mismo que bucear. Bajas, tomas aire, subes, respiras otra vez...»

Sus zambullidas submarinas cobran vida en las coloridas acuarelas de Kiwayu con peces, gambas, cangrejos, corales, seres nadando y hombres que bien podrían ser el propio artista. Todo siempre rodeado de agua de tonos azules y turquesa. «Tiene que ver con algunas de mis obras de los 80; el tema era el pintor en el taller, cada vez que estoy un poco en crisis vuelvo a esos temas».

Pese al optimismo que transmiten los colores vibrantes de Kiwayu, cuando las pintó estaba «más bien bajo» de ánimo: «Es curioso ver hasta qué punto las obras no nos representan, funcionan como un mundo paralelo».

¿Cobra el arte un nuevo sentido en tiempos de guerra? La guerra, a su juicio, no es algo de ahora, sino una constante en las últimas décadas. «Cuando hacía la Catedral de Palma, fue la primera Guerra de Irak; en Mali (allí tiene uno de sus estudios) llevan años en guerra, yo lo siento como si fuera en Felanitx, porque son mi familia y mis amigos. Sucede cada día, con armas pagadas por nosotros, como ahora en Ucrania: nosotros pagamos esas bombas». «Es muy doloroso, pero no deja de ser una constante de estos tiempos», argumenta.

Las cerámicas que se pueden ver en la muestra también toman las formas de animales marinos y están hechas con arcilla de Mallorca, donde tiene su estudio de cerámica: «Para mí es muy importante la relación con la arcilla».

Ahora está trabajando en un encargo de piezas en arcilla de grandes dimensiones, esculturas que se pueden atravesar y que se instalarán en un castillo junto al Loira, en Francia. Si la crisis de materiales lo permite, estarán abiertas al público en verano.