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Compositor
Entrevista

Joan Valent: «Una vez entregada, la obra deja de ser del compositor para ser del intérprete»

Este músico confiesa que en sus composiciones más recientes, como 'Simplicity', que la Simfònica estrena este jueves en el Principal de Palma, ha querido volver al lenguaje entendible y fácil de escuchar

Valent dice que quiere ser explícito en sus partituras. Pere Estelrich i Massutí

La Orquestra Simfònica de Balears estrena este jueves, en el Teatre Principal de Palma y en temporada de abono, la obra Simplicity, del compositor de Algaida, una partitura para orquesta de cuerdas y piano que acaba envolviendo al espectador.

Si nos atenemos al título, Simplicity no lo parece, pero ¿es compleja la obra?

Realmente el título puede engañar, ya que, si bien aparentemente es sencilla, a la hora de interpretarla no lo es en absoluto. Está construida a partir de una célula o motivo musical muy breve, de unas pocas notas y bajo continuo, he aplicado secuencias que tienen que ver con la matemática, en concreto con los fractales y los logaritmos. De esta manera, con solo la cuerda y el piano puedo conseguir pasar de un sonido apagado a un éxtasis sonoro espectacular. Esto ya lo hizo Arvo Part al crear esta técnica que llamó Tintinnabuli. Pues en Simplicity me baso en esa manera de construir una pieza a partir de tríadas.

Y el público, ¿cómo cree que recibirá esta obra?

Espero que bien, pues es una partitura que parte de muy poco y acaba envolviendo al espectador. Con ella y con otras obras recientes, he querido volver al lenguaje entendible. Por otra parte, es fácil de escuchar y seguro que no dejará indiferente.

¿Podemos hablar, entonces, de obra minimalista?

Sí, si entendemos minimalismo como la manera de construir a partir de unas pocas frases musicales.

"Simplicity es una primera parte de un ciclo de tres que están relacionadas con la arquitectura y el número áureo

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¿Por qué prescindió, para esa obra, de los instrumentos de viento y percusión?

Fue una idea preconcebida, pues creo que me desenvuelvo bien usando los instrumentos de cuerda, que es la parte orquestal que más controlo. Simplicity es una primera parte de un ciclo de tres que están relacionadas con la arquitectura y el número áureo. Otra se llamará The Straw (La paja) y la tercera The Stone (La piedra), todas para orquesta de cuerda.

Pero ¿estamos ante una obra nueva?

Estamos ante una primera audición pública de una obra que ya grabé con la Orquesta de Budapest, pues la intención de la discográfica era que una vez estrenada pudiera estar en las plataformas musicales. Es un estreno público absoluto, pues nunca se ha escuchado antes ante un auditorio.

¿Por qué eligió grabarla con la Orquesta de Budapest?

Es una formación con la que me siento muy cómodo y con la que he grabado otras composiciones, algunas para el cine.

Usted abandonó el cine para volcarse a la música en sentido puro.

Lo abandoné de forma masiva hace cinco años, aunque no del todo, pues he vuelto a él en algún caso concreto y puntual. Y es que con la edad me vuelvo más exigente conmigo mismo. Antes de dar por buena una nota la estudio, la compruebo, la analizo. Si antes, como músico, era más rudo ahora soy más perfeccionista. En las partituras doy detalles a los intérpretes, así por ejemplo indico hasta la manera de poner el arco de las cuerdas. No sé si eso es madurez o el resultado de una inmadurez permanente.

¿Cómo es su relación con los intérpretes antes del estreno?

Me gusta, si puedo, ir a los ensayos, comentar con los músicos algunos pasajes, siempre que me lo pidan, pues tengo claro que ellos tienen que hacer su propia versión. Una vez entregada la obra a la orquesta ya deja de ser del compositor para pasar a ser del intérprete.

Antes hablaba de madurez. ¿Cómo definiría su evolución musical?

Pues la resumiría diciendo que he llegado al estadio en el que no me gusta dejar nada en el aire. No quiero dar nada por sentado, en las partituras quiero ser explícito. Y con ello he conseguido tranquilizarme.

"Me puedo permitir, ahora, hacer menos música, pero hacerla con delicadeza, mimándola

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¿Tranquilizarse?

La vida de un compositor que quiere vivir de hacer música debe estar ligada al éxito. Me explico: si no te conocen y te valoran, no tienes encargos y, por lo tanto, no tienes trabajo. Y por eso debes hacer muchas cosas deprisa y con el tiempo actuando de espada de Damocles. Ahora no necesito ir deprisa.

Pero a usted podemos decir que le ha ido bien.

Sí, no puedo quejarme. He llegado a poder escoger, mínimamente, lo que quiero hacer. Me puedo permitir, ahora, hacer menos música, pero hacerla con delicadeza, mimándola. Cada vez me cuesta más escribir música, sentirme satisfecho con la que compongo. Pero disfruto mucho más de esas horas y horas de estudio, solo en casa, trabajando. Yo empecé muy joven a dedicarme a eso. Tenía, y creo que tengo todavía, facilidad para componer. Y pienso en otros compositores que, llegando tarde al éxito, han dado mucho de sí. John Williams, por ejemplo, uno de los grandes de la música del siglo XX y el mejor orquestador de la historia de la música, de quien envidio su genialidad, pero también su salud. ¿Te imaginas llegar a los noventa con esa energía vital de Williams? Es impensable. Pero, por otra parte, al ver personajes como él, muy mayores pero llenos de ideas, pienso en lo mucho que me queda por aprender. Y eso sí, sin vanidad, un elemento que, con la edad, he dejado morir. Sé cuál es mi techo. Puede que suba un poco en algún momento de inspiración, pero sé que volveré a mis posibilidades.

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