‘La isla de Eli’, amor de verano en la Mallorca ‘low cost’
La novela de Javier Campillo está ambientada en la cara B de Magaluf y los protagonistas son «dos antihéroes que se desloman y sueñan»
La isla de Eli es «una historia de personajes aparentemente anodinos, de antihéroes que se desloman, sueñan y aman como el que más en la Mallorca low cost: una kelly boliviana y un conductor de rent a car». Así describe el autor, Javier Campillo, su primera novela, ambientada en Magaluf porque «cualquier territorio es novelesco si se consigue contar una historia que conmueva, con personajes convincentes. No hace falta que se produzcan asesinatos o que la intriga destape casos de corrupción», añade sobre lo que no va a encontrar el lector.
El libro empieza con el famoso mamading que se hizo viral en 2014 y continúa con la muerte de una turista en el hotel donde se aloja, aunque el argumento gira en torno a Pedro y Eli, dos jóvenes trabajadores, «dos damnificados directos o indirectos de la crisis de 2008 que viven en la precariedad, no solo de los salarios, sino también en la de las convicciones y las expectativas», describe.
Para ambientar la historia, el autor escogió la cara B de la zona turística de Calvià debido a que, «como escritor, es una opción mucho más atractiva». Señala que «es aquella que no podemos o no queremos ver». No lo considera reprobable, ya que «el turista que viene a Mallorca una semana de vacaciones no se plantea cuánto gana la camarera que le limpia el baño o cuál es la jornada laboral del barman que sirve el gintonic. Tampoco se pregunta si el sueldo le llega para pagar el alquiler de un minipiso o solo una habitación en un piso compartido», afirma, porque «viene a pasárselo bien y a disfrutar del paraíso».
Campillo no ha pretendido de ningún modo hacer «un libelo antiturismo» ni «reflexionar por el lector». Y no aspira a que este lo haga por su cuenta, sino que solo quiere «entretenerlo y suscitar su curiosidad», responde sobre un pensamiento del protagonista: «Quién se atreve, sesenta años después, se pregunta Pedro, a cuestionar el dogma del turismo, su liturgia y sus apóstoles. Quién se atreve a plantear ahora, tras sesenta años de abnegados servicios, que la gran ramera del templo debe reconvertirse, jubilarse. Hay que estar loco para proponer algo así. Aquí no hay reconversión ni jubilación que valga, los votos eran para toda la vida. Hasta que reviente».
El autor justifica que «lo dice en un momento de agobio, en un mal día en el que le atosigan la masificación turística, el calor húmedo y la frustración cuando ve que se le escurre en los dedos su pequeña ración de felicidad». De todos modos, lamenta que no hemos aprendido nada con la pandemia porque «parece que aspiramos a volver al mundo de antes, con récords de visitantes, ocupación hotelera, tráfico aéreo. Volver al 2019 como sea».
Otro de los temas que recorre toda la novela es la inmigración, reflejada en la protagonista. De hecho, el título surgió para hacer «un guiño a Eli’s Island, la isla de Estados Unidos donde recalaba la inmigración que llegaba allí», dice Campillo. «Mallorca puede vivirse de un millón de maneras, tantas como habitantes tiene, y he querido contar cómo vive en ella Eli, una inmigrante boliviana que trabaja en Magaluf».
El autor es mallorquín, pero lleva casi tres décadas fuera como responsable de las bibliotecas del Instituto Cervantes en Túnez, Roma y Toulouse, por lo que en ocasiones se ha sentido como la protagonista. «En el sentido de que nunca rompes los canales que te unen al lugar al que perteneces, aunque reniegues de él, trabajes en otro país, te integres en él y tengas hijos cuya infancia, lengua o nacionalidad poco o nada tengan que ver con las tuyas. Sigo interesándome más por la actualidad mallorquina que por la de Toulouse». Esa añoranza hizo que escribir sobre su origen se convirtiese en «una tarea tan atrayente como apremiante», concluye el novelista.
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