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El gallinero

Puentes

Un momento de ‘La Tríada’, que se representó en el Espai El Tub.

En coloquio dramático, tres buenos autores, despachando sobre poder de la escucha -la ausencia de la misma, en realidad-, las dificultades para establecer una comunicación efectiva en tiempos absurdos, de lemas, ráfagas en forma de tuits y oídos sordos. Joan Yago, Marta Barceló y Llàtzer Garcia, concitados por l’Espai del Tub – Produccions de Ferro en un marco –el Festival de la Paraula– que regala volumen a los textos (cosa rara y maravillosa). La Tríada-Contra el diàleg, evoca las disquisiciones pensadas y publicadas por Agustín García Calvo –ahí el tiempo era la diana– reventando los conceptos que marcan la sociedad burguesa y contemporánea.

En el proceso creativo asesoraron Emili Manzano (periodista, escritor), la socióloga y doctora en feminismo y comunicación Meritxell Esquirol y Joaquim Valdivielso, profesor de Filosofía Moral de la UIB. El resultado fluyó en boca de Lluqui Herrero, Jordi Figueras y Lluís Marquès, magníficos, creíbles, bajo la batuta de Joan Fullana.

Discutieron, gritaron, escupieron verdades sobre cómo decirnos las cosas o gestionar los silencios; besugos en ocasiones, barcazas a la deriva otras veces. La cuestión es que emocionaron a un público que llenó el teatro incrustado en el Institut Joan Alcover, un tesoro escondido, también raro.

Viva el festival de marras, que alarga los puentes entre Cataluña y Balears que levantan desde hace años el Torneig de Dramaturgia o las producciones mixtas del Principal de Palma. Talento de ida y vuelta, tan cerca, y tan lejos durante demasiado tiempo.

Mientras tanto, en Madrid, y probablemente en Palma dentro de unos meses, el must del momento es El Golem; escrita por Juan Mayorga, dirigida por Alfredo Sanzol e interpretada por Vicky Luengo. Una pieza oscura, densa, inasible por momentos, que no otorga concesión alguna a la ligereza y con un contenido filosófico que a veces aplasta el propio relato. Me parece detectar a Borges, Asimov, Nietzsche o el Frankenstein de Shelley y por supuesto el mito judío de Meynrik en esta distopía (con tintes utópicos en un final aparentemente desconectado del resto) sobre el poder de las palabras, la capacidad redentora del lenguaje y el carácter divino de la sanidad y los avances tecnológicos. Si buscáis algo fácil, no es vuestra obra.

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