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Opinión

'Centenario Pasolini, la pasión por el fútbol'

El escritor y cineasta italiano no dudaría en confesar que “todas aquellas tardes que pasé jugando al fútbol en los Prados de Caprara fueron sin ninguna duda las más bellas de mi vida”.

Bernardo Bertolucci y Pier Paolo Pasolini.

Pier Paolo Pasolini nació en Bolonia el 5 de marzo de 1922. El célebre poeta, escritor y cineasta fue un personaje heterodoxo y atormentado por la Iglesia católica por su ideología comunista y por los comunistas por su homosexualidad. El autor de la película 'El Evangelio según San Mateo' (1964) -dedicada al Papa Juan XXIII y protagonizada por el catalán Enrique Irazoqui y en la que tendría un pequeño papel Natalia Guinzburg- fue un gran transgresor y creador de nuevos lenguajes cinematográficos y literarios. Y, asimismo, un defensor de las lenguas minorizadas, incluida la catalana.  

A pesar de todo, Pasolini solía manifestar que nunca lo invitaban a conferenciar sobre el fútbol, su auténtica pasión. Hace unos años se publicó un libro, 'Sobre el deporte', donde se recopilaron sus artículos y declaraciones. A los 14 años, de vuelta a la ciudad donde nació y en unos años en los cuales el Bolonia fue el ganador de los campeonatos de liga, el preciado 'scudetto', germinó su pasión futbolística y el amor eterno por los colores azulgranas de la 'squadra' de su ciudad. Pasolini recordaría que en aquellos años jugaba seis y siete horas diarias seguidas, de extremo izquierda, con una verticalidad y velocidad endiablada por la que sería apodado como 'stukas' (por el caza alemán). Pasolini no dudaría en confesar que “todas aquellas tardes que pasé jugando al fútbol en los Prados de Caprara fueron sin ninguna duda las más bellas de mi vida”.

También lo fueron aquellas tardes dominicales en las gradas del campo de fútbol XXV Aprile de Pietralata animando al equipo Alba Rossa, impulsado por la sección comunista de este barrio popular de la periferia romana. No obstante, a Pasolini lo que le gustaba, de verdad, era jugar y, por eso, no dudó en desafiar a Bernardo Bertolucci a un encuentro entre los dos equipos de filmación que estaban trabajando muy cerca. Pasolini en Mantova rodando 'Saló o los 120 días de Sodoma' y Bertolucci en Parma filmando 'Novecento'. 

Bertolucci había empezado como ayudante de dirección con Pasolini en la película 'Accattone'. Era su maestro, pero se habían distanciado por sus críticas a El último tango en París. Los dos pensaron que era una buena ocasión para hacer las paces e incluso el quisquilloso boloñés aceptó jugar como visitante en Parma el domingo 16 de marzo de 1975, la ciudad y el día en que 34 años atrás nació Bertolucci. El duelo futbolístico alteró ambos equipos de rodaje. Pasolini se lo tomó en serio y sometió a un duro entrenamiento a su 'squadra'. Bertolucci, pícaro y guasón, se lo tomó como una pachanga. El insólito partido será recordado con el nombre 'Novecento Vs Centoventi'.

A primera hora de la mañana, se encontraron los dos equipos cinematográficos en los jardines de la Ciudadela en un ambiente de duelo medieval. El equipo de Pasolini, con el brazalete de capitán en el brazo, enfundaba, como no podía ser de otra manera, la camiseta del Bolonia. Por su parte, Bernardo Bertolucci, consciente de sus pocas habilidades con la pelota y con un físico fondón, vestía un chándal de entrenador. Después del apretón de manos de rigor, el parmesano le presentó a sus jugadores que lucían una despampanante camiseta de color lila diseñada exprofeso por la jefa de vestuario. 

Pasolini torció el morro. Su contrincante estaba eufórico, había conseguido sacarle de sus casillas y ganar el partido antes de empezar. El azulgrana había envestido contra las camisetas lilas sin fijarse en los cuatro jugadores del equipo juvenil del Parma que Bertolucci, en una verónica perfecta de distracción, había contratado como extras de su película pocos días atrás. 

A pesar de sus 53 años, Pasolini todavía corría como un chaval. Bertolucci no se lo pensó dos veces y ordenó pararlo como fuera y el 'stukas' boloñés fue derribado sin contemplaciones saliendo de campo renqueante. El resultado final fue de 5-2 favorable al equipo local. Mientras Bertolucci festejaba el triunfo, Pasolini, con cara de pocos amigos, se marchó, como es habitual en estas situaciones, sin hacer declaraciones y, lo que es peor, con el rabo entre las piernas. 

Pasolini nunca descubrió la martingala. Siete meses más tarde, el Día de Difuntos, su cuerpo apareció en un descampado de Ostia brutalmente apalizado y espoleado con los gritos de “maricón” y “cerdo comunista”.

* Andreu Mayayo es catedrático de Historia Contemporánea de la UB

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