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CRÍTICA: MÚSICA

El tormento y el éxtasis

Mucha madera se necesita para ofrecer en directo las sinfonías de Mahler, madera en los vientos y madera en la percusión. Pero no solamente eso, sino también metales y cuerdas. En definitiva, para interpretar las obras sinfónicas del compositor bohemio, es necesario disponer de una plantilla grande, enorme.

Nuestra orquestra Simfònica, con esa Sexta que ofreció el pasado jueves, casi ha completado el catálogo de las nueve sinfonías mahlerianas. Casi, porque falta la Octava, del todo imposible pues se necesita una plantilla enorme de músicos y voces, ya que no es casual que se denomine comúnmente Sinfonía de los Mil, por el número de personas sobre el escenario.

Esa Sexta que pudimos escuchar el jueves en el Auditòrium de Palma, marca una fecha en rojo en el calendario de conciertos memorables de nuestra formación. Presentar esa obra, larga y compleja, de la manera que lo hicieron nuestros profesores, tiene mucho mérito, pues el resultado fue del todo excelente. Así lo demostró el público, puesto en pie, aplaudiendo durante minutos a instrumentistas y director, un Pablo Mielgo que supo descubrir todo el saber psicológico y musical que la partitura esconde, que no es poco.

Mielgo optó por una versión en la que la orquesta sonó como un solo instrumento, minorizando las partes para construir sinergias a través de un sonido compacto y más de conjunto que de secciones separadas. Nada de individualismos, pues el todo es más que la suma de las partes.

Enorme la seducción del tema de Alma del primer movimiento, que sonó dulce y sensual. Envolvente el primer tema del Andante, que llena casi todo el movimiento; para cerrar los ojos y dejarse llevar. Brillante y efectista el Scherzo. Y enorme la fuerza del Finale. Toda la energía potencial contenida en la primera hora se convirtió en energía cinética en esos casi treinta últimos minutos de vorágine.

Parafraseando al director de cine Carol Reed, el último movimiento fue un ir i venir entre el Tormento y el Éxtasis. Música, dolor, esperanza destruida, contradicción… Mahler en estado puro.

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