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Aniversario

La odisea del 'Ulises': Las desventuras de un clásico moderno

El ensayo 'El libro más peligroso' sigue el azaroso proceso de la obra maestra de Joyce hasta su publicación

James Joyce.

La literatura se abre paso a través de caminos extraños, pero sin duda ninguno más azaroso que el 'Ulises' de James Joyce, que con todas las circunstancias en contra llegó a convertirse en el libro que abrió la puerta a la modernidad. Quizá el más importante de la lengua inglesa del siglo XX. Ahora lo sabe todo el mundo, aunque, probablemente, pocos hayan conseguido la hazaña de leerlo. Lo difícil era darse cuenta en 1922, cuando la librera Sylvia Beach consiguió publicarlo en París, sin tener la menor experiencia editora.

La batalla para que el libro saliera adelante pese a las innumerables acusaciones de inmoralidad fue agotadora y tiene un aliento épico. Los luchadores -editores, libreras, directoras de revistas, escritores amigos, mecenas, situados en Londres, París o Nueva York- estuvieron tan convencidos de su valía que se dejaron la piel en el empeño. Se habla mucho de la quema de libros del nazismo, pero el 'Ulises' fue pasto de las llamas en Nueva York y en Londres, víctima de los guardianes de la moralidad. Lo cuenta el historiador Kevin Birmingham en 'El libro más peligroso' (Es Pop), un ameno ensayo que deja a un lado lo excepcional y lo excéntrico de su escritura para centrarse en su proceso de edición, en la polémica moralista que lo rodeó.

Hoy aquellas explosivas reacciones en contra pueden parecer fuera de lugar. Virginia Woolf se negó a publicarlo aunque con el tiempo llegara a apreciarlo, D. H. Lawrence, que años más tarde se enfrentaría al escándalo por 'El amante de Lady Chatterley' dijo que el último capítulo de la novela era "la cosa más sucia, más indecente y obscena jamás escrita". Birmingham recuerda al lector que con ojos actuales, cuando las innovaciones ya se han convertido en tópicos, "es difícil apreciar el modo en que la novela pudo ser revolucionaria". Y 'Ulises' lo era porque hablaba de la vida sin mediaciones con toda su humanidad y todas sus miserias .

El 'Ulises'. EP

Estos algunos de los personajes de aquella epopeya.

James Joyce

 Luchando contra la ceguera, lo sacrificó todo a la escritura. Fue un héroe trágico de la literatura capaz de seguir añadiendo correcciones a su obra desde la cama del hospital a la que le llevaron sucesivamente 11 operaciones de la vista. Alternó la miseria con el derroche económico, mientras a su libro le llovían las denuncias judiciales. Su historia de amor con su esposa, Nora Barnacle, y las cartas obscenas y vulgares que se cruzaron fueron el banco de pruebas para la prosa desinhibida y procaz del 'Ulises'. Según Birmingham, el secreto del arte de Joyce es “tratar a sus lectores como si fueran amantes”.

Ezra Pound

El poeta y gran impulsor del modernismo fue posiblemente el gran defensor de la novela. Pero también, el primero de sus censores cuando decidió quitar por su cuenta y riesgo, entre otras, una alusión a la descomposición de vientre de Leopold Bloom, el antihéroe protagonista.

Harriet Weaver

Esta sufragista británica, rica heredera con aspecto de solterona victoriana, fue una de las principales mecenas de Joyce, para pasmo de su conservadora familia. En su revista 'The Egoist' publicó el ‘Retrato del artista adolescente’ y llegó a despedir a todo aquel impresor que se negara a componer un párrafo indecoroso. Lo hizo incluso cuando dos de ellos eliminaron las palabras 'cuesco' y 'cojones' que ella desconocía. Sintió una admiración desmedida por el escritor, a quien no conoció personalmente en años, y se atrevió a hacer una edición inglesa que fue, rápidamente, pasto de la censura. 

Margaret Anderson

Propietaria de la revista anarquista ‘The Little Review’ donde el 'Ulises' se dio a conocer al publicarse las primeras entregas a partir de 1918. Fue la primera mujer que defendió por escrito los derechos de los homosexuales. Convencida que la novela era la gran obra maestra de su generación, además de burlar al Servicio Postal, que tenía prohibida su distribución, tuvo que convencer a impresores y fábricas papeleras para que siguieran adelante sin garantías monetarias. Ella, Weever y más tarde Beach, tres guerreras, encarnan la paradoja de que fueron ellas precisamente las impulsoras de una novela que según la moral de la época era gravemente peligroso que leyeran las mujeres

John Quinn

Este abogado de Wall Street muy interesado por la creación más experimental fue el mecenas de 'The Little Review'. La bohemia de Nueva York y el sector financiero dándose la mano. Quinn también se convirtió en el abogado a la fuerza del primer juicio al que se enfrentó la novela y apeló a la perplejidad de los jueces, que habían intentado leer el 'Ulises' sin comprenderlo. Su argumento final fue que los lectores que no entendieran la novela no podrían pervertirse por ella y los que lo hicieran, o bien sentirían rechazo o bien aburrimiento. “Es solo una historia sobre lencería femenina”, zanjó. Naturalmente, perdió el juicio.

Sylvia Beach

La gran heroína de esta historia, la norteamericana que consiguió finalmente editar la novela en París y que hizo de su librería Shakespeare and Company el Camelot de la literatura moderna, a medio camino entre un café y un salón literario Todo intelectual (o pornógrafo) anglosajón que pasaba por París tenía una cita allí para poder pasar de matute el libro prohibido, que alcanzó cifras importantes en la reventa. Se convirtió en la novela de la que todo el mundo hablaba.

Ernest Hemingway

 El joven escritor era una especie de ahijado de Beach, quien solía invitarle a comer a diario. Puso en contacto a la librera con un contrabandista de whisky y tabaco para que los ejemplares del 'Ulises', un kilo y medio cada uno, pudieran atravesar la frontera canadiense por el mismo sistema.  

Samuel Roth

El pirateo de libros no es privativo de la era digital. Roth fue "el mayor pirata literario de los años 20". Solía hacer impresiones baratas de novelas eróticas pero la decisión de robar el 'Ulises' obedeció más a una admiración extrema hacia la novela que a la intención de ganar dinero. Su edición fraudulenta de 1929 copiaba la de Beach y se podía comprar en el almacén de una librería de confianza como Gotham. La delataba un cosido que se desprendía a la primera lectura, un azul que no era el indicado y el hecho de que el lomo no fuera blanco. Roth acabó en la cárcel, no por pirata sino por distribuir material pornográfico, cuando tuvo la mala suerte de intentar vender sus libros puerta a puerta a un miembro de la Sociedad Antivicio.

John Wolsey

Este juez era un gran lector. La resolución del juicio que el gobierno estadounidense llevó contra el libro en 1933 es casi una pieza literaria: “Cuando un gran artista de las palabras, tal como sin duda Joyce es, busca pintar un retrato genuino de las clases medias y bajas de una ciudad, ¿debería ser imposible para el público estadounidense ver legalmente dicho retrato?” Naturalmente el fallo fue a favor del libro, que pudo por fin editarse legalmente por Random House. Se vendió en tres meses más que en los 12 años anteriores con una burla del destino añadida: la versión utilizada como modelo no fue la cuidadosa de Beach, sino la del pirata Roth. 

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