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CON CIENCIA

Leakey

Se me permitirá que en esta ocasión el contenido de la cuartilla se refiera a la ciencia de forma indirecta: no a los fósiles sino a sus descubridores. A uno en particular, que ha fallecido el pasado domingo y cuya vida, dentro y fuera de la actividad científica, alcanzó tanto relieve como para que la noticia de su desaparición la diese nada menos que el presidente de Kenia.

Me refiero a Richard Leakey, una de las personas de mayor carácter que ha existido nunca en un terreno en el que la personalidad suele desbordarse: el puente que une la antropología evolutiva con la defensa del medio ambiente. Nacido en Kenia, Richard Leakey era hijo de dos de las grandes figuras de la edad de oro del estudio de la evolución humana: Mary y Richard Leakey, unidos para siempre al yacimiento de Olduvai y descubridores tanto del Paranthropus boisei como de la primera especie de nuestro género, Homo habilis. Pero ni siquiera la pertenencia a una familia con semejante bagaje académico bastó para sujetar la rebeldía creativa de Richard. A la edad de 16 años dejó sus estudios para emprender una carrera de organizador de safaris. Y fue precisamente en el transcurso de una de sus exploraciones en busca de lugares desconocidos cuando, sobrevolando en avioneta la parte oriental del Lago Turkana, descubrió lo que parecía ser un yacimiento prometedor para resultar al cabo uno de los más esclarecedores en la interpretación de nuestro linaje: Koobi Fora.

Sólo por eso, Richard Leakey habría entrado en la historia de la paleoantropología. Pero trabajando ya como un investigador al uso —aunque sin licenciatura alguna— Leakey descubrió en Koobi Fora ejemplares que permitirían llevar mucho más lejos los hallazgos de Olduvai. Tanto el origen del género grácil del linaje humano —Homo— como el del género robusto —Paranthropus— estuvieron en duda hasta que Richard Leakey y sus colaboradores, como Alan Walker, proporcionaron claves cruciales sobre las distintas alternativas evolutivas.

Pero, cómo no, Richard Leakey jamás se conformaría con los reconocimientos académicos al estilo de los numerosos doctorados honoris causa que se le concedieron. Su lucha contra los cazadores furtivos le llevó hasta la dirección del Servicio de Vida Salvaje de Kenia. Y también a sufrir un accidente jamás aclarado —con sospechas de sabotaje— que hizo capotar su avioneta y obligó a llevar a cabo la amputación de sus dos piernas.

Ni siquiera el verse relegado a una silla de ruedas le hizo detener a Richard Leakey su lucha contra el deterioro del medio ambiente y la corrupción que contribuía a agravarlo. Llegó a fundar un partido político en Kenia para extender su batalla, que puede resumirse mediante el mensaje de Leakey incluido en el obituario escrito por su sobrina Emma: si no cambia su forma de vivir, el Homo sapiens será el autor de su propia extinción.

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