Nunca habría vivido Pau Riba una escenificación de su clásico Jisàs de Netzerit con tanta emoción a flor de piel, con tal mezcla de vértigo y calidez, como el pasado jueves en el Centre ArtesàTradicionàrius (CAT), ante un público que había agotado las entradas hacía días y al que no le dio la gana de quedarse en casa pese al repunte pandémico. Fans, amigos, compañeros de tribu cósmica a la postre, que le arroparon en sus delirantes nadadales celebrando los poderes benéficos de la música en cada uno de sus versos y ocurrencias.
Ahí estuvo el venerable druida de la ‘cançó’, recorriendo una a una las canciones tradicionales navideñas de aquel aventurado disco-libro publicado 20 años atrás, Jisàs de Netzerit (o capítol zero de la guerra de les galàxies), en el que procede a revisar la vida de Jesús bajo un prisma psicotrópico acogiéndose a un dialecto propio del catalán, el que-te-lé, afectado por un corrimiento de las vocales. Lo hizo, como siempre, inyectando cuñas jocosas en torno a la actualidad sociopolítica: en esta ocasión, guiños al obispo de Solsona, a «M. Rajoy», al trifachito, a la reserva de la Ricarda y a «la Biblia que nos dimos entre todos». Junto a él, sus amorosos De Mortimers, la autodenominada tropa de «rocker-clowns» sita en Tiana, a cargo tanto de instrumentos cabales como de otros artilugios, ya fuera percusiones casuales, muñecos o señales de tráfico.
Y Pau Riba, cantando a los Reyes de Oriente y al «noi de la mare» con su secular mala voz de hierro, como siempre fue, haciendo del ejercicio artístico una señal de vitalidad ajena a las circunstancias, a ese cáncer de páncreas del que nos habló dos semanas atrás y que flotaba sobre el patio de butacas. Con él no valen las liturgias ni los respetos impostados: la dama de la guadaña puede estar ahí, acechando, y nos corresponde reírnos de ella, vino a decirnos cuando, después de recorrer El desembre congelat, simuló que le había dado un síncope y se hizo el muerto, con los ojos cerrados y la cabeza ladeada.
Reanimado por De Mortimers, bromeó con los homenajes post mortem que se hacen a los artistas y con aquellos que lo hayan confundido con su amigo Jaume Sisa, y se soltó con un amago del estribillo de Qualsevol nit pot sortir el sol que precipitó las carcajadas.
Riba, más ‘punkie’ que hippie, riéndose de su sombra y cerrando el concierto encabezando una rúa y desfilando entre el público al son de su ‘Dansardana’, cantándole a la luna envuelto en palmas y perplejas sonrisas de oreja a oreja. La enfermedad, la pandemia, pueden oscurecer nuestros días, pero una escena como esa no se paga con dinero.