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Crítica de música | Voces que dicen algo

Apuesta arriesgada y valiente por partida doble. Nos referimos a la que programó el pasado viernes el recién inaugurado Teatre d’Inca, que dirige con efecto y soltura Biel Amer. De riesgo y valentía es programar en una misma sesión dos óperas del repertorio poco convencional, una, La Voix humaine, aunque un clásico, de difícil textura para una primera entrega y la otra un estreno absoluto. Si eso no es riesgo… Y por partida doble, pues ese riesgo y esa valentía también incluyen al grupo Diabolus in Musica, que dirige Pablo López y que no deja de sorprendernos en cada una de sus producciones.

La Voix humaine de Poulenc, basada en un texto de Cocteau es una ópera/monólogo para soprano sola, que, como ya había hecho antes Schonberg en Erwartung, deja que la cantante haga fluir sus emociones, fuertes la mayoría, delicadas algunas pocas, cuando es abandonada por su amante. Drama, al fin y al cabo. Y aquí, con mayúsculas, debemos resaltar el trabajo enorme que hizo Maia Planas para, en algo más de media hora, mostrarnos sus ansias y de sus disgustos de forma tan convincente. Debemos decirlo alto y claro: Sin esa Maia Planas en estado de gracia, La Voix Humaine que pudimos presenciar el pasado viernes no hubiera sido lo mismo. Ella bordó el papel como pocas veces lo había hecho antes, dándonos una muestra de que es una excelente intérprete, vocal y teatralmente. Enhorabuena pues a la soprano, que estuvo muy bien dirigida por Israel Solà.

Y en la segunda parte, Pablo López cantó y dio una auténtica lección de anatomía, pues en La Veu Sàuria, el barítono se puso en la piel de un biólogo que explora las manifestaciones de sexo sin sexo, siempre en un contexto de una sala de conferencias, con proyecciones incluidas. Obra curiosa esa que han escrito para la ocasión la escritora Anna Lompart y la compositora Mariona Vila y en la que es necesario que el actor/cantante, además de cantar y recitar, pueda contorsionar, tres cosas que López hizo a la perfección.

No podemos olvidar las, nada fáciles intervenciones del pianista Magí Garcías, muy convincente en todas ellas. El pianista es, en las dos obras, pieza protagonista.

Muy bien la iluminación de Alberto Rodríguez, el espacio escénico creado por Elionor Sintes y las creaciones audiovisuales de Tonina Matamalas.

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