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Crítica de música | Piazzola es un nombre de tango

Sin duda Astor Piazzola es el compositor argentino de más renombre universal, muy por encima de otros también espléndidos y más académicos como Ginastera, por ejemplo. Piazzola es el más popular, pues consiguió llevar a las salas de concierto la forma musical más típicamente argentina, el Tango. Después de Piazzola, el tango ya no es solamente un baile o un estilo de canción triste con letras que cuentan el desamor. Con Piazzola, las orquestas sinfónicas han introducido el tango en sus programas. Como nuestra Simfònica, que dedicó un monográfico al compositor el pasado jueves en su temporada de abono y para poner un grano de arena al año del centenario del músico, que nació en el 1921.

Para la ocasión, Pablo Mielgo invitó a una violinista excepcional, Leticia Moreno, para que interpretara una versión para violín y orquesta de las Cuatro estaciones porteñas, una obra muy interesante en la que Piazzola traslada a su terreno (literal y metafórico) las Cuatro Estaciones de Vivaldi.

Moreno estuvo espléndida en sus intervenciones solistas, primero, demostrando que no de forma casual ha interesado a músicos de la talla de Mstislav Rostropovich y segundo, justificando que su disco Piazzolla haya tenido un gran éxito de crítica y de público.

Pero eso no fue todo, para empezar, la Simfònica abrió el programa con una obra maestra: Oblivion. Con ella, Mielgo y sus músicos nos introdujeron de forma brillante al mundo piazzoliano, en el que diferentes solistas de la orquesta demostraron las enormes posibilidades tímbricas y melódicas de sus instrumentos.

Y, para terminar, la menos conocida Sinfonía Buenos Aires, que llenó toda la segunda parte de la sesión.

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