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Crítica de música | Celebración

El ciclo musical Els Matins de l’orgue de Alaró ha cumplido quince años. Desde hace década y media, semana tras semana, Miquel Bennàssar y algunos colaboradores puntuales nos han ofrecido sesiones sabatinas de buena música hasta llegar a la del pasado fin de semana en la que fue la septingentésima. Muy fácil de escribir, 700, pero no tan fácil de conseguir. Setecientos conciertos es una heroicidad que debemos valorar como se merece, aplaudiendo y animando a seguir.

Bennàssar abrió el concierto con una obra de Bach, invirtiendo lo que es habitual: cerrar con el gran maestro alemán. Su Praeludium et Fuga BWV 532, con un final espléndido, con sonido de campanillas incluido, resultó muy efectista, festivo, como debía ser, pues de eso iba la cosa, de celebraciones.

Después vinieron las tres intervenciones de la soprano invitada para la ocasión, una muy interesante Marcela Inguanzo, argentina residente en Mallorca desde hace años y que siempre añade valor a las obras que canta, como fueron fragmentos del Mesias de Haendel, de La Pasión según San Juan de Bach y de la Misa en do menor de Mozart, las tres cantadas con gusto y profesionalidad, destacando el Et Incarnatus est mozartiano. Tres momentos que alternaron con otros instrumentales de Mendelssohn, Denis Bédard y el propio Bennàssar de quien pudimos escuchar una curiosa Fantasía sore el nombre Sweelinck, el compositor del que este año hemos podido seguir su trayectoria organística pues en el ciclo se ha ofrecido su integral, en el cuarto centenario de su muerte.

Concierto especial ese de la celebración, que, por cierto, congregó a más público del habitual que aplaudió a los dos intérpretes con pasión. Enhorabuena.

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