Quizá a modo de respuesta a quienes se quejan de que todas las películas de Marvel son iguales, Eternals aporta a la saga varias novedades. Por momentos se parece más a 2001: Una odisea del espacio que a Los vengadores. Incorpora una nueva mitología de dioses, extraterrestres y monstruos; e incluye el primer justiciero gay y el primer beso homosexual en una película de Marvel, la primera superheroína sorda y la primera escena de sexo. Asimismo, explora la naturaleza y los límites del heroísmo y las conexiones entre las ficciones de superhéroes y la iconografía religiosa, y se pregunta si vale la pena salvar a la humanidad. Esos apuntes filosóficos, eso sí, se presentan salpimentados de gags; cuando no hace solemnes alusiones al genocidio, la película bromea sobre la adicción de sus semidivinos personajes a los teléfonos móviles.
Eternals también es la primera entrega del UCM firmada por una ganadora del Oscar a la mejor dirección, pero lo cierto es que casi nada de lo que hace que las ficciones previas de Chloé Zhao sean especiales -la autenticidad, la atención al detalle, la mirada poética al paisaje- se detecta aquí.
Meramente esbozados, los personajes funcionan casi como símbolos de inclusión, y los intentos de expandir los límites del género incluyendo escenas cotidianas solo sirven para expandir su metraje.