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Crítica de cine | Cuando Tony Soprano era un crío

David Chase, creador de Los Soprano, está detrás de Santos criminales como guionista y productor. Así que esta película no es un capricho o un producto desgajado de la legendaria serie de HBO. Chase ha urdido esta precuela con los suficientes elementos de interés para que, sirviendo de complemento al relato catódico sobre Tony Soprano y sus familiares, amigos, enemigos y sicarios, sea también un producto autónomo y válido por sí mismo.

Santos criminales es fiel a la estética de Los Soprano pero incorpora no pocos elementos propios del cine de mafiosos de Martin Scorsese, utilización de canciones clásicas que puntúan la acción -de Frank Sinatra, Rolling Stones, Scott McKenzie, The Delfones, Dionne Warwicko Gil Scott-Heron- como recurso más evidente. La escena final, empleando de nuevo el tema principal de la serie, es realmente emocionante (para los seguidores de Los Soprano).

Y eso ocurre después de una ristra de acciones violentas, pero al mismo tiempo contenidas, que sirven para describir al personaje central, Dickie Moltisanti, alguien que mata a todos los que quiere e inicia después extraños procesos de redención. El niño y después adolescente Tony Soprano (encarnado por Michael Gandolfini, hijo de James) es un testigo cada vez más activo de unos acontecimientos que atañen a la familia, a los asuntos criminales y los conflictos raciales de finales de los 60. Una excelente precuela en la que se apuntan situaciones y relaciones que el espectador conectará de inmediato con Los Soprano junto a recovecos oscuros como los que atañen a las visitas de Dickie a su tío Sally, un gánster crepuscular que le pide discos de Miles Davis.

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