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Con ciencia | Cola

Sin cola.

La unión del pensamiento darwiniano original y la teoría de la herencia de Mendel dio paso a principios del siglo XX a la llamada síntesis neodarwinista. Desde entonces, ese corpus teórico es el paradigma más extenso e influyente de las ciencias de la vida, que ganó una enorme fuerza cuando la genética molecular indicó cuáles eran los mecanismos de cambio asociados a la herencia.

Uno de los pilares más firmes del neodarwinismo lo constituye la velocidad del cambio. Siguiendo las intuiciones del propio Darwin, la manera como la selección natural iría dando paso a la evolución de las especies sería mediante cambios graduales, pequeños y continuos, que a la larga convertirían a los miembros de un linaje en muy diferentes de los ancestros remotos pero sin que fuese posible indicar una frontera entre el antes y el después. La naturaleza gradual del cambio evolutivo semeja algo así como una cuesta hacia arriba que une el fondo —los ancestros— y el techo —el presente— en pendiente suave. Pero Stephen Jay Gould, uno de los genios del pensamiento evolutivo, propuso una versión diferente del cambio: a periodos en los que una especie se mantendría en esencia idéntica a sí misma le seguirían otros de modificaciones profundas y súbitas. Se trata del modelo del equilibro intermitente, que podríamos imaginar como la subida de la misma cuesta de antes pero ahora mediante peldaños.

Como se trata, más que nada, de matices —viéndola de lejos la escalera se vuelve cuesta y, si la lupa aumenta, toda cuesta es una escalera— la discusión entre gradualismo y equilibrio intermitente se vuelve académica. Pero a veces aparece un hermoso indicio que levanta dudas.

Bo Xia, investigador del Institute for Computational Medicine en el NYU Langone Health (Nueva York, Estados Unidos), y sus colaboradores han publicado en la revista de manuscritos no sometidos aún a revisión bioRxiv un trabajo en el que identifican un cambio en el gen TBXT como responsable de la pérdida de la cola en los simios superiores, es decir, en los ancestros comunes de orangutanes, gorilas, chimpancés y humanos. Ni que decir tiene que una modificación tan trascendente de uno de los elementos claves para la locomoción arbórea llevada a cabo por una única modificación genética debe considerarse como un cambio evolutivo casi instantáneo. Pero, por otra parte, la especie más afectada en su tipo de locomoción por la pérdida de cola, la humana que adoptó la bipedia, dejó transcurrir más de seis millones de años entre erguirse para caminar sobre los pies y adoptar un tipo de marcha bípeda semejante a la actual. Nuestro linaje humano se separó del de los chimpancés hace 7 millones de años pero hubo que esperar al Homo erectus, hace poco más de medio millón de años, para encontrar una bipedia digamos contemporánea.

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