Desde el pasado 3 de septiembre, han tenido lugar en Manacor unos Encontres de jóvenes músicos de diferentes nacionalidades, que, a las órdenes del director Miguel Romea y con la ayuda de diferentes profesores según la sección instrumental, han practicado repertorio sinfónico además de pulir su manera de tocar. Esos Encontres, que han llegado en esta ocasión a su cuarta edición, son muy provechosos, primero para los estudiantes que pueden asistir, pero también para la sociedad, ya que refuerzan el papel de la música clásica, crean afición y preparan cantera de cara las orquestas de mañana.
El pasado jueves en Manacor y el viernes en el Trui Teatre de Palma, pudimos comprobar la calidad de esos jóvenes maestros y cómo han aprovechado esa semana de trabajos grupales y por secciones. Fue impresionante escuchar a esos músicos, algunos de quince años, tocar obras nada sencillas del repertorio sinfónico.
Para empezar, y como no podía ser de otra manera, una partitura de raíces mallorquinas, la Obertura Foners de Antoni Parera Fons, llena de ritmo y de aires nuestros, que son los del Mediterráneo; pocos compositores han sabido trasladar al pentagrama ese sentir de nuestra cultura y Parera es uno de ellos. Luego vino El Pájaro de fuego de Igor Stravinsky, una pieza en la que el ritmo dialoga con el lirismo de una manera exquisita, pasando de la melodía casi inaudible al éxtasis sonoro de forma magistral. Y para terminar, ese prodigio melódico que es la Cuarta de Tchaikovsky, con ese peculiar tercer tiempo en forma de pizzicato. Delicioso.
En cada una de las obras, el director supo sacar de esos talentosos jóvenes todo su buen hacer. Cuerdas afinadas, vientos con un muy buen sonido, percusión electrizante. Todo en su justa medida.
Enhorabuena pues a los músicos y, por supuesto, a la organización, que tal como me comentó uno de los jóvenes participante, Martí Delgado, «la organización tiene mucho mérito por haber programado esto casi desde cero».
