De pie frente al atril del Auditorio del Museo del Prado, donde se iba a proyectar ‘Goya, 3 de mayo’, un cortometraje sobre el cuadro ‘Los fusilamientos’, lo primero que dijo este jueves por la tarde su director, Carlos Saura, fue esto: “Yo no tengo nada que decir”. Antes que él habían hablado el presidente de AragónJavier Lambán, y el alcalde de MadridJosé Luis Martínez-Almeida, con intervenciones protocolarias, institucionales, abundantes en loas a la comunidad autónoma y a la capital. Cuando le tocó el turno a Saura (Huesca, 1932), su registro fue otro. “Solo puedo expresar mi agradecimiento a todos los que han colaborado en este corto –señaló-. Me lo han puesto muy fácil. Me lo he encontrado todo prácticamente hecho. No tengo nada más que añadir. Solo pido que veáis la película de una vez”.

La película dura menos de lo que duraron los discursos: apenas 14 minutos, en los que el cineasta recrea lo que pudo ocurrir justo antes de las ejecuciones pintadas por Goya en uno de sus cuadros más famosos, dramáticos y difíciles de olvidar. “Un tótem sobre la guerra”, dice Saura. El lienzo, precursor del impresionismo, plasma la represión de las tropas francesas el 3 de mayo de 1808, cuando ejecutaron a quienes se habían alzado un día antes en Madrid contra el Ejército de Napoleón. 

Carlos Saura presenta en el Museo del Prado un corto que reivindica la figura de Goya. José Luis Roca

No está claro si Francisco de Goya asistió a los fusilamientos. “¿Lo vio con su imaginación? Es evidente que todas las atrocidades que dibujó y grabó sobre la guerra fueron más producto de su enorme imaginación que de su presencia allí. Le contarían atrocidades, crueldades y violaciones, que después hizo suyas”, considera Saura, que ya se acercó al pintor en la película ‘Goya en Burdeos’, estrenada en 1999. 

El Museo del Prado le da la razón en su enciclopedia. “Seguramente no vio las ejecuciones (…), pero debió de conocer los detalles, pues el hecho tuvo una gran repercusión en Madrid, donde un número elevado de sus 80.000 habitantes perdió aquel día algún familiar, amigo o vecino”, explica la institución. El pintor, en cualquier caso, se documentó a conciencia, estudiando las viñetas populares que recordaban lo sucedido, plasmando los uniformes de los soldados franceses (sable de tiros largos, fusil, chacó sin visera y capote), recogiendo testimonios y recreando el enclave con precisión, en un esfuerzo no del todo distinto al llevado ahora a cabo por el cineasta.

Carlos Saura. José Luis Roca

Saura, sin embargo, no reinterpretó el lienzo en la montaña del Príncipe Pío, en Madrid, donde tuvieron lugar los fusilamientos, sino en Teruel, dentro de un proyecto encargado por Aragón TV con motivo del 275 aniversario de Goya, en el que este territorio está siempre presente, de norte a sur. Un cineasta oscense realiza un cortometraje sobre una de las obras más conocidas del pintor nacido en Fuendetodos (Zaragoza), y lo rueda en tierras turolenses, con un equipo en su mayor parte aragonés y con los tambores de Calanda como ocasional banda sonora.

Un carro en mitad de la noche

Lo primero que se ve es un carro en mitad de la noche, atravesando un terreno vacío, con Madrid al fondo, en llamas. Transporta un enorme farol. Después, llega la cuerda de condenados, que caminan por el barro con lentitud y dificultad. Todos llevan ropa sucia y raída; alguno tiene la pierna amputada. “Señor, señor, ayúdanos, te lo suplico”, clama al cielo una mujer mayor. Una niña se agarra a su padre. “¡Suéltame!”, grita al soldado que intenta apartarla. 

Carlos Saura, junto a Enrique Cerezo y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. José Luis Roca

Frente a los sublevados, el Ejército de Napoleón está bien pertrechado, con sus abrigos y sus botas. Cuando el oficial al mando indica dónde se producirá su ejecución, cargan sus fusiles, disparan, vuelven a cargar y disparan de nuevo, hasta que se plasma con exactitud el cuadro de Goya. Los soldados, dando un paso al frente y apuntando a la luz del farol, situado entre las víctimas y los verdugos. Los cadáveres de la primera tanda de fusilamientos, uno de ellos con la cabeza reventada por un disparo. Las miradas de miedo e incomprensión de los que están a punto de caer, con un hombre con camisa blanca y brazos en cruz. Al fondo, varios testigos se tapan los ojos y los oídos. 

“A mí lo que me gusta de Goya es esa mezcla de sensibilidad y brutalidad, esa fuerza de la naturaleza pintando –explica Saura-. Las guerras son un disparate. Uno ha vivido ya muchas cosas y sabe lo que no se debe hacer. Por ejemplo, lo que no se debe hacer es una guerra”.