Nunca quiso ser el batería más espectacular del rock, no le gustaban los solos y tocaba con un sencillo kit de percusión, pero marcó el compás de la autoproclamada «mayor banda de rock’n’roll del mundo» durante cerca de seis décadas. Charlie Watts imprimió a los Rolling Stones su distintivo sello de músico crecido en el jazz y aportó un contrapunto de elegante discreción a la ruidosa fricción de egos entre Mick Jagger y Keith Richards. El grupo queda ahora en una posición incierta tras su muerte, ayer, a los 80 años, al no superar el «tratamiento médico» al que estaba sometido desde hacía un tiempo.

Fue un aviso el anuncio, a principios de este mes, de su baja en la gira que los Stones deben emprender este otoño en Estados Unidos (reprogramada desde los días pre-covid), cuando él mismo dio el visto bueno a su reemplazo por parte de Steve Jordan, batería de los discos en solitario de Keith Richards. Watts había superado un cáncer de garganta en 2004, y ahora, la nota que en las redes ha dado la noticia del deceso, no entra en detalles y se limita a informar de que el músico murió «apaciblemente en un hospital de Londres rodeado de su familia». Su muerte tuvo lugar el día en que se cumplían 40 años de la edición del álbum de los Stones Tattoo you (1981).

De su estilo con las baquetas se ha elogiado el refinado sentido del swing, compatible con la contundencia rockera.

Con la muerte de Watts se rompe un hilo conductor con los albores del rhythm’n’blues en el Reino Unido, ya que antes de fichar por los Stones él se ganó una reputación manejando las baquetas en Alexis Korner Blues Incorporated, en 1961. Watts tenía entonces apenas 20 años (nació el 2 de junio de 1941 en Bloomsbury, Londres) y era un forofo del jazz (con favoritos como Elvin Jones, Max Roach o Art Blakey) al que los advenedizos Jagger y compañía miraban con ojos golosos hasta que consiguieron que dejara el combo para unirse a ellos. En junio de 1963 veía la luz Come on, el primer sencillo de los Stones, con Watts a la batería.

De su estilo con las baquetas se ha elogiado el refinado sentido del swing, compatible con la contundencia rockera en trofeos como Brown sugar o Gimme shelter, así como el impresionismo deslizado en Sympathy for the devil. En tiempos en que señorearon los kits aparatosos, con dobles bombos, gongs y aditivos de fantasía, Watts se mantuvo fiel a su sencilla batería, y decía admirar más a los músicos capaces de integrarse en el sonido de una banda que a los exhibicionistas. Keith Richards ensalzó su rol en el grupo cuando, en una entrevista en 1979, rechazó que Jagger y él representaran su esencia. «Si Charlie no hiciera lo que hace con la batería, verías que eso no es así. Te darías cuenta de que Charlie Watts es los Stones».

La percusiva no fue su única misión: jugó un papel destacado en el diseño de los escenarios y de piezas del merchandising de la banda, reflejo de su temprana vocación por el dibujo y el diseño gráfico, que ya plasmó en las viñetas de cómic de la cara B del álbum Between the buttons (1963). «Dibujaba cada habitación de hotel en la que se hospedaba», recuerda Gay Mercader, el promotor que trajo (casi) siempre a los Stones a España desde su debut de 1976 en la barcelonesa plaza de toros Monumental.

A Watts, reflexiona Mercader, que se muestra afectado por el deceso, «no se le notaba la grandeza». Era una figura «con un aura especial, muy cáustica, con su media sonrisa, pero con quien podías congeniar si te cogía confianza». Y por muy dandy que se mostrara en sus formas y en sus trajes, «que nadie piense que no tenía un lado salvaje», añade el promotor.