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Música crítica | Haendel en Pollença

Presentar a estas alturas a la Academy of Ancient Music puede parecer del todo innecesario, dada la fama de la formación inglesa que creó y dirigió Christopher Hogwood hasta 2006, dando a conocer obras desconocidas del barroco y ofreciendo lecturas nuevas de partituras populares del repertorio de los siglos XVIII y XIX, incluyendo a Beethoven. Pero sí que es necesario dedicar algunas palabras al que es ahora su jefe de filas, el teclista Richard Egarr.

Egarr cantó de pequeño en un coro parroquial y luego se movió por diferentes iglesias y academias para profundizar en el sonido y estudio del órgano y el clave (con nada menos que Gustav Leonhardt), instrumentos que domina a la perfección, como demuestran las grabaciones que podemos encontrar en solitario o junto a Andrew Manze, muchas de ellas galardonadas.

Él ha seguido los pasos de Hogwood a la hora de mantener ese sonido aterciopelado tan característico de la orquesta y ha aumentado, si cabe, el interés del gran público hacia el grupo proponiendo programas monográficos siempre con ese algo especial que los hace diferentes.

Así ocurrió el pasado sábado en Pollença, cuando The Academy interpretó un todo Haendel, con dos obras muy conocidas de su catálogo y otra menos divulgada, pero igualmente interesante. Nos referimos a Water Music, Fireworks y al Concerto Grosso Opus 6 número 6.

Vibrante y espectacular la versión de la Música por los fuegos artificiales. Destacable el sonido intenso de la percusión y el contraste de voces en forma de eco entre los instrumentos de viento.

Lírica y dulce la manera de abordar uno de los doce Concerti Grossi del opus 6, que muchos musicólogos han calificado como los «doce grandes», pues no tienen desperdicio. Para ese enorme conjunto, el compositor utilizó material existente de obras anteriores y lo mezcló con otros de nueva creación. En ambos casos la genialidad de Haedel es más que evidente.

Curiosa, por innovadora, la manera de ordenar las diferentes danzas de las tres acuáticas suites, intercalando elementos de la primera entre los de la segunda e interpretando la tercera en segundo lugar. Seguramente esos cambios tienen una lógica, que, a mí, personalmente se me escapa. Pero si lo han hecho esos referentes de la música histórica debemos aceptarlos de buen grado.

En definitiva, noche de música barroca en estado puro, de música inglesa y, lo que es más importante, mostrada de forma genial. Noche perfecta.

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