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MÚSICA CRÍTICA

La perfección existe

El tenor Piotr Beczala, en un momento del recital del pasado miércoles. MICER

No se puede cantar mejor. Así, de forma categórica. Imposible superar la manera de decir las canciones y las arias. Piotr Beczala es, sin duda, el mejor tenor posible hoy en día, o al menos el que está más en forma en ese tipo de repertorio, pues a la afinación, delicadeza de la voz y potencia, a todas esas cualidades añade otras que lo convierten en único: la de saber modular, la de saber enlazar las frases musicales, la de cantar los pianísimos como nadie y la de combinar maneras y estilos en una misma canción. Gran Beczala, enorme.

El recital empezó con una guinda, nada menos que Matinatta de Ruggiero Leoncavallo, que hemos escuchado en múltiples versiones. Ya desde ese momento nos dimos cuenta que esa hora y poco más de música sería excelsa. Siguieron luego tres canciones de Stefano Donaudy y seis de Ottorino Respighi, todas ellas desconocidas para mí y que merecen ser más difundidas, pues son de una enorme belleza. Aquí, el tenor dio una auténtica lección de canto que deberían haber presenciado todos aquellos que quieran dedicarse a cantar de forma profesional (entre el público, el tenor mallorquín Joan Laínez). Dulzura y musicalidad a raudales. Porque de Beczala lo importante no es lo que dice, sino cómo lo dice. Salvando las distancias de tesitura y época, la manera de cantar del tenor polaco me recuerda la que tenía el gran barítono Dietrich Fischer-Dieskau (permítanme la licencia de la comparación). Ambas son únicas en forma y fondo.

En la segunda parte, primero tres canciones de Francesco Paolo Tosti, que no había escuchado así desde la mejor época de Josep Carreras, para después entrar en el terreno operístico con dos arias de Verdi y una de Puccini, en las que demostró que, en ese terreno, el de la escena, también es un fuera de serie.

Para terminar, puesto en pie, todo el público que llenaba el claustro (con un invitado de excepción incluido, el barítono René Pape), pidió a gritos (es un decir) poder alargar la sesión. Así que Beczala y su pianista Camillo Radicke, que todo sea dicho acompañó a la misma altura que el cantante, ofrecieron tres intervenciones más fuera de programa, para terminar con Core ingrato, la canción napolitana, más conocida como Catarí.

Noche memorable, única, que los que tuvimos la suerte de presenciar no olvidaremos nunca y, que seguramente, tardaremos mucho tiempo en igualar en calidad e interés. Ojalá me equivoque, para el bien de la música.

(Pere Bonet: ¿Has contactado ya con Pape?)

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