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Stephen Frears: «El cine es el medio más aterrador»

Ante el auge de las plataformas de vídeo bajo demanda, el aclamado director bromea estar preocupado por si Netflix «secuestra mi última película»

Stephen Frears

Stephen Frears puede parecer un bulldog británico. El aclamado director da respuestas directas y contundentes. Sin embargo, está lejos de morder. En cambio, parece querer ser adorado y que le hagan cosquillas en la barriga. Tiene el cabello grisáceo y erizado, su porte está de vacaciones. Se encuentra en Mallorca para recoger el Premio Masters of Cinema del Atlàntida Mallorca Film Fest que se le otorgó en la pasada edición, pero, debido a la situación sanitaria, no pudo viajar a Mallorca. Parece un turista más: polo rojo, pantalones cortos azules (seguramente un bañador) y sombrero de paja.

Frears nació en un Leicester de clase media en tiempos de guerra. Su padre era médico y su madre, trabajadora social. Mucho más tarde, descubrió que su progenitora era judía y lo había ocultado por su deseo de encajar en la clase media inglesa. A sus 80 años, Frears parece estar más ocupada que nunca. Su última película, The Lost King, se encuentra en postproducción. El año pasado, en plena pandemia, estrenó Quiz (disponible en Movistar +), sobre un exmilitar británico que causó un gran escándalo después de hacer trampas para ganar 1 millón de libras en el programa de televisión ¿Quién quiere ser millonario? Su serie State of the Union, sobre una pareja que se reúne en un pub antes de ir a terapia, ha sido recientemente renovada por una segunda temporada.

En 2006, su película La Reina recibió múltiples nominaciones al Oscar, incluida una para Frears como Mejor Director. Narra la semana posterior al asesinato de Lady Di. Durante ese tiempo, multitudes emocionales acudieron en masa al Palacio de Buckingham para llorar su muerte mientras la familia real permanecía peculiarmente silenciosa en Escocia, hasta que, gracias al primer ministro Tony Blair, la reina Isabel II pronunció un discurso televisado. Frears explica el éxito de la cinta por “el choque constitucional por la posición doméstica de la reina”. En 2017 dirigió Victoria y Abdul, sobre la extraña amistad de la reina Victoria de Inglaterra (interpretada por Judi Dench, a quien describe como “una compañía fantástica, bastante bromista”) con un joven empleado indio. Parece que la monarquía juega un papel en su vida, ¿es así? “Creo que es el tema más interesante y dramático de la vida inglesa”, sentencia.

El graduado en la universidad de Cambridge pasó sus primeros años aprendiendo su oficio en la televisión pública inglesa BBC. Tuvo que esperar hasta su tercera película, el drama interracial de 1985 Mi hermosa lavandería, para hacerse conocido. Entre la lista estelar de películas que ha hecho, ha habido varias con elencos diversos: Sammy y Rosie se lo montan en 1987, su Negocios ocultos le dio a Chiwetel Ejiofor el papel que llamó la atención de Hollywood y en 2013 hizo un documental, Muhammad Ali’s Greatest Fight, sobre la negativa del boxeador a pelear en Vietnam. Sin embargo, Frears sólo ofrece una broma cuando le pregunta sobre el debate de la diversidad: “Soy un hombre, blanco, viejo e inglés. No importa lo que yo piense, y nadie me escucha.”

Está claro que Frears está interesado en la forma en que se concibe y se lleva a cabo una película. Considera que la realización real de una cinta es una idea tardía, algo que sucede después de que ya se hayan tomado todas las decisiones importantes, como el reparto o las localizaciones. Ahora, ante el auge de las plataformas de video bajo demanda, bromea estar preocupado por si Netflix “secuestra mi última película y no se estrena en cines, pero espero que guste al público se estrene donde se estrene”. Director de cine y TV, “si el material es bueno, no me importa el medio para el que estoy grabando, aunque si que es cierto que el cine es más aterrador”.

Con bastante discreción, Frears se ha convertido en uno de los cinematográficos más exitosos de Gran Bretaña, aunque también ha dirigido películas en América. Dice que hablar de las diferencias entre las industrias de los dos países es como discutir si es lo mismo actuar en una película en color o en blanco y negro, “una pregunta realmente complicada pero cuando empecé a trabajar con actores americanos vi que no podían actuar de una manera teatral pero que cuando las cámaras se ponían en marcha eran fantásticos”. 

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