El arte no entiende ni de fronteras ni de edades. A sus 86 años Ewald Serra nos cautivará con una exposición única que verá la luz por primera vez mañana a las 19.00 horas. Sus obras de esmalte, de las que emanan abundantes reminiscencias del expresionismo de Pollock y Klee en su esencia primitivista, prometen no dejar ninguna mirada indiferente. El artista uruguayo ha querido dedicar sus obras a todos los ancianos, pero también muy especialmente a los trabajadores del sector sanitario y educativo, pilares imprescindibles de la sociedad en los tiempos que corren. 

La historia de Ewald Serra es la de un hombre a quien el arte ha acompañado en su andares desde la adolescencia, bebiendo de este para superar las dificultades a pesar de no haber podido dedicarse profesionalmente a ello nunca. Nacido en Uruguay, se mudó a Chile tras casarse con su mujer y en 1973 hubo de exiliarse a Alemania para huir de la dictadura de Pinochet, dejando a la mitad la carrera de artes del fuego. “En Alemania estuve trabajando de jardinero para no tener que vivir de las ayudas sociales, durante ese tiempo sufrí mucho”, recuerda emocionado. ”Hoy, mi pueblo mallorquín es mi barrio, Pere Garau, con el que tengo una relación de pertenencia fuerte”, añade.

Camina por la galería y habla de sus obras con la ilusión de un padre orgulloso. En la inmensa mayoría cultiva la técnica del esmalte, que se obtiene de la fusión de cristal en polvo con un sustrato. Se para delante de una de sus predilectas, la pieza de mayores dimensiones de la galería. Carece de título pero afirma que lo llamaría  Desde el silencio, porque “en ella se contemplan silencios donde hallamos aceptación de la ancianidad, un grito violento de silencio de todos aquellos que han sufrido este tiempo de pandemia”. El artista admite que la crisis del covid fue un motor de expresión creativa y una de las bases de esta exposición: “Cuando escuché las primeras noticias sobre la muerte de ancianos en Italia a causa de la covid, tomé conciencia de lo insignificante que es nuestra vida, me dije que tenía que hacer algo para demostrar que los ancianos también estamos presentes”. Serra se vuelve a emocionar y es imposible no emocionarse con él.

Sus obras son un viaje directo a la infancia, momento de felicidad y libertad en el crear para el autor. De ahí nacen sus esmaltes simples y espontáneos en el material pero enormemente expresivos. Alega que los niños son una de sus fuentes de inspiración ya que “me llena de alegría verlos cruzar la calle cuando van a la escuela de mi barrio cogidos de la mano, niños chinos, de color etc. y me recuerda a la pureza de la infancia donde no cabe el racismo, porque las criaturas sin escribir todavía”.

Aunque sus circunstancias le han impedido vivir del arte, nunca ha dejado de hacer arte ni tampoco de amarlo con auténtica devoción: “El trabajo me permitió vivir pero en tiempos de dolor, el arte me dio la alegría de vivir. Para mi el arte es transmitir, llegar a los demás, es una necesidad para existir”.