Diario de Mallorca

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Entrevista
Joan Carreras Actor

«Cuando tu ambición está a niveles estratosféricos, la frustración siempre sale»

«Pon un escenario en tu vida para poder quitarte la mierda que tienes encima. Es fabuloso hacer de malo, un matafantasmas genial»

Joan Carreras en un momento de la representación.

Protagoniza ‘Història d’un senglar’, que llega al Teatre Principal el sábado 26 tras poner en pie al público en Cataluña y Madrid. Su personaje se enfrenta al reto de dar vida a Ricardo III, el despiadado monarca de la tragedia de Shakespeare

¿Cómo se transforma una de las obras más complejas de Shakespeare en monólogo?

El autor, Gabriel Calderón, es maestro en magias y disimulos, y ha utilizado a Ricardo III como pretexto para hablar de la figura del actor, la ambición y William Shakespeare en general, porque el dramaturgo inglés trabaja con tantas pulsiones y emociones que sirve de plataforma para contar otras muchas cosas. En clave de humor habla de la frustración de un actor, llamado curiosamente Joan Carreras, que quiere hacer el papel de Ricardo III y cree que la compañía teatral está contra él.

¿Ambos personajes acaban confluyendo en uno solo?

La gracia es precisamente esa escalada durante sus ensayos, porque es un tío ambicioso, un estúpido integral, y muestra las deformidades que también tiene Ricardo III, con su mala leche, su rabia y su frustración.

No se queda corto criticando el mundo del teatro.

No deja títere con cabeza, ya que critica al director, los demás compañeros y hasta el público, pero es curioso que una persona tan poco empática en el fondo acaba haciendo una defensa del trabajo de actor y del amor que tiene por su personaje y la figura de Shakespeare.

¿Hay un reflejo de la realidad escénica que usted conoce?

Por suerte, no me he cruzado nunca con personas de este tipo y creo que sería imposible hacer teatro con alguien así, a años luz de lo que yo soy. Precisamente el teatro es un ejemplo clarísimo del trabajo en equipo, con respeto, confianza, humor y amor, que es lo que ha pasado en el monólogo. Pienso que es la única manera de hacer teatro, porque con sangre no entra. Todo lo contrario de lo que muestra el personaje, que es acidez y resentimiento hacia el mundo que le rodea. Considera que nunca le han escuchado ni le han dado la oportunidad que se merecía, por lo que cuando eso ocurre y puede hablar, se acaba desquitando por completo.

¿Le ocurre a veces que tiene afinidades con el personaje que debe interpretar, como sucede en ‘Història d’un senglar’?

Si haces algo de Shakespeare, es casi imposible que no existan afinidades con algún personaje, ya que es un gran retratista del ser humano, un maravilloso pintor de las emociones. Todos tenemos claroscuros, no solo somos luz, por lo que si magnificamos las partes más sombrías, surgen las emociones oscuras. Los actores subrayamos estos textos con un rotulador fluorescente y de ahí la genialidad del teatro, porque nos podemos desquitar de todo ello. Cuando hago un personaje tan rebuscado, con tanta mala leche y tan malvado, me permite hacer de bueno en la vida real, porque me he dejado toda la mala leche sobre el escenario.

En el resto de profesiones no tenemos esa oportunidad.

Pon un escenario en tu vida para poder quitarte la mierda que tienes encima. Es fabuloso, un matafantasmas genial hacer de malo, ya que me deja tiempo para ser maravilloso en la vida real, que es lo que importa.

¿Hasta dónde puede llegar el límite de la ambición?

Este personaje llega a acabar solo, porque tiene un amigo y lo defenestra. Cuando tu ambición está a niveles estratosféricos, la frustración siempre sale, ya que no puedes tener aspiraciones que son inabarcables. Hay que poner el techo en un lugar alcanzable, sin metas egoístas que no podrás cumplir y te llenarán la vida de frustración.

¿Por qué en la sinopsis se mencionan los «mecanismos del poder contemporáneo»?

No es que la obra hable de los poderes fácticos que manejan el mundo ni que el teatro tenga un gran poder, ya que la cultura no se toma especialmente en serio, aunque se da punta y maximizan los tópicos de las jerarquías de poder que puede haber en una obra y es extrapolable.

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