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Miguel Adrover: «Para mí la luz es la madre de todo»

uConsagrado creativo de vanguardia en Estados Unidos con sus prendas recicladas y mensajes, inaugura exposición en la galería palmesana Aba Art de su «fotografía pictórica» desarrollada en un aljibe subterráneo de Calonge, mientras Tribeca Film Festival de Nueva York prepara una película documental sobre su vida

Miguel Adrover posa para esta entrevista en Aba Art.

El próximo jueves día 10 de junio, en el marco del Art Palma Summer, Miguel Adrover, uno de los mallorquines mas visionarios y rompedores a nivel mundial, vuelve a la carga más fuerte que nunca con la exposición La Llum, Site Specific para Aba Art Lab. «Llevo 5 años trabajando dentro de un aljibe que tiene 300 años. Empecé trabajando la fotografía de forma autodidacta con una máquina muy pequeña. He ido creciendo poco a poco. Necesitamos luz, una esperanza. No he encontrado la luz al final del túnel, sino que la luz nunca se ha apagado. Hay momentos que no la ves, pero este trabajo que he hecho es un estudio sobre esto, sobre el esperar, la paciencia de poder analizar algo, de ver cómo reacciona en otra materia como es el cristal y los reflejos que da como la vida misma».

El medio conductor no es otro que los barrals, «garrafas antiguas de cristal relacionadas con el agua y la madre tierra que eran de mis bisabuelos y donde conservaban el agua, el aceite y el vino, memoria histórica de la humanidad». «El agua va a ser un gran problema en cualquier momento», dice Miguel.

Lo que le gusta es trabajar así, en esa intimidad suya sin interferencias ni interrupciones, totalmente a oscuras y con un simple rayo de luz desnuda e inmaculada, de la que ha hecho incluso un calendario anual con sus horas, sus colores y matices según las estaciones del año.

Miguel Adrover: «Para mí la luz es la madre de todo»

Miguel Adrover: «Para mí la luz es la madre de todo»

«Yo tengo un argumento que tengo que plasmar», comenta. «Trabajo solo, sin asistentes y por ello lo llamo fotografías pictóricas. Porque, cuando la gente lo ve, interpreta bodegones clásicos, en su composición y su estética. Son emociones que los humanos pueden captar a través de los objetos. Y eso es lo que estaba buscando en esta exposición».

La muestra no llega ni a un 10% de las 2.000 imágenes que Miguel ha podido construir -metafóricamente hablando-, a modo de ciudades. «Ha sido casi un estudio científico y hay que hacerlo en paz. Lo he hecho en confinamiento. Aunque llevo trabajando 5 años bajo tierra y aislado. Las fotos son intuitivas. Es un aprendizaje de crecimiento personal. No tengo formación artística, por lo que no hay influencias ni patrones repetitivos. Mis fotografías pictóricas plasman lo que tengo dentro. Y mi gran admiración hacia los clásicos, no hacia el arte conceptual». Miguel es un innovador con la plenitud de la palabra. Nunca ha visitado ningún museo, salvo el año pasado cuando le dieron el Premio Nacional de Diseño en Madrid y fue al Museo del Prado por primera vez. Algo que le trastornó profundamente. «Pude ver el lenguaje de las telas. Me di cuenta de el porqué. Aunque se tratara de un Cristo crucificado, ese trozo de tela cubriéndole sus partes y colocado con tanta delicadeza, le daba relevancia al personaje».

Explica que hay gente que solo tiene una ola, pero él tiene muchas que surfear. Dotado de una intuición creativa imbatible e imparable. Emana energía arrolladora por todos sus poros. La entrevista te envuelve y quieres saber más y verlo todo. Por lo que viene. «La desconexión es muy importante para mí, es como realmente sale lo más puro. Antes de la covid, tenía muchas propuestas de galerías en Nueva York y estuve a punto de irme. Al contrario que en Mallorca, que no tengo ningún apoyo, a excepción de esta ocasión con Maribel y Alejandra de Aba. Este momento me ha servido para prepararme con más fuerza».

Técnicamente ha utilizado papel de fine art que es como terciopelo, y es el mismo en el que los museos almacenan la fotografía. Enmarcado en cristal de museo que no tiene ningún reflejo, convirtiéndose en una joya. El cristal de museo protege del 90% de la radiación solar por lo que no se deterioran. Todas están firmadas a mano en un margen exterior. Como los clásicos que tanto le gustan.

Creación del proyecto 'La Llum'.

Creación del proyecto 'La Llum'.

«Necesito rodearme de ciertas cosas en mi día a día y encontrarme con una alfombra, con un baúl que uso de mesita de noche, cosas que tienen sentimiento para mí, de mis abuelos, de mi familia. De hecho, soy el rey de las basuras y en Nueva York también lo fui y me hizo famoso».

Miguel tiene series de fotografía pictórica basadas en el proceso de putrefacción. Productos frescos que ha dejado dentro del aljibe durante meses y que ha ido fotografiando en el proceso, ya que en sus propias palabras, la belleza está en todos los sitios. «Hasta dentro de la oscuridad está la belleza. Puede ser algo muy oscuro pero bellísimo. He tenido una parte de mí, ese momento que yo veía al planeta como si fuera una puta en una esquina que todo el mundo se estaba cepillando. Y que ella no iba a dar para más. No tendría leche para dar de comer a tanta gente. Tuve muchos ataques de ansiedad pero ahora veo que la gente joven se ha puesto las pilas y la industria de la moda también. Al menos intentan demostrar lo que va a ser por ley en algún momento. No se trata de comprar. Es la creatividad».

Miguel reconoce que a los visionarios se les trata como a locos. «La gente se ha despertado. Hace 22 años que yo ya hablaba de la ecología, de lo social y de la multiculturalidad. Ahora, todo eso está encima de las mesas de despacho de multinacionales de todo el mundo. Yo siempre decía que tendríamos que hacer una tienda que fuera como una ferretería, donde puedes comprarte tu ropa y siempre pudieras encontrar la misma si te queda bien algo y lo quieres tener siempre».

La inquietud social de Miguel trasciende en conceptos futuristas y explica la influencia de la inseguridad personal sobre nuestra imagen que es la que nos impulsa a comprar mucho. Pero que ahora viene otra forma de ser. Las marcas van a reinventarse y no dirán que hay que comprar, simplemente serán un vehículo para aportar las prendas que tengan una calidad y una función. Y que también tengan una buena política de empresa, que cuiden a la gente que trabaja y lo que producen y los campos donde plantan la materia prima para producir los tejidos. «Ahora mismo producir ropa no es tan sostenible. Tenemos demasiada ropa dentro de nuestro armario, lo que hay que darle es vida nueva a las prendas», añade.

A pesar de su introspección personal, hace un año que Miguel descubrió Instagram. «Ahí estoy mostrando mis autorretratos vestido con mis colecciones, tal como yo las vivía y las sentía. Porque siempre las tenía que ver en modelos con estilistas y fotógrafos y a veces no estaba de acuerdo con la imagen que le habían dado. Yo empecé a experimentar con la fotografía por eso. Llevaba mi ropa con los maniquís en el coche, por el castillo, la playa, la montaña, con una maniquí sentada en el asiento de atrás con unas gafas de sol y una peluca. La gente me veía y se pensaba que estaba loco. Hace 6 ó 7 años que no tengo móvil, mi vida es muy restringida. No puedo comprar ni en internet, se lo tengo que pedir a amigos. Con Instagram lo que ha pasado es que un amigo hacker vino a casa y me trucó la computadora para poder poner yo mismo las fotos en Instagram. Quiero enseñar la perspectiva de alguien del campo. Cómo puedes vivir tu vida solitariamente pero de forma divertida. Así mis amigos de Nueva York pueden verlo y, a partir de eso, me han salido muchos proyectos».

Creación del proyecto 'La Llum'.

Creación del proyecto 'La Llum'.

En tres semanas viene el equipo del Tribeca Film Festival de Nueva York para empezar la película documental, contando la vida de Miguel desde que era pequeño. Ya le han grabado alrededor de 45 horas de conversaciones como punto de referencia para el filme que durará dos horas y que explicará el proceso creativo dentro del aljibe en su día a día. Otro proyecto relacionado con moda a nivel internacional está a punto de lanzarse pero sobre el que no puede avanzar detalles ya que ha firmado un contrato de confidencialidad. Y un libro de autorretratos está en el horno. Miguel Adrover se siente vivo y todo eso está pasando bajo tierra. En un pueblo del interior de Mallorca. «A veces pienso que tengo una enfermedad, la necesidad de expresarme a través de cualquier medio y conseguir que mi trabajo cure. Que cuando la gente lo vea le transmita una emoción positiva. Y que lo pueda entender cualquiera, tanto una persona muy formada como alguien casi analfabeto. Que el arte no sea racista ni clasista, sino universal».

En todo momento, Miguel no ha dejado de agarrarse a su Medalla de Oro de Santanyí, «la llevo siempre puesta, porque me dieron el Oscar de la moda, pero para mí es la más importante ya que nadie es profeta en su tierra. Para mis padres fue el mejor momento de sus vidas».

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