La segunda parte de Queridos mallorquines sigue llevando el sello del editor Olañeta y del dibujante Pere Joan. Carlos García-Delgado lo presentará este domingo día 6, a las 18 horas, en la Fira del Llibre de Palma (Es Born).

¿Lleva usted la cuenta de cuántos ejemplares ha vendido de la primera parte de Queridos mallorquines?

No tengo las cifras, pero recuerdo que el primer año que salió ya se acercó a los cien mil ejemplares vendidos. Después se ha seguido vendiendo bien. Es un fenómeno curioso. El primer sorprendido de su éxito fui yo. Yo he ido a casa de algún amigo en Madrid y me lo he encontrado en su estantería. Rotger, de la distribuidora, me dijo que había sido el libro más vendido en la historia de Mallorca.

¿Por qué se ha decidido ha publicar la segunda parte más de dos décadas después? Podría haber aprovechado aquel tirón.

El editor me perseguía para hacer una segunda parte desde que se publicó la primera entrega. Yo siempre le daba largas. Pensaba que una vez que algo ha salido bien, pues ya está. Pero ha insistido tanto... Entonces se me ocurrió lo del subtítulo, Ahora en serio.

¿A qué se refiere con «serio»?

Pues que está escrito desde otro punto de vista. El punto de partida es que todas las maneras de ser de un sitio dependen de la historia que ha tenido lugar en ese territorio. A nosotros en el colegio nos enseñaban que los íberos y los celtas fueron los primeros pobladores en España. Luego te das cuenta de que en Mallorca no había ni un solo íbero ni ningún celta. Aquí estaban los talayóticos, que no dejaban pasar a nadie. Estuvieron 2.000 años en nuestra isla mientras en el Mediterráneo se estaba produciendo un enorme trasiego de diferentes culturas. Pero aquí no pasaba nadie. Ésa es una característica que ya te indica algo.

¿Por qué no lograba entrar nadie en la isla?

Porque estaban los honderos, que ahuyentaban a cualquiera a pedrada limpia. Fíjate que Homero, estando a dos pasos, escribió la Ilíada y la Odisea. Aquí no se concebía la escritura, los talayóticos no tenían escritura. La cultura talayótica estaba muy cerrada en sí misma. Yo aquí veo el germen de lo que somos ahora.

Usted que es arquitecto, ¿también cree que es algo que puede ver en los talayots?

Desde luego. Los poblados talayóticos estaban amurallados. Pero, ¿por qué?, si aquí no entraba nadie. ¿De quién se defendían? Pues seguramente del poblado vecino. Creo que esa sensación de insolidaridad entre los mallorquines ya se podía ver en la cultura talayótica.

Sin embargo, después sí que pasaron por la isla diversas culturas: la romana, árabe, la cristiana o el influjo del turismo.

Sí, la cultura mallorquina es compleja. También hay que tener en cuenta la gran cantidad de intelectuales que pasaron por la isla. Juana María Seguí llegó a documentar en Mallorca unos 170 escritores anglófilos. La isla tiene una energía especial, eso está claro.

Hay un capítulo dedicado a Rafel Nadal.

Sí. Rafel Nadal es como el último hondero de Mallorca. Que en una isla tan pequeña aparezca un número 1 del tenis mundial, como Carlos Moyá, vale, es poco probable, pero puede ser. Pero después cuando salió el segundo, Rafel Nadal, aquí tenía que haber algo más. Yo relaciono el tenis con ese tiro de honda de los talayóticos. Ese drive de Nadal conocido como banana shot en el que pasa la mano por encima de la cabeza es el mismo movimiento del hondero tirando con la honda.

«Jo te fotré, tu me fotràs», qué majos somos.

El mallorquín siempre cifra el éxito de una negociación en si ha fotut a la otra parte. En otros lugares del mundo, esa desconfianza no está cuando hay una negociación, sino que el éxito se valora a partir del hecho de que todas las partes hayan salido ganando algo.

¿Qué palabra resume el carácter mallorquín?

Yo creo que la expresión «uro». Es una palabra comodín. Pienso que es la última palabra talayótica, una especie de voz de alarma. Es un vocablo que no proviene del latín, así que ha de ser anterior a los romanos. Lamento mucho que el uso de «uro» se esté perdiendo.