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Volveremos a vivir como bárbaros | Por Matías Vallés

Se va del mundo sin haberle pertenecido.

Antes que nada, Franco Battiato demostró que el italiano es un idioma muy sencillo para los españoles, a condición de que no intenten aprenderlo. El artista siciliano sirvió un cóctel imbatible no solo en las músicas, de la ópera al rock progresivo, sino sobre todo en las letras equívocas donde alude a su «racismo». Estaba convencido del retorno de la barbarie, porque «volverá la moda de los vikingos,/ volveremos a vivir como bárbaros,/Friedrich Nietzsche era vegetariano». Incluso en los fragmentos decisivos introduce el estrambote del filósofo que se olvida de todo lo que ha aprendido sobre la esencia humana, cuando no consigue abrir el frasco de la mermelada. O cuando lo abandona su mujer.

Battiato exhibe la Bandiera bianca de su rendición tras medio siglo de una experimentación insaciable pero mística, navegando el caos calmo del Sandro Veronesi descubierto ahora gracias a la vibración de un colibrí. Es significativo que el cantante muera en su castillo familiar a las faldas del Etna, una alusión al volcán interior con sacudidas que provocan su cambio permanente de centro de gravedad. Solo así se transforma en obra maestra el Cuccurucucu.

Se tiende a confinar a Battiato en el arcón de los cantautores tristes, la versión siciliana del Leonard Cohen de Montreal. Al igual que ocurre con Cioran, en las cimas de la desesperación se obtiene el consuelo suficiente para anunciar con decisión y credibilidad que «te salvaré de toda melancolía,/ porque eres un ser especial,/ y me cuidaré de ti,/ yo sí me cuidaré de ti».

En directo, donde no valen canciones, Battiato se comportaba con la exigencia de los grandes profesionales. Era el anfitrión que invitaba al espectador a su palacio, el monarca sufí de la rama musulmana condenada al exterminio por los iletrados. Sin pancartas ni eslóganes ni autosuficiencias, un recuerdo de la vecindad de África que hoy no requiere de mayores comentarios, una denuncia por contraste de la panfilia de la pandemia que tampoco.

Volveremos a vivir como bárbaros, sin haber catado apenas la civilización. El verso de Battiato adquiere un brillo especial en los tiempos que no eligió para morir. El cantante de los desconciertos se marcha de este mundo sin haberle pertenecido enteramente, el exilio es la marca de los artistas y por algo se proclamó «hijo de las estrellas».

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