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Miguel Ángel Blanca, director de 'Magaluf Ghost Town': «A la gente le atrae la idea de que en Magaluf todo es posible»

«Es un lugar donde hay cosas rudas y agresivas, pero también historias mágicas y bellas», sostiene el realizador de la película

El director y músico Miguel Ángel Blanca.

Magaluf Ghost Town no es el típico documental de borrachera, fiesta, desfase o viaje iniciático de un grupo de jóvenes con ganas de experimentar lejos de casa. Quien busque las imágenes más radicales y amarillistas de Magaluf es posible que se lleve un chasco. Quien mire la película de Miguel Ángel Blanca (Sabadell, 1982) sin prejuicios se llevará una grata sorpresa. «Tras nuestro paso por el festival Hot Docs, hemos cosechado críticas muy buenas. Hay gente que está entusiasmada con esta forma de mirar hacia lugares como Magaluf, hemos enfocado con otros ojos, dejando de lado la carnaza», comenta el director de la película, que vuelve a enrolarse en otro periplo por diversos festivales.

Pese a rehuir del sensacionalismo, está claro que la motivación de Blanca y su equipo para recalar en Magaluf «fue descubrir todo ese mundo loco, pero enseguida vimos que nuestra mirada no se dirigía hacia los turistas sino hacia la gente que vivía allí y había de convivir con todo aquello. En la película, verás que los turistas están siempre fuera de campo; de hecho, salen poco en la película», subraya el director, también excantante de Manos de Topo.

Historias mágicas. El documental es una producción de Boogaloo con participación de Mosaic. Cuenta con el apoyo de IB3 y otras instituciones.

Historias mágicas. El documental es una producción de Boogaloo con participación de Mosaic. Cuenta con el apoyo de IB3 y otras instituciones.

En el documental, hay cinco protagonistas con sus historias reales que salieron de un casting. «Construimos ciertas tramas sobre esta idea de convivir en un espacio turístico pensado solo para turistas. En este punto, la película tiene tono de ficción. Y cuando vienen los turistas tienes la sensación de que están desembarcando los vampiros o los zombies», comenta. «También atraviesa todo el metraje esa dualidad entre el amor y el odio al turista».

Los protagonistas del documental son una trabajadora sevillana que es kelly, un adolescente que estudia cocina para trabajar en los hoteles y se plantea cómo será su vida si se queda en Magaluf, una rusa que trabaja en una inmobiliaria y trata de abrir la localidad a otros tipos de ocio y, por último, un chico africano que convive con la limpiadora de hoteles. «Al final, en la película aparecen los temas sobre Magaluf que están en el debate público, pero son abordados desde otro punto de vista».

«Lo que me llamó la atención es que Magaluf es una leyenda viva. Es un espacio mitológico donde la gente busca algo que ni existe, que es la idea de que en Magaluf todo es posible, y eso es algo que lo convierte en un espacio mágico», argumenta. En este punto, el cineasta se pregunta hasta qué punto los medios han articulado esta realidad. «Magaluf puede ser lo que tú quieras porque no es nada, es como un mito», considera. «Magaluf es en sí mismo un espacio de ficción, el lugar perfecto para construir leyendas, y nosotros hemos trabajado sobre esa ficción para hablar de lo que nos interesaba», explica el director. «En nuestro caso, del futuro de un adolescente, de la convivencia con el otro y los turistas, sobre las formas de ocio, etc.»

Al final, Blanca, que espera estrenar el filme en cines a finales de año o a principios de 2022, ha rodado una suerte de carta de amor hacia la localidad de Calvià. «En Magaluf hay cosas rudas y agresivas, pero hay que saber salir también de esas situaciones y ver más allá. En Magaluf también hay historias mágicas y bellas. Nunca he querido hacer un documental social sobre esta zona, sino explorar la magia de la ficción que proporciona Magaluf partiendo de personajes e historias reales», concluye.

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